La oposición se tomó unas largas vacaciones veraniegas, dejándole toda la iniciativa al gobierno. Algo coherente con su conducta desde que asumió Piñera, mostrando escasa capacidad de propuestas y sólo una limitada reacción frente al oficialismo.
Para ser justos es preciso reconocer que su tarea no es fácil. En primer lugar porque se trata de una oposición diversa, disgregada, dividida y por momentos desconcertada. Sin diseños de mediano o largo plazo.
Para ser justos es preciso reconocer que su tarea no es fácil. En primer lugar porque se trata de una oposición diversa, disgregada, dividida y por momentos desconcertada. Sin diseños de mediano o largo plazo.
Con un centro político que privilegia su búsqueda de identidad con una política de apertura al diálogo y acuerdos con el gobierno. Ello podría ser una virtud compartida por el conjunto de la oposición, a condición de establecer claramente fronteras y límites, a partir de sus propias convicciones y propuestas, para establecer hasta donde se puede negociar y cuando confrontar. Y tan importante como lo anterior es la tarea de procesar sus diferencias con el resto de la oposición, privilegiando acuerdos y compromisos que fortalezcan su capacidad negociadora, evitando el oportunismo y el cuestionable rol de partidos bisagras.
Por su parte, el Frente Amplio, la variopinta agrupación de movimientos y partidos en formación – que irrumpió con inusitada fuerza en las pasadas elecciones para constituirse en un tercer bloque que se asume como una alternativa a los tradicionales que dominaron la escena política los últimos 25 años – aún no termina por decantar, definir un proyecto de largo plazo y su política de alianzas. Con serias divergencias en su interior. Por ejemplo en materias de política económica, internacional y su estrategia electoral.
Al medio -como jamón del sándwich – se encuentran los partidos de la izquierda que integraron la Nueva Mayoría, fuertemente impactados y desconcertados por la estruendosa derrota electoral sufrida en las pasadas elecciones.
Obsesionados por la idea de reconstruir la mayoría social y política que les permitió derrotar los afanes continuistas de la dictadura, recuperar la democracia e inaugurar un largo y exitoso ciclo de estabilidad política, desarrollo económico y social, buscan afanosamente la unidad amplia y sin exclusiones del conjunto de la oposición. Un proceso en que hasta ahora no consigue eco del centro político ni del propio Frente Amplio.
Obsesionados por la idea de reconstruir la mayoría social y política que les permitió derrotar los afanes continuistas de la dictadura, recuperar la democracia e inaugurar un largo y exitoso ciclo de estabilidad política, desarrollo económico y social, buscan afanosamente la unidad amplia y sin exclusiones del conjunto de la oposición. Un proceso en que hasta ahora no consigue eco del centro político ni del propio Frente Amplio.
El resultado es un vacío político. Una oposición errática, desordenada, fragmentada, que no trasciende el plano meramente reactivo, ni tan siquiera en todos los temas relevantes, para proponer una agenda alternativa o complementaria a la del oficialismo.
Algunos esfuerzos se han hecho. Es de justicia reconocerlo. El presidente saliente del Senado, Carlos Montes, en conjunto con las bancadas de senadores de oposición, hizo esfuerzos por generar consensos en temas como la reforma o contra reforma tributaria propuesta por el gobierno. Algo parecido sucede en materia de reforma del sistema previsional, que la oposición ha definido como la primera prioridad legislativa de este año, marcando la necesidad de discutirla en conjunto con la reforma tributaria. Y algunos criterios se han avanzado en relación a la contra reforma laboral que anuncia el gobierno. Pero no mucho más.
Quizás se pueda anotar la voluntad del conjunto de la oposición de buscar un acuerdo con el gobierno en materia de orden y seguridad, cuyos resultados deberían conocerse en las próximas semanas y que no sólo apuntan a políticas de seguridad interna sino también a la profunda crisis que afecta a las FF.AA.
En este inventario se podría señalar el esfuerzo de la oposición para mejorar el defectuoso proyecto de Aula Segura, propuesto por el gobierno para enfrentar focos de violencia en algunos liceos de la capital. O los esfuerzos por acercar posiciones con el gobierno respecto del proyecto de “modernización” tributaria propuesto por el Ejecutivo.
El resultado es un vacío político. Una oposición errática, desordenada, fragmentada, que no trasciende el plano meramente reactivo, ni tan siquiera en todos los temas relevantes, para proponer una agenda alternativa o complementaria a la del oficialismo.
La crisis venezolana y la política asumida por el gobierno dividieron las opiniones al interior de la oposición. Algunos sectores del Frente Amplio y el Partido Comunista siguen defendiendo el régimen de Maduro, criticando solamente lo que describen como una política injerencista y seguidista del Departamento de Estado norteamericano, en tanto que otros, reconocen abiertamente una crisis gubernamental y demandan una salida pacífica y democrática a la misma, criticando también el excesivo alineamiento y búsqueda de protagonismo del gobierno chileno en el proceso venezolano.
La declaración de ex cancilleres, ex embajadores y figuras políticas de oposición, ha cuestionado el alineamiento oficial y la búsqueda de protagonismo que llevó Piñera a Cúcuta para participar en el abortado proceso de distribución de la modesta colaboración chilena, ampliando los reparos a diversas decisiones del gobierno sobre política exterior (como la no suscripción del pacto medio ambiental y el pacto de migraciones suscritos por la mayoría de los países que integran la ONU) que lo apartan de la tradicional política exterior chilena como una política de Estado.
El tema de los pueblos originarios es otro gran pendiente, que ciertamente el llamado Plan Araucanía propuesto por el ministro Alfredo Moreno está lejos de cubrir. Más allá de que el caso Catrillanca haya implicado un grave traspié y que la violencia se incremente en la zona, bajo un cuestionamiento cruzado de diversos grupos sectoriales a la gestión gubernamental.
Pero es más que evidente que la oposición está en deuda con el país. No tan sólo con sus militantes y adherentes. Su mayor pecado hasta ahora es el de la omisión en temas relevantes que integran la agenda país. La política de infancia constituye aún un gran pendiente. Aún no logra reformularse el servicio nacional de la infancia ni menos una política de protección.
El tema de los pueblos originarios es otro gran pendiente, que ciertamente el llamado Plan Araucanía propuesto por el ministro Alfredo Moreno está lejos de cubrir. Más allá de que el caso Catrillanca haya implicado un grave traspié y que la violencia se incremente en la zona, bajo un cuestionamiento cruzado de diversos grupos sectoriales a la gestión gubernamental.
Los temas vinculados al crecimiento económico y desarrollo inclusivo, que tanto parecen preocupar al gobierno y los empresarios, no han sido objeto de un real y profundo debate nacional, más allá de las reivindicaciones empresariales para bajar impuestos, flexibilizar el mercado laboral y solicitar nuevos incentivos a la inversión. Las propuestas formuladas por el senador Carlos Montes en la última reunión de la ENADE, en donde proponía una serie de medidas, como reorientar las exenciones tributarias e incentivos al emprendimiento, no han conseguido instalar necesario debate con el gobierno y los propios empresarios,
Un año político decisivo
La lista de temas relevantes que no han sido asumidos es larga. Desde la política de infancia hasta la tercera edad, pasando por el proceso constituyente, la descentralización (que puede derivar en nuevos conflictos institucionales a partir de la elección de gobernadores regionales sin delegar atribuciones ni recursos propios), la modernización del Estado, la política exterior del país, la integración regional, el Desarrollo inclusivo y la lucha en contra de las desigualdades, el medio ambiente, infraestructura, y muchos más.
Pero al menos el gobierno tiene claro cuáles son sus prioridades políticas y legislativas para este nuevo año que se inicia con la visita de mandatarios latinoamericanos de centro derecha o ultraderecha como Jair Bolsonaro, para lanzar la iniciativa de PROSUR. Sus prioridades legislativas se concentran en la llamada agenda dura constituida por las reformas tributaria, previsional y laboral
Es más que dudoso que el actual gobierno y la propia derecha en su más amplia diversidad (ultra derecha, nacionalistas, evangélicos, centro derecha, neo liberales o liberales) tengan en mente otro proyecto de futuro como no sea la vaguedad de llegar a ser un país desarrollado (¿) al más breve plazo. Tampoco que ese pueda ser un proyecto compartido.
Pero al menos el gobierno tiene claro cuáles son sus prioridades políticas y legislativas para este nuevo año que se inicia con la visita de mandatarios latinoamericanos de centro derecha o ultraderecha como Jair Bolsonaro, para lanzar la iniciativa de PROSUR. Sus prioridades legislativas se concentran en la llamada agenda dura constituida por las reformas tributaria, previsional y laboral.
Sí parece evidente que el llamado progresismo, incluyendo al centro y al conjunto de la izquierda, no tienen ni comparten un proyecto de futuro luego de la crisis de los llamados Estados de Bienestar y el crecimiento de las opciones de ultraderecha populistas que avanzan en todo el mundo.
Sí parece evidente que el llamado progresismo, incluyendo al centro y al conjunto de la izquierda, no tienen ni comparten un proyecto de futuro luego de la crisis de los llamados Estados de Bienestar y el crecimiento de las opciones de ultraderecha populistas que avanzan en todo el mundo.
Ni tan siquiera logran perfilar un diagnóstico convincente acerca de las causas de su propia derrota y las razones que explican el avance de la ultra derecha. El descrédito y desprestigio de la política y los partidos, así como el evidente debilitamiento de las instituciones democráticas, tienen causas más profundas que los fenómenos vinculados a la corrupción y las malas prácticas políticas, aún cuando puedan contribuir a explicarlos.
En primer lugar esa es una derrota cultural no tan solo de las izquierdas y movimientos progresistas, sino también de los sistemas democráticos y de la política. El retorno a los nacionalismos y chauvinismos aparece como una reacción a un proceso de globalización que concentra la riqueza en Chile y el mundo. La consigna de EE.UU. primero se replica en diversas latitudes, como es el caso de Italia, España, Rusia o Brasil, y se expresa en manifestaciones xenófobas y nacionalistas como las que hemos conocido.
Representa el agotamiento de los llamados Estados de Bienestar, incapaces de proporcionarlo en sus países de origen, con la perdida de los sentidos colectivos y el retorno al individualismo.
En primer lugar esa es una derrota cultural no tan solo de las izquierdas y movimientos progresistas, sino también de los sistemas democráticos y de la política. El retorno a los nacionalismos y chauvinismos aparece como una reacción a un proceso de globalización que concentra la riqueza en Chile y el mundo. La consigna de EE.UU. primero se replica en diversas latitudes, como es el caso de Italia, España, Rusia o Brasil, y se expresa en manifestaciones xenófobas y nacionalistas como las que hemos conocido
Es la incapacidad de la política democrática y progresista de ofrecer renovadas respuestas a los desafíos del presente y del futuro.
Este es el contexto en donde la oposición chilena, en su más amplia diversidad y heterogeneidad, esta desafiada a renovar sus proyectos y propuestas, retomar sus vínculos con la sociedad, escuchar sus demandas y elaborar respuestas convincentes y atractivas.
Este es el contexto en donde la oposición chilena, en su más amplia diversidad y heterogeneidad, esta desafiada a renovar sus proyectos y propuestas, retomar sus vínculos con la sociedad, escuchar sus demandas y elaborar respuestas convincentes y atractivas.
En lo inmediato, la oposición está desafiada a detener el proceso de dispersión y disgregación. Partiendo por respetar los acuerdos de administración que suscribiera para elegir a sus representantes a la cabeza de la Cámara de Diputados y el Senado, avanzando en acuerdos políticos vinculantes no tan sólo para enfrentar la agenda gubernamental sino también para proponer sus propias prioridades políticas y legislativas y transformarse así en una oposición eficaz, incidente y gravitante, con capacidad no tan sólo reactiva sino también propositiva.
Este es un año decisivo tanto para el gobierno como para la oposición, en el que ambos se juegan su futuro. Lo que hagan o dejen de hacer en este año político que se inicia bien puede marcar su destino en el corto, mediano y largo plazo.
En más de un sentido el actual gobierno ha constituido una decepción para muchos de sus adherentes y no pocos de quienes lo votaron como el mal menor en segunda vuelta. Esa decepción no ha sido capitalizada hasta ahora por la oposición. En ninguna de sus variantes. Básicamente porque hasta ahora no ha estado a la altura de sus responsabilidades y la mayoría del país no sabe aún que puede ofrecer a futuro.
En más de un sentido el actual gobierno ha constituido una decepción para muchos de sus adherentes y no pocos de quienes lo votaron como el mal menor en segunda vuelta. Esa decepción no ha sido capitalizada hasta ahora por la oposición. En ninguna de sus variantes. Básicamente porque hasta ahora no ha estado a la altura de sus responsabilidades y la mayoría del país no sabe aún que puede ofrecer a futuro.
Las largas vacaciones del verano terminan con el Festival de Viña. Y se viene marzo.