Tras doce días de masivas y por momentos violentas protestas, que dejaron un saldo de ocho muertos, 1.340 heridos, 1,192 detenidos (trescientos de los cuales deberán enfrentar procesos judiciales), y daños por casi 260 millones de dólares, el presidente ecuatoriano Lenin Moreno decidió dejar sin efecto el decreto 833, que incluía duras medidas de ajuste económico, acordadas entre el gobierno y el FMI, conocidas como “el paquetazo”.
Era esa rendición o la posibilidad cierta que la masiva movilización protagonizada principalmente por sectores indígenas, con el apoyo del movimiento sindical y del poderoso gremio de los transportistas, pusiera en jaque final al gobierno. Así lo estimaron diversos mandatarios latinoamericanos, que expresaron su preocupación y la necesidad de soluciones políticas y democráticas a la crisis.
Era esa rendición o la posibilidad cierta que la masiva movilización protagonizada principalmente por sectores indígenas, con el apoyo del movimiento sindical y del poderoso gremio de los transportistas, pusiera en jaque final al gobierno.
Lenin Moreno imputó al exmandatario Rafael Correa un intento de golpe de Estado para derrocar su gobierno, con el apoyo del mandatario venezolano Nicolás Maduro. Pero, más bien, Correa, con el apoyo de sus partidarios, no hizo más que sumarse a una movilización detonada por las agresivas medidas de ajuste decretadas por el gobierno, sin considerar los enormes riesgos políticos y sociales que ellas implicaban. Siempre pensando que si se presentaba la oportunidad de regresar al país y ser nuevamente candidato (aún como vicepresidente) estaba más que disponible.
Lamentablemente para sus pretensiones, las cosas no se dieron de esa manera. Rápidamente, tras una negociación directa con la Confederación de Nacionalidades Indígenas (CONAIE) el gobierno anunciaba que había decidido derogar el controvertido decreto, añadiendo que presentará un decreto sustitutivo, que no necesariamente incluye todas las medidas de ajustes del anterior.
El “salvavidas de plomo” del FMI
Y si bien ello permitió poner fin a las manifestaciones, retornando las comunidades indígenas a sus territorios y paralizando el fantasma de un golpe de Estado, ello no implica que se haya resuelto la profunda crisis económica que vive el país, que arrastra un fuerte déficit fiscal, de balanza comercial y de pagos.
Y si bien ello permitió poner fin a las manifestaciones, retornando las comunidades indígenas a sus territorios y paralizando el fantasma de un golpe de Estado, ello no implica que se haya resuelto la profunda crisis económica que vive el país, que arrastra un fuerte déficit fiscal, de balanza comercial y de pagos.
La misma que obligara al gobierno a buscar el auxilio del FMI y otros organismos multilaterales. Intentando sanear sus cuentas fiscales y reimpulsar el crecimiento, en el marco de una economía dolarizada, en donde los instrumentos de política monetaria son inexistentes.
Pero es bien sabido que el FMI no es una institución de beneficencia ni otorga créditos sin duras condiciones de ajuste que, por lo general, gravan a los sectores de menores ingresos y no necesariamente reimpulsan el crecimiento.
Pero es bien sabido que el FMI no es una institución de beneficencia ni otorga créditos sin duras condiciones de ajuste que, por lo general, gravan a los sectores de menores ingresos y no necesariamente reimpulsan el crecimiento. Así lo han aprendido muy duramente la mayoría de los países en desarrollo que han debido acudir al Fondo Monetario en busca de auxilio, generando crisis sociales y políticas muy relevantes que contribuyen a desestabilizar gobiernos. El reciente caso de Argentina, gobernada por Mauricio Macri, puede ser muy ilustrativo. El millonario crédito otorgado a ese país, no ha contribuido verdaderamente a superar la crisis económica, buena parte de esas divisas se han fugado del país y Argentina enfrenta una deuda muy difícil de servir. Y menos en las condiciones originales establecidas. Mientras todo apunta a que Macri perderá la elección en primera ronda a manos de Alberto Fernández.
Puede sorprender que el gobierno ecuatoriano no haya medido adecuadamente los riesgos de negociar con el FMI y otros organismos financieros en las condiciones que lo hizo, a cambio de duras medidas de ajustes que no tenían viabilidad política, como lo demostraran las recientes movilizaciones y su desenlace.
Y ciertamente se equivocó con la capacidad de respuesta y convocatoria de sectores populares e indígenas, fuertemente marginados, reprimidos y castigados desde anteriores administraciones.
Probablemente el gobierno, influido por las opiniones de tecnócratas y representantes de sectores empresariales y de derecha, se imaginó que existía un amplio consenso respecto de la necesidad de asumir estas políticas de ajuste. Y ciertamente se equivocó con la capacidad de respuesta y convocatoria de sectores populares e indígenas, fuertemente marginados, reprimidos y castigados desde anteriores administraciones.
Un balance desastroso
El balance, tanto para el gobierno como para el país, es simplemente desastroso. Además de los costos en vidas humanas, los heridos, detenidos y procesados, a los que se suman cuantiosos daños materiales y de imagen país, resulta un gobierno muy debilitado en lo político y con muy pocas alternativas y márgenes de maniobra desde el punto de vista económico, con serias dificultades para cumplir las exigencias del FMI y servir la deuda.
Es igualmente dudoso que el conflicto pueda haber favorecido las pretensiones del exmandatario Rafael Correa de recobrar el protagonismo político y retornar al poder. Aún enfrenta numerosos procesos judiciales por supuestos delitos de corrupción por los cuales debe responder. El movimiento político que lo llevó al poder está dividido entre correistas y morenistas. Es más que evidente que sus partidarios aprovecharon la oportunidad de sumarse a las movilizaciones e incluso han sido acusados por el gobierno de instigar el incendio de la Contraloría, para quemar las posibles pruebas incriminatorias de delitos por corrupción. Varios de sus partidarios han sido detenidos e imputados por su participación en actos de violencia durante las recientes movilizaciones, en tanto que otros han debido solicitar protección en embajadas.
Es igualmente dudoso que el conflicto pueda haber favorecido las pretensiones del exmandatario Rafael Correa de recobrar el protagonismo político y retornar al poder.
Las opciones de futuro
No es nada evidente como se desarrollará la actual crisis económica y política que hoy vive Ecuador y cuáles son las opciones que tiene el gobierno para enfrentarla. Rafael Correa ha propuesto adelantar las elecciones presidenciales previstas para el año 2021, manifestando su disposición a presentarse como candidato.
Por su parte la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie), que alcanzó gran protagonismo durante las pasadas movilizaciones, ha expresado su intención de constituirse como una opción social y política, buscando levantar una candidatura presidencial propia que convoque al centro y la izquierda.
Por su parte la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie), que alcanzó gran protagonismo durante las pasadas movilizaciones, ha expresado su intención de constituirse como una opción social y política, buscando levantar una candidatura presidencial propia que convoque al centro y la izquierda.
Y, con toda seguridad, Guillermo Laso, el banquero y político que representa a la derecha ecuatoriana y que compitiera en las pasadas elecciones con Lenin Moreno, insistirá en una nueva postulación, con bastante mejores posibilidades a partir de la división del oficialismo.
En rigor, Ecuador enfrenta una situación de compleja crisis de cara al futuro, que el reciente acuerdo entre el gobierno y el movimiento indígena tan sólo aquietó de manera parcial y transitoria, con disyuntivas que permanecen ante signos de interrogación.
En rigor, Ecuador enfrenta una situación de compleja crisis de cara al futuro, que el reciente acuerdo entre el gobierno y el movimiento indígena tan sólo aquietó de manera parcial y transitoria, con disyuntivas que permanecen ante signos de interrogación.