¿Disputa por el centro político? Las disyuntivas que enfrenta la Democracia Cristiana

por La Nueva Mirada

La decisión del PDC de votar favorablemente la idea de legislar el proyecto de reforma previsional, luego que la comisión de trabajo de la Cámara de Diputados la rechazara, no es algo menor. Existen buenas y malas razones para aprobarla.

La más relevante es que todas las fuerzas políticas, tanto oficialistas como de oposición, coinciden en que se trata de una reforma necesaria y urgente. No tan sólo porque implica un importante aunque escalonado reajuste a las pensiones solidarias (40 % en cuatro años), y un incremento de 4 % del ahorro previsional, de cargo de los empleadores, con la posibilidad que dicho incremento sea administrado por un ente estatal.

La decisión del PDC de votar favorablemente la idea de legislar el proyecto de reforma previsional, luego que la comisión de trabajo de la Cámara de Diputados la rechazara, no es algo menor. Existen buenas y malas razones para aprobarla.

Las malas razones residen en que el Ejecutivo no respondió en forma clara y satisfactoria los 10 planteamientos formulados por el conjunto de la oposición, que apuntaban a modificar sustancialmente el proyecto del Ejecutivo.

Aprobar la idea de legislar reduce de manera muy importante los márgenes de maniobra de la oposición para introducirle modificaciones al proyecto durante su tramitación en particular. Rechazar la idea de legislar posterga esta reforma urgente al menos por un año, con la posibilidad que las pensiones solidarias no tengan reajustes y no se avance en los esfuerzos para mejorar pensiones que limitan con lo miserable.

Sin lugar a dudas el gobierno sufrió un duro traspié en la tramitación de este proyecto, igual que con el proyecto de Admisión Justa, que buscaba modificar la ley de inclusión escolar aprobada durante la pasada administración. Lo mismo podría suceder con el proyecto de reforma tributaria, si es que los diputados demócratas cristianos cumplen su promesa de oponerse a la reintegración tributaria propuesta por el gobierno. Y en otros proyectos emblemáticos presentados por el Ejecutivo, como el de flexibilización laboral o de reforma a la salud, en donde se mantienen serias objeciones opositoras.

Sin lugar a dudas el gobierno sufrió un duro traspié en la tramitación de este proyecto, igual que con el proyecto de Admisión Justa, que buscaba modificar la ley de inclusión escolar aprobada durante la pasada administración. Lo mismo podría suceder con el proyecto de reforma tributaria, si es que los diputados demócratas cristianos cumplen su promesa de oponerse a la reintegración tributaria propuesta por el gobierno. Y en otros proyectos emblemáticos presentados por el Ejecutivo, como el de flexibilización laboral o de reforma a la salud, en donde se mantienen serias objeciones opositoras.

El gobierno aún confía en poder revertir el rechazo de la comisión de Trabajo a la idea de legislar en la sala, para lo cual requiere de al menos seis votos de la oposición, básicamente pensando en las bancadas de la Democracia Cristiana y el PRSD, algunos de cuyos integrantes han manifestado alguna disposición, tras el público pronunciamiento de ex ministros, como Alejandro Foxley, que defienden la idea de legislar en el proyecto de reforma previsional y llaman a revivir la llamada político de los consensos o democracia de los acuerdos, que marcó los primeros tiempos de la transición.

El gobierno aún confía en poder revertir el rechazo de la comisión de Trabajo a la idea de legislar en la sala, para lo cual requiere de al menos seis votos de la oposición, básicamente pensando en las bancadas de la Democracia Cristiana y el PRSD, algunos de cuyos integrantes han manifestado alguna disposición, tras el público pronunciamiento de ex ministros, como Alejandro Foxley, que defienden la idea de legislar en el proyecto de reforma previsional y llaman a revivir la llamada político de los consensos o democracia de los acuerdos, que marcó los primeros tiempos de la transición.

Aquella propuesta(no solo firmada por economistas DC) tiene sintonía con la política de apertura al diálogo y la búsqueda de acuerdos impulsada por la directiva  de la falange que, hasta hoy, cuenta con sólidos respaldos internos (dos tercios de su Consejo General y la mayoría de los diputados, así como los ex presidentes de ese partido), y serios detractores en su bancada de senadores y los sectores más progresistas de ese partido, que insisten en ubicar a la DC en la centro izquierda, con un claro perfil de oposición.

LA CRISIS INTERNA DE LA FALANGE

Parece inocultable que el PDC arrastra una profunda y prolongada crisis interna, que divide fuertemente las opiniones internas en materias tan sensibles como su política de alianzas y domicilio político como partido de oposición. Su convivencia interna aparece profundamente dañada a la luz de los últimos procesos políticos del país.

Parecieran muy pretéritos los tiempos en que conformaba una alianza histórica con los socialistas, radicales y el Partido por la Democracia (además de otros partidos menores de centro derecha e izquierda) para derrotar los afanes del general Pinochet, emergiendo como la primera fuerza política del país, eligiendo dos mandatarios consecutivos de sus filas (Aylwin y Frei), integrando una de las coaliciones  más estables y exitosas de nuestra historia política.

Parece inocultable que el PDC arrastra una profunda y prolongada crisis interna, que divide fuertemente las opiniones internas en materias tan sensibles como su política de alianzas y domicilio político como partido de oposición. Su convivencia interna aparece profundamente dañada a la luz de los últimos procesos políticos del país.

Su pronunciado declive electoral (con la pérdida de más de un millón y medio de votos) unida a la derrota de Eduardo Frei frente a  Sebastián Piñera el año 2010, marcó el inicio de una crisis mayor, con profundas divisiones internas, renuncias de algunas de sus figuras emblemáticas (como Mariana Aylwin, Soledad Alvear, Gutenberg Martínez y otros) que se acentuó con la severa derrota de su candidata presidencial y reducción de su actual representación parlamentaria.

La experiencia de la Nueva Mayoría, que la Democracia Cristiana insistió en definir como un acuerdo político- programático con fecha de expiración (el mandato de Michel Bachelet), acentuó las tensiones internas. Básicamente por la inclusión del Partido Comunista con el que reitera profundas diferencias ideológicas y políticas.

Los “matices” y francas diferencias que el PDC mantuvo con la última gestión de Michelle Bachelet (pese a desempeñar relevantes funciones en su gobierno), la llevaron a desahuciar el histórico pacto con la izquierda y optar por una candidatura propia para la presidencia, desechando la alternativa de primarias, y una lista parlamentaria prácticamente en solitario, con los ya mencionados pobres resultados electorales.

Asumiendo la condición de partido de oposición, la Democracia Cristiana se ha esforzado en perfilar su identidad propia, marcando distancias con sus ex aliados de la Nueva Mayoría y el nuevo referente representando por el Frente Amplio, enfatizando su disposición al diálogo y la búsqueda de acuerdos con el gobierno y una falsa dicotomía entre una oposición “constructiva y dialogante” y otra refractaria al dialogo y búsqueda de acuerdos.

Sin lugar a dudas, bajo la conducción del ex diputado Fuad Chain, la Democracia Cristiana ha realizado un giro, tanto en su política de alianzas, así como en la definición de su propio domicilio político, que su último Congreso ideológico ubicó en la centro izquierda. Una definición que hoy está en entredicho, con la alternativa de regresar a la idea de un centro alternativo a la derecha y la izquierda, reflejado, por ejemplo, en la propuesta de cambiar su nombre al de un Partido Democrático de Centro, formulada por su ex timonel y ex senador Ignacio Walker. Un giro que divide opiniones en el seno partidario, como se refleja al interior de sus bancadas parlamentarias y en las controversias entre sus sectores progresistas y más conservadores.

Sin lugar a dudas, bajo la conducción del ex diputado Fuad Chain, la Democracia Cristiana ha realizado un giro, tanto en su política de alianzas, así como en la definición de su propio domicilio político, que su último Congreso ideológico ubicó en la centro izquierda. Una definición que hoy está en entredicho, con la alternativa de regresar a la idea de un centro alternativo a la derecha y la izquierda, reflejado, por ejemplo, en la propuesta de cambiar su nombre al de un Partido Democrático de Centro, formulada por su ex timonel y ex senador Ignacio Walker. Un giro que divide opiniones en el seno partidario, como se refleja al interior de sus bancadas parlamentarias y en las controversias entre sus sectores progresistas y más conservadores.

¿QUIEBRE EN LA OPOSICIÓN?

Aquellas diferencias operan como amenaza latente para un quiebre mayor de la oposición, ya bastante dividida y fragmentada. No tan sólo el presidente del Partido Comunista ha definido a la DC como un aliado poco confiable, llamando al resto de la oposición a seguir trabajando juntos, insinuando que ello podría abrir paso a una nueva alineación política en el país. El propio jefe de la bancada de diputados socialistas, Manuel Monsalve, sugirió la idea de  “formar una fuerza opositora coherente, sin la DC”. De la misma manera, el diputado frente amplista, Giorgio Jackson, líder de Revolución Democrática, sostuvo que la DC “va construyendo una identidad política no confiable”, de cara a una articulación para enfrentar las próximas elecciones municipales y de gobernadores regionales.

El tema no deja de ser inquietante en el interior de la falange, por sus potenciales efectos electorales, también para el conjunto de la oposición, que podría ser desplazada de la mayoría de los municipios que actualmente controla, perdiendo en todas las regiones la elección de gobernadores.

Aquellas diferencias operan como amenaza latente para un quiebre mayor de la oposición, ya bastante dividida y fragmentada. No tan sólo el presidente del Partido Comunista ha definido a la DC como un aliado poco confiable, llamando al resto de la oposición a seguir trabajando juntos, insinuando que ello podría abrir paso a una nueva alineación política en el país. El propio jefe de la bancada de diputados socialistas, Manuel Monsalve, sugirió la idea de  “formar una fuerza opositora coherente, sin la DC”. De la misma manera, el diputado frente amplista, Giorgio Jackson, líder de Revolución Democrática, sostuvo que la DC “va construyendo una identidad política no confiable”, de cara a una articulación para enfrentar las próximas elecciones municipales y de gobernadores regionales.

El cientista política Genaro Arriagada (uno de los asesores de la actual directiva DC) ha intentado restar dramatismo a la situación, sosteniendo que la oposición, en su más amplia diversidad, está obligada a enfrentar unida las dos elecciones uninominales (las de alcaldes y gobernadores regionales) y competir en las elecciones de concejales, con alguna fórmula de pactos o sub pactos. En sintonía con dicha preocupación, el Presidente de la Democracia Cristiana interpeló al Partido Socialista respecto de su decisión de buscar alianzas electorales con su partido en esas elecciones.

El cientista política Genaro Arriagada (uno de los asesores de la actual directiva DC) ha intentado restar dramatismo a la situación, sosteniendo que la oposición, en su más amplia diversidad, está obligada a enfrentar unida las dos elecciones uninominales (las de alcaldes y gobernadores regionales) y competir en las elecciones de concejales, con alguna fórmula de pactos o sub pactos. En sintonía con dicha preocupación, el Presidente de la Democracia Cristiana interpeló al Partido Socialista respecto de su decisión de buscar alianzas electorales con su partido en esas elecciones.

Sin embargo el asunto no es tan sencillo, pese a que existe una clara conciencia al interior de la oposición (incluido el Frente Amplio), que la división opositora favorece a la derecha, no tan sólo para ganar las próximas elecciones de alcaldes y gobernadores, sino también para proyectarse hacia un nuevo mandato presidencial, asumiendo que si esas elecciones fuesen el próximo domingo (como lo frasean los encuestadores) José Antonio Kast y Joaquín Lavín se disputan la primera opción para suceder a Sebastián  Piñera en el poder.

Por estas razones es que tanto el Partido Socialistas como el  Partido por la Democracia, han insistido en la necesidad de reconstruir una mayoría social y política del amplio espectro opositor. Una unidad sin exclusiones, que vaya desde la DC al Frente Amplio, incluyendo los referentes sociales identificados con el progresismo, centrando sus esfuerzos en construir consensos esenciales o mínimos comunes que permitan la unidad en la diversidad al interior de la oposición.

Por estas razones es que tanto el Partido Socialistas como el  Partido por la Democracia, han insistido en la necesidad de reconstruir una mayoría social y política del amplio espectro opositor. Una unidad sin exclusiones, que vaya desde la DC al Frente Amplio, incluyendo los referentes sociales identificados con el progresismo, centrando sus esfuerzos en construir consensos esenciales o mínimos comunes que permitan la unidad en la diversidad al interior de la oposición.

¿LA DC REPRESENTA EL CENTRO POLÍTICO?

La respuesta no es fácil. En rigor, debería ser que representa una franja cada vez menor de ese espacio político, que hoy aparece fuertemente fragmentado. El centro político es como la clase media. Con fronteras difusas, poco delimitadas, que van desde la centro derecha hasta la centro izquierda, con una variedad de gamas y matices y muy diversas representaciones políticas.

El centro político es como la clase media. Con fronteras difusas, poco delimitadas, que van desde la centro derecha hasta la centro izquierda, con una variedad de gamas y matices y muy diversas representaciones políticas.

Es un terreno en disputa entre sectores más conservadores y más progresistas, que no necesariamente hoy representa la DC, sino diversos partidos y movimientos. O ninguno de los anteriores. Hoy aparece como un electorado extremadamente volátil, que apoyó la reelección de Michelle Bachelet y luego contribuyó al triunfo de Sebastián Piñera y que el actual mandatario busca fidelizar con su proyecto de “clase media segura”, que aún no ha dado a conocer.

Según el Presidente de la Democracia Cristiana su actual política de perfilarse en abierto contraste con sus ex aliados de la izquierda, le ha permitido a la falange recuperar parte de su identidad pérdida, como lo reflejarían algunas encuestas de opinión. Y puede que sea cierto. Pero no es menos cierto que esa política contiene el riesgo del aislamiento, como han insinuado algunos dirigentes de izquierda, que esa política inevitablemente la conduce a intentar la reconstrucción de un centro alternativo (descartando una alianza con la derecha) y que actualmente la DC no ha logrado posicionar figuras con liderazgos muy sólidos para competir por la presidencia de la República, como igualmente sucede con los partidos que integraran la nueva Mayoría.

 Es un terreno en disputa entre sectores más conservadores y más progresistas, que no necesariamente hoy representa la DC, sino diversos partidos y movimientos. O ninguno de los anteriores. Hoy aparece como un electorado extremadamente volátil, que apoyó la reelección de Michelle Bachelet y luego contribuyó al triunfo de Sebastián Piñera y que el actual mandatario busca fidelizar con su proyecto de “clase media segura”, que aún no ha dado a conocer.

LAS TRANCAS DEL GOBIERNO PARA “PESCAR” EN RÍO REVUELTO

Afortunadamente para la oposición, el gobierno ha mostrado escasa capacidad política para aprovechar el desorden y fragmentación opositora para llevar agua a su molino y viabilizar su controvertida agenda legislativa. Más allá de algunos modestos éxitos para dividir a la oposición y construir mayorías circunstanciales que permitan aprobar la idea de legislar en torno a algunos de sus proyectos, como sucediera en materia de reforma tributaria y como bien pudiera suceder con los de reforma previsional y a la salud, sin tener asegurada la aprobación del “corazón” de esas ellas.

En buena medida, esos límites existen por la propia naturaleza de los proyectos, que tan solo apunta a retrotraer algunas de las reformas estructurales de la anterior administración, con una clara inspiración neoliberal, resistida por la mayoría de la oposición.

En buena medida, esos límites existen por la propia naturaleza de los proyectos, que tan solo apunta a retrotraer algunas de las reformas estructurales de la anterior administración, con una clara inspiración neoliberal, resistida por la mayoría de la oposición.

También se manifiestan por la poca receptividad oficial para recoger propuestas y planteamientos de la oposición que permitan viabilizar su agenda, asumiendo que sus espacios de negociación aparecen muy limitados por la propia presión de su coalición y sectores empresariales que demandan gobernar “con ideas propias” y no con las de sectores progresistas.

También se manifiestan por la poca receptividad oficial para recoger propuestas y planteamientos de la oposición que permitan viabilizar su agenda, asumiendo que sus espacios de negociación aparecen muy limitados por la propia presión de su coalición y sectores empresariales que demandan gobernar “con ideas propias” y no con las de sectores progresistas.

Pero más en el fondo, por la falta de realismo evidenciada por el Ejecutivo, que insiste en que tiene toda la legitimidad democrática para implementar su programa de gobierno, sin asumir que, con esa misma legitimidad, la oposición puede y debe formular sus propias propuestas, esperando que sean recogidas, al menos en parte, como la vía para construir acuerdos. Tal y como sucede en los sistemas democráticos en todo el mundo.

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