A escasas dos semanas de la elección presidencial, las encuestas dan como los más probables candidatos a pasar a segunda vuelta a José Antonio Kast, que en algunas encuestas aparece en primera posición y a Gabriel Boric. Pero estas mediciones históricamente se han equivocado, algunas veces de manera grosera, como en la pasada elección, con las proyecciones de votación de Beatriz Sánchez. Aún queda un número muy alto de indecisos. No sabemos cuántos ciudadanos concurrirán a votar, la elección está abierta y bien pudiera decidirse en esta última quincena.
No ha sido una gran campaña. Hay que decirlo. Deslucida, sin la pasión y épica de antaño. Sin un efectivo despliegue territorial (en buena medida por la pandemia), se acentúa en las redes sociales, con efectos acotados. Algo de publicidad callejera, en donde la derecha tiene ventajas (mayores recursos), aun cuando no todos los candidatos a parlamentarios (as) incorporan a su opción presidencial (tampoco a su partido o coalición). Una franja televisiva sin mucha creatividad, y debates con discretos desempeños. Y poco más. Tan solo en las ultimas semanas y días, los diversos candidatos han dado a conocer sus programas de gobierno, que la ciudadanía escasamente conoce, salvo por los titulares. Y pocos saben quienes son sus candidatos a parlamentarios. Menos a los Consejos regionales.
Y como si todo esto fuera poco, ahora se anuncia que los candidatos presidenciales pudieran estar contaminados con COVID (al menos Boric dio positivo), lo que les obligaría a guardar cuarentena. Hasta allí llegaría la campaña. Al menos en directo.
La irrupción de JAK. Arriesgada apuesta de la derecha y los poderes fácticos
La carrera presidencial no ha estado exenta de sorpresas. Una de las más relevantes fue el resultado de las primarias legales, en donde Sebastián Sichel, el candidato independiente, se impuso sobre Joaquín Lavín, Mario Desbordes e Ignacio Briones, para luego desfondarse en unos pocos meses, siendo desplazado por José Antonio Kast, el candidato de la ultraderecha que hoy aparece liderando las encuestas, en tanto que Sichel disputa el cuarto lugar con Franco Parisi, el candidato virtual. Dia que pasa Sichel pierde apoyos y no sería tan extraño que en la recta final Chile Vamos le quitara oficialmente su respaldo.
No deja de ser arriesgada la apuesta de dejar caer a Sichel para apoyar a Kast en las postrimerías de la campaña. En primer lugar, porque no es toda la derecha sino un sector, el más duro, el que se identifica con el discurso regresivo y autoritario del republicano. Tercamente Sebastián Sichel insiste en marcar diferencias con Kast y se resiste a suscribir un compromiso de apoyo reciproco en segunda vuelta. Así lo demandan los partidos que aun apoyan su postulación. Al igual que la llamada derecha social, representada por Desbordes, Ossandón y Paulina Núñez, acompañada por los sectores de centro derecha que integran el comando de Sichel, JAK no tiene condiciones para unir a todo el sector en torno a su postulación. Así, en definitiva, no es más que lo que hoy representa Piñera y su gobierno.
En lo esencial la opción presidencial de JAK parece inviable. El país sería simplemente ingobernable en el hipotético caso que ganara la elección. Y parece mas que evidente que si pasa a segunda vuelta, facilitaría el milagro de unir a toda la oposición en torno a Gabriel Boric, junto a buena parte de la inmensa mayoría ciudadana que aprobó el proceso constituyente (el 80 % de los votantes).
Y para complejizar aún más su disyuntiva, está el tema parlamentario. Chile Vamos compite con el partido Republicano en la mayoría de los distritos y circunscripciones. Apoyar a JAK debilita a los candidatos al parlamento de Vamos por Chile, que podría sufrir una nueva debacle electoral. Una compleja encrucijada para el oficialismo.
Gabriel Boric: De dirigente estudiantil a candidato presidencial
La otra gran sorpresa de esta campaña estuvo marcada por el triunfo de Gabriel Boric sobre Daniel Jadue, el candidato del PC a quien muchos daban como favorito en las primarias de la izquierda. El golpe fue duro para los comunistas y su aspiración de encabezar un frente antineoliberal, sin medias tintas. A ojos vista el PC cometió un error histórico al vetar la participación del PPD, PRSD y Nuevo trato en las primarias de la izquierda. Un error que le costó la derrota de su candidato, además de los errores no forzados de Jadue en la campaña. Su línea de refugio es el fiel cumplimiento del programa acordado, del cual se autodesignan sus celosos contralores. No en la medida de lo posible, como afirmara Guillermo Teiller.
Gabriel Boric, que interpreta el inconformismo y la rebeldía de las nuevas generaciones con un orden injusto y excluyente, puede ser presidente de Chile si logra aunar a una amplia mayoría social y política en torno a su candidatura en segunda vuelta. Ni siquiera necesita ampliar las fronteras de su propia coalición, y sería impresentable que algún sector lo pidiera. Le basta con levantar los vetos y avanzar en un pacto de gobernabilidad, amplio y sin exclusiones, con toda la oposición o, al menos, con todos los sectores disponibles para ese efecto. Existen importantes áreas de consenso programático entre los programas de Yasna Provoste y Gabriel Boric, que podrían darle sólidos fundamentos a un pacto de gobernabilidad.
Tal como afirmara Georgio Jackson, la figura clave de su comando, que probablemente ocuparía un rol protagónico en un eventual gobierno de Boric, es muy difícil que cuente con mayoría parlamentaria propia y debería construirla a través de un pacto de gobernabilidad. Y esa debiera ser una prioridad para enfrentar la campaña de segunda vuelta, en la eventualidad que deba enfrentar al candidato de la ultra derecha. Si Yasna Provoste hipotéticamente pasara a segunda vuelta, el escenario es otro, pero la necesidad de articular mayorías sigue siendo la misma.
La decisión de Yasna Provoste
La tercera sorpresa fue la instalación de Yasna Provoste como la candidata de la centroizquierda. En estricto rigor, Ximena Rincón ganó la primaria interna del PDC y, ciertamente, nadie hablaba de otra alternativa en esos momentos. Sin embargo, la falange estaba inmersa en una profunda crisis interna, no demasiado distinta al resto de los partidos, y su postulación no generó suficiente consenso interno.
La elección de Yasna Provoste como presidenta del Senado y su gestión en torno a los mínimos comunes, que aglutinó a la oposición y consiguió algunos resultados, la catapultaron como opción presidencial. Tras muchas vacilaciones y resistencia, finalmente Provoste se allanó a una consulta ciudadana con los partidos que integraban el eje socialista, que demandaban este mecanismo para designar una postulación única del sector. Y entonces ganó para convertirse en la candidata del llamado nuevo pacto social.
Ciertamente Yasna Provoste ha tenido dificultades para posicionarse como la candidata de la centroizquierda. Partiendo por los problemas internos que ha tenido no tan solo el PS para cerrar filas en torno a quien proviene de las filas de la DC, por más que se identifique con los sectores progresistas de la falange. La decisión de la diputada Maya Fernández de apoyar a Gabriel Boric es tan solo la expresión de una desafección que cruza transversalmente el llamado eje socialista, que alcanza a la propia ex abanderada de ese partido, Paula Narváez (que ha guardado un celoso hermetismo en la campaña), así como a numerosos militantes y cuadros técnicos.
La centroizquierda vive una crisis. Qué duda cabe. De identidad, de proyecto e incapacidad de renovación de sus liderazgos. Se ha perdido buena parte del espíritu asociativo que marcó la lucha por la recuperación y consolidación democrática. No ha sido capaz de defender los innegables éxitos alcanzados por el país durante los últimos treinta años. Y tampoco instalar un relato de futuro convincente.
A todas luces Yasna Provoste no ha conseguido identificar su postulación con las propuestas de cambios y transformaciones que una mayoría del país demanda. Existe un peligroso sesgo de intentar marcar diferencias con Boric, antes que centrar la confrontación con el candidato de la ultraderecha, a quién debiera desplazar para instalarse en segunda vuelta. La insistencia del exministro Rene Cortázar por desacreditar las propuestas económicas de Boric, se inscriben en esa dirección.
Así no pareciera estar en su horizonte la posibilidad de establecer un pacto de apoyo reciproco en segunda vuelta o suscribir un pacto de gobernabilidad futura con el candidato de la izquierda.
Bien pudiera ser que un sector de la derecha y el empresariado decidiera, a ultima hora, apoyar a Yasna Provoste como el mal menor y la única opción real para impedir el triunfo de Gabriel Boric. Y seguramente se transformaría en una candidata verdaderamente competitiva si pasara a segunda vuelta. Pero existe una frontera que la candidata no puede cruzar, so pena de perder el precario apoyo del espectro socialista, que es convertirse en la candidata de la centroderecha. La candidata del orden y la restauración.
La relevancia de la próxima elección presidencial y parlamentaria
Con toda razón, los analistas políticos han definido la próxima elección presidencial y parlamentaria como la más relevante e incierta de los últimos años. Con un país azotado por la pandemia, enfrentado una fuerte crisis social, económica y política, que debe asumir un pesado legado del actual gobierno, con modestas proyecciones de crecimiento a futuro, alto endeudamiento, rezago en el empleo, agudizado conflicto en la Araucanía, en medio de un proceso constituyente y una violencia naturalizada.
JAK y Gabriel Boric representan no tan solo visiones polares en materia política, ideológica o programática, sino también dos visiones del país y su futuro. Kast no tan solo representa el continuismo sino la regresión a un pasado marcado por el autoritarismo. Se declara legitimo heredero de la obra del régimen militar y sus propuestas recogen ese legado. E interpreta a una derecha con dudosas credenciales democráticas.
Gabriel Boric, en cambio, representa el inconformismo y la rebeldía de las nuevas generaciones, criticas del proceso de transición y el legado concertacionista, que legítimamente aspiran a transformar. Como diría Winston Churchill, ser joven es “un defecto que se supera día a día”. Lo que le falta en experiencia (que se adquiere, en lo posible sin echar a perder) lo compensa con determinación y voluntad de cambio. Aunque algunas de sus propuestas pudieran pecar de maximalismo. Y muy pocos se asustan con el cuco comunista luego de la caída de la Unión Soviética y el derrumbe del muro de Berlín. El PC demostró durante la UP y el propio segundo gobierno de Michelle Bachelet, que es una fuerza política responsable. Y no sería hegemónica en un futuro gobierno.
La centroizquierda tiene algo más que desdibujada su identidad y proyecto político, por más que su propuesta programática, que guarda coincidencias con las del candidato de la izquierda, contribuyan a un solvente programa de gobierno, que recoge las demandas y transformaciones de una mayoría ciudadana.
Así se manifiestan las alternativas que enfrenta el país de cara a las próximas elecciones del 21 de noviembre, asumiendo que quien sea que gane la elección, deberá asumir complejos desafíos, que requieren de una amplia base de apoyo social y político, buscando acuerdos que aseguren gobernabilidad futura del país. Desafío mayor en el caso de Kast, que enfrenta un problema insuperable.