El fallo del Tribunal Internacional de la Haya sobre la “obligación de negociar un acceso al océano pacífico”, presentado por Bolivia en contra de nuestro país, basado en supuestos “derechos expectaticios”, ya está redactado y tiene fecha para darse a conocer. El próximo 1 de octubre a las 10 AM (hora de Chile).
El gobierno chileno, junto con llamar a la unidad nacional, ha sostenido que el país puede esperar con tranquilidad un fallo en donde no está en juego nuestra soberanía, asegurada por el Tratado de Paz y amistad suscrito en 1904 y que estableciera los límites definitivos entre ambos países.
El gobierno boliviano abriga otras esperanzas. Espera que el fallo obligue a nuestro país a negociar de buena fe una salida soberana al océano pacífico, como ha sido su persistente aspiración. Y lógicamente espera que el Tribunal Internacional acoja los supuestos derechos que nacerían de múltiples diálogos y negociaciones (también de algunas propuestas concretas como la de Charaña, en donde Chile ofreció un canje territorial) que permitiera resolver el problema de su mediterraneidad.
El mejor fallo que Chile pudiera esperar es que el Tribunal de La Haya, conforme a los antecedentes históricos, de hecho y de derecho aportados por su defensa, decidiera rechazar de plano la demandad boliviana. Pero en nada sirve al interés superior del país auto infringirse una derrota en la eventualidad que el fallo contenga algún matiz o invitación a retomar el diálogo bilateral para buscar soluciones satisfactorias para ambas partes.
Aún en el mejor escenario, el problema vecinal subsiste.
Chile debe acatar cualquier fallo que no afecte Tratados plenamente vigentes e intangibles, a menos que las partes, libremente, decidan modificarlos. Y no puede menos que acoger cualquier sugerencia o propuesta para retomar un diálogo bilateral para buscar un acuerdo que de satisfacción a ambas partes. Incluso si el Tribunal decidiese rechazar de plano la demanda boliviana.
Sin lugar a dudas, la aspiración boliviana de alcanzar una salida soberana al mar es punto menos que imposible de satisfacer por nuestro país luego que tanto Chile como Perú definieran sus fronteras como “estratégicas” y que muy pocos países en el mundo aceptarían interrumpir su integridad territorial para ceder un corredor a un país vecino (Croacia es uno de ellos).
Ello no exime a nuestro país de la necesidad de retomar las vías del diálogo bilateral (o trilateral si fuera posible) para explorar fórmulas que puedan satisfacer, al menos de manera parcial, la demanda boliviana. Y si bien no se puede cambiar la historia si se puede intencionar el futuro de dos países que seguirán compartiendo una frontera y que están llamados a cooperar para asegurar la paz, la cooperación y sana convivencia entre pueblos hermanos.
En nada contribuyen posturas arrogantes, agresivas o belicosas, de una y otra parte, para resolver un conflicto del siglo XlX, que debe ser enfrentado con criterios del siglo XXl, a través del diálogo bilateral.