¿Qué fue a hacer José Antonio Kast a EE.UU. a menos de tres semanas de la segunda vuelta? Si fue para demostrar una dimensión de estadista, la reunión con el senador republicano, Marco Rubio, fiel admirador de Piñera, integrante del ala más conservadora del Partido Republicano (tea party), financiado por la asociación del rifle y el mas anticastrista de los republicanos, no le ayuda en nada. Tan solo refuerza su identidad ultraderechista.
La única explicación plausible y que daría sentido a su intempestiva y extemporánea gira, es que tuviera agendada una reunión con Franco Parisi y que este accediera a apoyarlo públicamente. Pero, aparentemente, no fue así. O Parisi desistió de la cita. Lo cierto es que su visita a EE.UU. no le aporta ningún voto.
Kast le sacó dos puntos de ventaja a Boric en la primera vuelta y partió con una cierta ventaja la carrera por la segunda vuelta. Pero no pasaron diez días y las encuestas le arrojaron un balde de agua fría a sus expectativas.
Boric encabeza las preferencias para ganar la segunda vuelta. Así lo dicen todas las encuestas. Por diferencias que van desde los cuatro a los veinte puntos. Rápidamente logró el respaldo de los socialistas, radicales, Nuevo Trato y PPD. Marco Enríquez le ha entregado su apoyo. Y también de la Democracia Cristiana, en un gesto que honra a su presidenta, Carmen Frei, a Yasna Provoste, Carolina Goic, Carolina Leitao. Ricardo Ffrench Davis, Roberto Zalher, y a la inmensa mayoría de ese partido que, pese a sus diferencias y no pocos desencuentros, resolvió apoyar al candidato de la izquierda. Sin condiciones ni exigencias.
Pero Gabriel Boric no tan sólo ha sumado siglas partidarias. Según esas mismas encuestas, un porcentaje mayoritario de los votantes de Parisi (aquellos que tienen decidido votar en segunda vuelta) se inclinarían por el candidato de la izquierda, en tanto que Sichel pone condiciones para hacer un gesto de apoyo al candidato de la ultraderecha, que su comando rechaza con indignación.
Y a diferencia de la primera vuelta, la campaña de Boric en esta segunda ronda muestra claros signos de vitalidad. Izquia Siches, una de las figuras mejor evaluadas de la oposición, no dudó en renunciar a la presidencia del Colegio Médico para asumir el comando de la campaña. El ex presidente Ricardo Lagos hace público su respaldo. Recibe el apoyo del mundo de la cultura, no tan solo de Chile sino del exterior, de mujeres por la vida, de las asociaciones de derechos humanos, de organismos gremiales. Se multiplican los comandos ciudadanos y se nota un mayor despliegue territorial. Hasta un sacerdote de las zonas extremas se pronuncia a su favor. Las redes sociales se llenan de mensajes de apoyo, canciones y muestras de apoyo, llamando a votar a los indecisos y a quienes no lo hicieron en la primera vuelta.
La derecha está preocupada y no le faltan razones. José Antonio Kast representa una opción extrema. Las interrogantes apuntan a la gobernabilidad que puede garantizar. Sus propuestas programáticas, que hoy muchos de sus nuevos partidarios buscan morigerar, van en contra del sentido común. Como bajar los impuestos, eliminar el ministerio de la mujer, desahuciar los acuerdos 2030 con Naciones Unidas, terminar con el instituto Nacional de Derechos Humanos. Y se mantiene la interrogante sobre el indulto a los habitantes de Punta Peuco. A su respetado Krassnoff Martchenko y sus secuaces.
Sebastián Sichel no tan sólo demora el gesto que con tanta urgencia demandan muchos de sus partidarios, sino que se dio el lujo de poner nueve condiciones en materia programática para formalizar su apoyo. Una iniciativa que, con razón, ha sido interpretada como un verdadero ataque en contra del candidato republicano, rechazada con energía por su comando y la UDI.
“El gobierno no puede ser neutral en esta elección” ha afirmado el ministro de Educación, mostrando la desesperación que cunde en el oficialismo. Faltaría saber si Kast aspira a aferrarse a este verdadero “salvavidas de plomo” de un gobierno que no supera el 20 % de apoyo y cerca del 80 % de rechazo.
La participación ciudadana en segunda vuelta
Quedan dos semanas de campaña. Al menos dos debates presidenciales y la franja televisiva. Poco tiempo para la campaña del terror, pero muchos días para el despliegue territorial. Tradicionalmente, en la segunda vuelta vota menos gente que en la primera. Y la consigna de ambos comandos es romper la tendencia. Los votos de Parisi se convierten en el oscuro objeto del deseo tanto para Kast como para Boric. Y el ex candidato no se deja querer. Por más que ambos candidatos de segunda vuelta descubran insospechadas coincidencias programáticas con el populista programa (si es que merece ese apelativo) de Parisi.
Las elecciones se gana con votos y no con encuestas. Si vota mucha gente, en especial en sectores populares, regiones y comunas pequeñas, Boric podría ganar con cierta holgura. JAK tiene menos espacio para crecer.
Cualquiera sea el desenlace, el país enfrentará un escenario muy distinto al de antes de la primera vuelta. En estricto rigor, la elección parlamentaria dibujó un nuevo mapa político, bastante complejo, que incrementa la dispersión y disgregación. Con una derecha, en donde se suma a republicanos y Chile Vamos, que controla la mitad del Senado y una importante cuota de diputados, mientras que la oposición se fragmenta aún más con la incorporación del partido de la gente e independientes, tornando mas compleja la posibilidad de construir mayorías estables.
Aquello que parece tranquilizar a los mercados, más que contribuir a un equilibrio político, como sostienen algunos, contiene el riesgo de un empate catastrófico, que no tan solo pone fin a toda aspiración “refundacional” que podrían albergar algunos sectores, sino que podría llevar a un verdadero “bloqueo parlamentario”, que implica un severo obstáculo para la gobernabilidad del país.
Ninguno de los aspirantes a La Moneda contará con mayorías parlamentarias estables y debería construir acuerdos en un laborioso y complejo proceso de articulación política.
Ciertamente ello involucra también mayores restricciones al proceso constituyente, diluyendo la posibilidad de plebiscitos dirimentes, o cualquier otra fórmula para sortear el quórum de los dos tercios establecido en el acuerdo del 15 de noviembre.
Es más que evidente que un eventual triunfo de JAK representa una amenaza para el proceso constituyente. Estuvo abiertamente por el rechazo y ha mantenido fuertes críticas acerca de la forma y contenidos de los debates en la convención. Y bien pudiera encabezar la opción por el rechazo a una nueva constitución en el plebiscito ratificatorio.
Los representantes de la derecha minoritaria y algo fragmentada en la convención más que inquietarse, emplean como arma propagandística un eventual acortamiento del período presidencial. Propuesta que no tiene acogida por extemporánea, cuando aún no se entra en los debates de fondo.
Las preguntas para el día después
El tiempo de campaña pasa rápido y en el fragor de la campaña los árboles no permiten ver el bosque futuro.
Cualquiera sea el resultado es claro que el país enfrenta un complejo escenario, marcado por la crisis sanitaria y social, bajas proyecciones de crecimiento y debates muy de fondo no zanjados (como una nueva reforma tributaria, la reforma previsional, el sistema de salud, una nueva constitución, por mencionar los mas importantes). Y puede enfrentar una crisis de gobernabilidad. Basta con apreciar el desfonde temprano de la actual administración de Piñera y su ausencia de horizonte.
Un difícil escenario y una pesada herencia para el gobierno que deba asumir el próximo 11 de marzo, que pondrá a dura prueba su capacidad de articular mayorías plurales, sociales y políticas, que puedan dar sustento a un proceso de cambios o restauración.
Es claro también que, tras este desenlace, los diversos partidos y coaliciones deberán abocarse a un ineludible proceso de reflexión autocrítica, rearticulación y renovación de contenidos.
Partiendo por el actual oficialismo, que debió plegarse a un candidato alternativo que condena su gestión presidencial. No son pocos al interior de Chile Vamos que sostienen que dicha coalición dejó de tener sentido y vigencia y que es necesario avanzar hacia una coalición, que difícilmente puede albergar la diversidad que hoy se advierte en la derecha y la centro derecha. Todo apunta a que deberán ordenarse en torno a lo que representa JAK en caso de ganar, u optar francamente por una rearticulación si es derrotado.
Un proceso también ineludible para los vapuleados partidos de la centroizquierda, ciertamente no sólo para el PDC, como principal damnificado. También para el llamado eje socialista, que no logró levantar una opción presidencial competitiva, reduciendo su votación y representantes al parlamento. El Frente Amplio le propinó un “sorpasso”, ocupando parte importante de su espacio político.
No es del todo evidente que entre los sectores de izquierda unidos tras la opción presidencial de Boric exista un sendero de futuras convergencias. El propio Frente Amplio, como eje de un eventual futuro gobierno, está desafiado a definir claramente su identidad y proyecto de futuro. Boric debe definir con qué sectores buscará gobernabilidad a su gobierno.
Lo ineludible es que seguirán proliferando los partidos personalistas, que responden a un líder o un caudillo, más que a un programa o matriz ideológica, así como movimientos antisistémicos, que ven el espacio político y social para desplazar a los partidos tradicionales.
La democracia necesita de partidos sólidos, fuertes, con definiciones ideológicas consistentes con una nueva realidad y proyectos políticos, que puedan competir y colaborar tras objetivos superiores. Todo aquello dentro de las reglas de un sistema democrático.
Buena parte de eso se juega ya en esta carrera corta con la vista puesta en el 19 de diciembre.