Durante las últimas semanas el titular de Defensa había dado suficientes testimonios de su orgullo por el comportamiento profesional y cada vez más transparente de las instituciones armadas. Algo no tan diferente al discurso oficial en la última década.
Paradojalmente ello ocurre a la par de una secuencia de escándalos que han marcado el transitar de las fuerzas armadas y carabineros por largos períodos.
Se cruzan acontecimientos vinculados al legado de crímenes de lesa humanidad, que aún penan en las instituciones de la Defensa, a millonarios fraudes que se investigan judicialmente, comprometiendo a altos mandos y, también a montajes represivos recientes, como la denominada Operación Huracán en la Araucanía.
Se cruzan acontecimientos vinculados al legado de crímenes de lesa humanidad, que aún penan en las instituciones de la Defensa, a millonarios fraudes que se investigan judicialmente, comprometiendo a altos mandos y también a montajes represivos recientes, como la denominada Operación Huracán en la Araucanía.
En ese contexto, se destapó el escándalo por la grabación del homenaje al brigadier Krassnoff, con récord de condenas por crímenes, desapariciones y torturas durante la dictadura cívico militar. Indefendible episodio que obligó al Ejecutivo y al alto mando a pedir la renuncia al hijo del condenado, coronel que protagonizó el sentido homenaje a su progenitor, y al director de la Escuela Militar, coronel Villarroel Opazo.
Un trámite incómodo para el Ejecutivo, interesado en dar luego vuelta a la página, eludiendo mayor escándalo y reiterando que lo acontecido demuestra que las instituciones continúan funcionando.
La versión oficial agrega que ambos coroneles ya estaban en proceso de retiro regular. Ciertamente podrán disfrutar de una temprana y merecida jubilación (lejos de las vicisitudes de cualquier civil, gracias al sistema de pensiones excepcionales que continuará favoreciendo a estos servidores públicos). Ya ha sido suficiente con el mal rato mediático que han debido soportar.
Singularidades de nuestra original transición democrática. Claro, la conmemoración de los 20 años del hoy impresentable retorno del apresado dictador en Londres, acentúa las interrogantes y el debate sobre las exigencias y costos de nuestro complejo retorno a la democracia.
La demanda por degradar a los responsables del agravio a la convivencia democrático y el respeto a los derechos humanos ha sido descartada, de plano, por el gobierno. Que hubiese trascendido que el Presidente de la República deseaba sanciones ejemplares fueron solo rumores que los incómodos ministros Chadwick y Espina han desechado.
Abogados, organismos de Derechos Humanos y parlamentarios exigen explicaciones institucionales y sanciones mayores. El ruido mediático se sostendrá y las presiones persistirán, aunque corran contra la corriente oficial.
El ruido es incómodo al interior del propio oficialismo, del mismo modo que el provocado por la competencia entre la presidenta de la UDI y José Antonio Kast para acercarse al futuro mandatario brasilero, mientras otros observan incómodos los arrebatos antidemocráticos en las huestes que apoyan la administración de Sebastián Piñera.
El escándalo en la Escuela Militar no ha sido el primero ni será el último que deja al desnudo una debilidad mayor de nuestro sistema democrático. Con instituciones armadas bajo insuficiente integración y control del poder civil. La culpa no ha sido del chancho, el afrecho ha estado a su orden.
Actos como el desnudado por una cámara curiosa en la Escuela Militar son relativamente habituales. Aún existen placas en recintos militares que rinden homenaje a violadores de los derechos humanos. La suma de escándalos mencionados tiene mucho que ver con la reinstalación de las fuerzas armadas como estancos aislados en la vida democrática del país.
Singularidades de nuestra original transición democrática. Claro, la conmemoración de los 20 años del hoy impresentable retorno del apresado dictador en Londres, acentúa las interrogantes y el debate sobre las exigencias y costos de nuestro complejo retorno a la democracia.
No es hora de rasgar vestiduras fáciles. Lo evidente es que nuestra institucionalidad democrática tiene aún largo tránsito que recorrer para asumir su mayoría de edad.
Actos como el desnudado por una cámara curiosa en la Escuela Militar son relativamente habituales. Aún existen placas en recintos militares que rinden homenaje a violadores de los derechos humanos. La suma de escándalos mencionados tiene mucho que ver con la reinstalación de las fuerzas armadas como estancos aislados en la vida democrática del país.
La historia suele repetirse.