La aproximación de las elecciones del próximo mes de abril coinciden con un fuerte incremento de la cifra de contagios y servicios sanitarios al borde del colapso. En estas circunstancias parece sensato, como ha propuesto el Colegio Médico, evaluar, a fines de mes, las condiciones para su realización.
Así , pese a las elusiones de buena parte de los ya proclamados aspirantes a esta trascendente elección de gobernadores regionales, alcaldes, concejales y miembros de la Constitución Constituyente, lo relevante es asegurar la vida y salud de las personas y que estas contiendas ciudadanas se pueden postergar un mes, o algo más, sin graves trastornos para nuestro sistema democrático.
No se trata de poner a la democracia en un congelador, como han afirmado algunos. Tan solo de tomar las adecuadas medidas para garantizar un seguro ejercicio de los derechos y deberes ciudadanos. Y tan importante como lo anterior, reforzar los servicios sanitarios para atender esta emergencia, así como la acción del Estado para apoyar a los sectores golpeados por la crisis.
Es verdad que los chilenos y chilenas participamos masivamente en el plebiscito que aprobó el proceso constituyente en plena pandemia sin trastornos graves y con las debidas precauciones, pero no teníamos las actuales cifras de contagio y el serio riesgo del colapso de los servicios sanitarios.
La duda es si, en 30 o más días, la situación sanitaria del país mejorará, como se pretende, coincidiendo con el avance del proceso de vacunación o, por el contrario, se mantendrá o incluso se agravará, como sucede en varios países de la región y otros del planeta.
La comunidad científica no entrega respuestas definitivas sobre la amenaza sanitaria de un agresivo virus en mutación constante, con la aparición de nuevas cepas, presuntamente más contagiosas, sin tener claro si las múltiples vacunas que hoy se aplican en diversas latitudes son eficaces para combatirlo. Y alguna de esas vacunas hoy están en análisis, por posibles efectos perniciosos.
Todos los gobiernos, algunos mas que otros, cruzan aciertos y errores en el maneja de la crisis sanitaria. Algunos por tratar de minimizarla o incluso ignorarla. Otros por no resolver adecuadamente la tensión entre la emergencia sanitaria y la necesidad de recuperar “una nueva normalidad” que reactive la economía.
De poco sirven hoy los rankings y comparación entre quienes lo han hecho mejor y peor. Todos los países, incluido el nuestro, han debido ir aprendiendo de sus éxitos y de sus errores y a los ciudadanos lo que verdaderamente les importa es que las autoridades desplieguen sus mejores esfuerzos para enfrentar la crisis sanitaria, económica y social generada por la pandemia.
El mundo ha cumplido un año viviendo en condiciones de emergencia, con aislamiento social, usando mascarillas, sin clases presenciales, muchos con trabajos a distancia, otros sin trabajo y no pocos, entre ellos los trabajadores de la salud y los servicios esenciales, debiendo concurrir a sus lugares habituales de trabajo, con serio riesgo para su seguridad.
Sin lugar a dudas ello genera graves trastornos para la vida cotidiana, fatiga y daño para la salud mental. Mucho se enfatizan las trasgresiones a las medidas sanitarias por parte de grupos minoritarios, pero pocos destacan el ejemplar cumplimiento de las normas por parte de la inmensa mayoría de los ciudadanos, con enormes sacrificios humanos y afectivos.
Mas tarde o mas temprano el mundo superará la crisis sanitaria y ciertamente tomará mucho más tiempo la recuperación de la profunda crisis social y económica que ha generado. Es preciso asumir que nada será igual que antes de la pandemia, se han incrementado notablemente los niveles de pobreza y endeudamiento, especialmente en los países en desarrollo, incluyendo nuestra propia región. Que el capitalismo salvaje simplemente no es sostenible, como es intolerable la extrema concentración de la riqueza. Que es indispensable generar un nuevo orden político, económico y social, más justo, solidario y sustentable.
Aproximaciones electorales
De aquello precisamente se tratan las elecciones. No tan solo para elegir nuevas autoridades sino para fijar los nuevos rumbos en que debe orientarse los destinos del país. Se juega una salida a la crisis sanitaria, económica y social que responda a las principales demandas sociales expresadas durante el estallido social.
El verdadero dilema que enfrenta el país en las próximas elecciones es el de avanzar en un proceso de cambios y transformaciones estructurales para construir un nuevo orden político económico y social mas justo, inclusivo o solidario o prolongar, e incluso profundizar la crisis, con los intentos de restauración del viejo orden.
La derecha enfrenta un serio dilema a la hora de elegir un candidato que represente fielmente sus ideas luego que Joaquín Lavín, que lidera las encuestas, propusiera un gobierno de “convivencia nacional”, que recogiera las ideas socialdemócratas en el terreno económico y social. Ello bien puede ser una hábil estrategia de campaña, en uno de los sucesivos vuelcos de Lavín en su trayectoria política pero no deja de generar inquietudes en su propio partido. Jacqueline Van Ryselberghe, ex presidenta de la UDI ha declarado que no votaría por Lavín en las primarias y un sector de la UDI, que bien puede ser mayoritario, comparte los recelos y hoy parece mas cerca del extremo de José Antonio Kast que de el actual alcalde de Las Condes.
Ignacio Briones, el candidato de Evopoli y Sebastián Sichel – con apoyo fuerte de un sector del empresariado – según Evelyn Matthei no prenden en la ciudadanía ni convencen a los partidos de la derecha, manteniéndose razonables dudas de que la propia alcaldesa tenga opciones en una primaria del sector, mientras las pretensiones del RN Desbordes reciben cruzado “fuego amigo” boicoteando sus porfiadas pretensiones a una candidatura para suceder al vapuleado Sebastián Piñera.
En la oposición el escenario continúa sin mayores sorpresas. Es evidente que el PC Daniel Jadue mantiene su opción para convertirse en el candidato de la alianza de la izquierda, aun cuando sectores del Frente Amplio insisten en la idea de una primaria amplia de la oposición, asumiendo que la Democracia Cristiana se restaría a ese proceso, abriendo paso a una opción más abierta de izquierda, como una propuesta compartida por sectores de la Unidad Constituyente(UC).
Pero aquello tiene mucho de espejismo. El PS y el PPD han reafirmado su decisión de levantar un candidato (a) único a las primarias de la UC sin que aun se clarifique el mecanismo para resolver la competencia entre Heraldo Muñoz y Paula Narváez, uno (a) de lo(a)s cuales debería luego medir fuerzas con la DC Ximena Rincón y Carlos Maldonado de PRSD.
Las elecciones de abril (o mayo) dibujaran un nuevo mapa político en el país y todo apunta a que la derecha mantendrá un tercio del electorado. Y habrá que ver como se dirime la competencia, impulsada por el PC y sectores del Frente Amplio, por desplazar a la denominada centro izquierda como la principal fuerza de oposición.
Otra cosa es la segunda vuelta y quienes serán los candidatos (as) que inscriban su nombre en esa papeleta, pero todo apunta a que al menos uno (a) tendrá nombre de mujer, En consonancia con los tiempos.
Sobre la entrevista a Mauricio Hernández Norambuena
“No comparto tus ideas, pero daría mi vida por tu derecho a expresarlas”(se le atribuye a Voltaire con muchas dudas, pero da pie a un debate interminable y válido)
La entrevista del periodista Eduardo Fuentes a Mauricio Hernández Norambuena, el “comandante Ramiro”, que cumple larguísima condena, con aislamiento especial, en la Unidad de Alta Seguridad de la Región metropolitana, ha causado un gran revuelo y numerosas reacciones oficiales y políticas, con mucho fervor y pasión por parte de autoridades de gobierno, la UDI y diversos personeros de la derecha, así como de algunos de los familiares del ex senador Jaime Guzmán, manifestando dolor y condena por una conversación en que se acusa apología de la violencia.
No dejan de sorprender estas reacciones frente a un legítimo ejercicio periodístico de un medio de comunicación en virtud de la libertad de expresión. No es la primera entrevista a una persona que cumple condena por delitos tanto y, ciertamente, más graves y múltiples que los cometidos por el ex frentista Hernández Norambuena. Frescas están en la memoria de buena parte del país las realizadas desde Punta Peuco y otros lugares al ex director de la Dina, Manuel Contreras Sepúlveda y otros ex miembros de los servicios de seguridad, condenados por múltiples crímenes de lesa humanidad.
Ningún dirigente de la derecha alzó entonces la voz para protestar por aquello que no pocos de ellos aún continúan validando o justificando sin muchas sutilezas y evidentes ambigüedades, por decir lo menos. Se evidencia así un manifiesto doble estándar, que solo se puede explicar a partir de las ideologías y no de una correcta interpretación de la libertad de expresión y correcto ejercicio del periodismo.
Es verdad, como sostiene Gendarmería, que el medio no solicitó la entrevista por canales regulares y ciertamente lo habría sido negada. Con todo y, en lo esencial, resulta innegable, como ha quedado en evidencia, la relevancia e impacto periodístico de una entrevista hecha con rigor profesional, seria y exigente, que la he permitido a la opinión pública conocer antecedentes no tan solo de un crimen repudiable, como el del exsenador Jaime Guzmán, sino también de la lógica de una organización armada que operó en los últimos años de dictadura y además en los inicios del retorno a la democracia.
Mauricio Hernández Norambuena no es, en rigor, un prisionero político. Fue juzgado y condenado no tan solo en Chile sino también en Brasil por crímenes y delitos comunes como el secuestro de personas y otros igualmente graves. El asesinato del exsenador Jaime Guzmán, en cuya planificación participó responsablemente fue mucho más que un error, como sugirió parcialmente Hernández Norambuena en su entrevista. Se trató de un crimen y un grave atentado en contra de la democracia reconquistada. Su pretensión de ejercer “justicia” por mano propia viola toda norma de una democracia.
La derecha, los medios que apoyaron de manera acrítica al régimen militar y lo hacen con el actual gobierno, deben tener mucha prudencia a la hora de hablar de una libertad de expresión que durante larguísimos años negaron, ocultando y validando así precisamente crímenes de lesa humanidad. La esencia de esa libertad es expresarse sin censura previa y hacerse responsable por sus dichos.
En democracia efectiva es una exigencia condenar la violencia criminal. Institucional o contestaria. Ayer, hoy y mañana