Ya es notorio. Muchos de los que votaron por Piñera, confiando en la promesa de “tiempos mejores” se sienten defraudados, en corto plazo. Es más sorprendente, cuando la sensación la explicita un sector considerable de empresarios, con manifestaciones de impaciencia. Como el timonel de la SOFOFA, inquieto por, el retraso del gobierno para desplegar una auténtica “agenda pro crecimiento”. La presión apunta a una “simplificación tributaria”, que debiera traducirse, “eficazmente”, en rebaja de impuestos a las empresas, junto a modificaciones en la reforma laboral y agilización de proyectos de inversión.
“Chile requiere generar las condiciones para aumentar la tasa de inversión y de ahorro” sostuvo el empresario Pablo Echeverría en un reciente seminario organizado por Moneda Asset. Agregando que “tenemos que hacerlo, no mirando las deudas que arrastramos del siglo pasado, sino las demandas que nos plantea el siglo XXl. Está en manos del gobierno dar señales en ese sentido. No olvidemos que el tiempo deprecia no sólo el capital físico, sino también el capital político. Urge que aceleremos el paso de las reformas económicas”.
La inquietud es manifiesta. Sin desconocer las favorables señales, que proyectan una tasa de crecimiento en torno al 3,8 a 4 % para el presente año, las reservas surgen en torno a las previsiones para el año próximo y los siguientes.
En buena medida por factores externos, como la guerra comercial declarada por Estados Unidos a China, la crisis en Turquía, que impacta negativamente el valor de los comodities, entre ellos el cobre. Pero también por factores internos, como la falta de definiciones en materia tributaria o del sistema de pensiones. “Se postergan decisiones por consideraciones que eventualmente pueden implicar costos políticos, ahí si hay impaciencia” sostuvo el timonel de la SOFOFA.
Sebastián Piñera está inquieto con el manejo político, comunicacional y de expectativas, que instaló inicialmente su equipo económico, obligado luego a reconocer dificultades. Aunque el mandatario optó por no incluir al ministro de Economía en el reciente, limitado, luego terremoteado, cambio de gabinete, el ruido interno no es menor en el entorno presidencial.
Siguiendo instrucciones expresas de la Moneda, el ministro de Hacienda, junto con intentar morigerar las expectativas de uno y otro sector, hizo un llamado explicito a los empresarios para aumentar las contrataciones y adelantar proyectos de inversión. La réplica fue instantánea y se escuchó clarita. Las decisiones “no se mueven por emociones ni llamados”, sino por la realidad. Ésa que el empresariado asume como compleja.
Por estas razones, el ministro de Hacienda ha iniciado una intensa agenda de consultas con el sector empresarial, buscando concordar una propuesta de “simplificación tributaria” que el gobierno ha comprometido enviar al parlamento, mientras afina el ajuste a la reforma del sistema previsional, que también entraría al parlamento en las próximas semanas, junto con modificaciones a la reforma laboral. Algunas de éstas la Dirección del Trabajo busca implementarlas por la vía interpretativa o administrativa.
Ciertamente no bastará consensuar estos temas complejos con las cúpulas empresariales que instalan sus condiciones para nuevas inversiones. Es necesario discutirlos en un parlamento, donde el gobierno no cuenta con mayoría.
Estas definiciones condicionarán la relación futura entre el gobierno y los empresarios, poniendo a prueba el manejo político de La Moneda, en un ámbito más que decisivo para las expectativas del oficialismo, que conoce de turbulencias no esperadas