Por segunda semana consecutiva se manifestaron bajas en las mediciones de apoyo al gobierno y el mismo Sebastián Piñera. Así lo registra la encuesta Cadem. Cifras refrendadas por Criteria Research, que marca una caída de 11 puntos en la aprobación del mandatario en la última quincena.
Ello coincide con una ofensiva mediática desde Palacio anunciando impulso para numerosos proyectos estancados en el Congreso (como la ley reservada del cobre o la reforma del SENAME) incorporándoles modificaciones y publicitadas como nuevas iniciativas.
Y aunque las cifras no son para alarmarse (aún), prendieron las alarmas en la Moneda y la preocupación se extendió a los partidos de la coalición oficialista y sus multiplicados aspirantes a precandidatos presidenciales, con expectativas en una larga sucesión. Para los próximos 8, sino 12 e incluso 20 años, como señaló el senador Manuel José Ossandón.
La buena noticia para el oficialismo es que la baja del gobierno no logra ser capitalizada por la oposición, cuyos niveles de aprobación permanecen estancados
Resulta fácil atribuir las malas señales para el gobierno a las desacertadas declaraciones de la dupla VA-Va (Gerardo Varela, José Valente), pero tanto personeros del oficialismo como de la oposición apuntan a temas más de fondo que explicarían el fenómeno. Algunos lo atribuyen a problemas comunicacionales y errores no forzados del gobierno pero no pocos apuntan a la economía y el relativamente alto desempleo (7,2 %).
Directivos de los centros de estudios de opinión pública lo explican como una defraudación de las altas expectativas generadas por la campaña presidencial de Sebastián Piñera quién, junto con acentuar un panorama catastrofista acerca del estado en que recibiera la economía, prometió una impetuosa reactivación y creación de nuevos empleos de calidad. Claro, se repitió hasta el cansancio:“vendrán tiempos mejores”.
Y aunque las cifras economía transmiten reactivación, con un IMACEC superior al 5 % en el último mes, ello no se proyecta a la vida de los ciudadanos. El cierre de la planta de IANSA en Linares, así como de algunas otras empresas en la séptima región, refuerzan la imagen de una economía que no acaba de despegar. Si bien se proyecta un crecimiento anual en torno al 3,8 o 4 % para el presente año, nada asegura que se pueda mantener el ritmo para los años venideros. Sobre todo con la amenaza de una guerra comercial entre EE.UU. y China.
Tampoco el sector empresarial parece muy conforme por lo mostrado por el gobierno en estos cinco primeros meses de gestión, marcados por un lento y dificultoso proceso de instalación, errores no forzados y un cierto retraso por instalar una agenda sustantiva que satisfaga sus propias expectativas en materias como la prometida “simplificación” para la reforma tributaria (que incluya una rebaja del impuesto a las empresas), los trámites de aprobación medio ambiental de los proyectos de inversión y los aspectos más controvertidos de la reforma laboral
El gobierno no ignora las complicaciones. Por lo mismo, junto con llamar a la calma y demandar paciencia a sus grupos de apoyo, intenta moderar las expectativas, garantizando que está haciendo sus tareas, con un balance positivo de estos primeros meses de gestión. Una instrucción rápidamente recogida por el titular de Hacienda, llamando a mantener la confianza en el futuro de la economía.
Veremos lo que trasuntan esas futuras mediciones que inquietan en palacio. Nunca tanto, mientras la oposición (ó las oposiciones) no consiga capitalizarlo.