A inicios del actual gobierno el Gerente de Asuntos Públicos de CADEM, la encuestadora favorita de Piñera, Roberto Izikson sostenía la tesis que el ciclo político en Chile determinaba una baja en la popularidad en los gobiernos el segundo y tercer año y en franco repunte el cuarto. Esa encuesta le da a Piñera un respaldo de 9% y sectores de derecha argumentan que es perfectamente posible llegar al final del mandato, como pasó con varios presidentes en Perú…lo que no cuentan es que la crisis institucional chilena es profunda y aquí empieza a correr el sálvese quien pueda.
En estas últimas dos semanas la situación de la política decantó en una crisis sin vías de solución, al menos para el gobierno. No es solo que Piñera fuese derrotado en el Tribunal Constitucional (TC) con votos de su propio sector y humillado por un rechazo jurídico limitado a cuestiones de forma y no de fondo; tampoco radica en el error del Ejecutivo de extremar la relación con el Congreso al punto de sufrir la desafección de varios senadores de la coalición oficialista y efectivamente concurrir al TC como una espuria tercera cámara. Todo eso es solo la culminación de errores no forzados que, con el correr del tiempo, han terminado por causar un daño estructural tanto para la actual administración como al sistema político e institucional en su conjunto.
¿Cuáles son los escenarios más probables para el gobierno y la política en general? Desde el punto de vista del devenir del gobierno las posibilidades de permanencia se sostienen en dos cuestiones muy febles. La principal es que se trata de un gobierno electo que tiene un período de mandato establecido, esto lo podríamos denominar el “argumento democrático”. No es una razón menor, pero con una Constitución moribunda y un gobierno desprestigiado, el valor y su peso relativo se ha debilitado. La segunda posibilidad admite escenarios contrapuestos: por un lado, que en los cálculos electorales de la oposición o de la propia derecha el costo de salida anticipada sea demasiado alto o, a contrario sensu, el costo de permanencia resulte intolerable ya sea porque “le hace daño al país” o deja en cada vez en peor pie a su propio sector. Veamos estas cuestiones con más detención.

En tiempos normales el “argumento democrático” tendría un peso inobjetable, pero el escaso apoyo al mandatario, ubicado en las encuestas más afines en un 9% y un nivel de rechazo en la CEP que lo sitúa como el personaje político peor evaluado del país, incentivan a su sector a tomar distancia del Ejecutivo. No solo eso, tampoco sus adversarios en la oposición pueden llegar a un acuerdo de gobernabilidad porque nadie quiere ser arrastrado a las catacumbas del piñerismo. La Presidenta del Senado, Yasna Provoste, ha abierto un diálogo con La Moneda pero extremando las precauciones. Ella defiende una “agenda de mínimos comunes” cuyo sentido es abordar la emergencia. No es un intento de acuerdo para oxigenar al gobierno, sino cambiar el eje de la política económica hacia cuestiones esenciales, especialmente para sostener a la población y pymes golpeadas por la pandemia. En este sentido, le pesa a La Moneda haber decretado cuarentenas y no asegurar las ayudas económicas necesarias oportunamente.
Pero no es solo los contenidos del diálogo político lo que la Presidenta del Senado ha situado para evitar alguna “viveza” del Presidente. Una condición de esto ha sido señalar que cualquier conversación con el mandatario se haría con transparencia y de cara al país. Se ha dicho que aquí no hay “cocina”, al menos no con el secretismo que se hizo costumbre por largos años. Esto es interesante como indicador del grado superlativo de desconfianza pero también por lo que puede representar a futuro como estándar de la política. Por el momento, basta señalar que el Senador Carlos Montes, habitualmente contenido en sus juicios, ha sido enfático por estos días en que no se puede ser ingenuos frente a Piñera. Y es cierto, demasiada letra chica, demasiado acto administrativo para favorecer a amigos y negocios, demasiado nepotismo, demasiada focalización, demasiado suma y sigue.

Así como están las cosas el “argumento democrático” no es suficiente para asegurar la consecución del gobierno. Hay que considerar que se han ido sumando voces para discutir el mecanismo constitucional de destitución o, en el extremo, la idoneidad física o mental del Presidente. Esta discusión divide a la oposición y es inconducente si no hay una gran traición dentro de la propia derecha. La orfandad de Piñera es, ante todo, el abandono de los suyos y esa distancia es pasto seco para traiciones varias. Por el momento, la intervención de Provoste abre una instancia republicana y, como tal, genera cierto estatus quo. Sin embargo este espacio no abriga demasiadas esperanzas porque contiene elementos que el gobierno no querrá transar. ¿Qué pasará entonces si el Presidente estira la cuerda como lo hizo con el retiro del tercer 10%?
Un consenso dentro de la élite política es que las elecciones de alcaldes, concejales, gobernadores y constituyentes deben realizarse sí o sí. Una nueva postergación no solo termina en el desfonde del gobierno, sino que vendría a contaminar aún más una campaña llena de ripios y excepcionalidades. El problema principal para la derecha es que el proceso se convierta en un plebiscito sobre Piñera, tesis sostenida por el periodista Mirco Macari. Si eso es así y se materializan los peores presagios, la desafección dentro del oficialismo puede llegar a proporciones catastróficas para el Ejecutivo. El optimismo inicial sobre el holgado tercio de la derecha para tener poder de veto en la Constituyente puede haberse dilapidado. Es costo solo se explica por el enorme desgaste que provocó Piñera al defender el principio de la “iniciativa presidencial” sobre ciertas materias económicas. Principio que igualmente perdió en los hechos con la decisión del TC.

Es por ello que puede llegar a ocurrir la “traición” definitiva de sectores de la derecha si ven que la carrera presidencial y parlamentaria se enreda cada vez más. No hay que perder de vista el malestar que causó a varios precandidatos tener que aparecer en una reciente foto en La Moneda junto con el Presidente en una torpe puesta en escena de respaldo a Piñera. Por otra parte, el “liderazgo” de Lavín ha ido a la baja y el surgimiento de Pamela Jiles, que es cierto tiene mucho de invento mediático, también es una alerta que el populismo está cerca. Este último tema es digno de tratar en otro capítulo, considerando que hay una relación entre regímenes plutocráticos o fuertemente influidos por las grandes fortunas y el surgimiento de populismos. Es posible que la diputada Jiles crezca solo como contrapunto de la figura de Piñera.
Tenemos siete meses aproximadamente para la elección presidencial y una enorme incertidumbre sobre lo que pasará con las candidaturas y eventuales propuestas. La oposición tiene el desafío de ordenarse y generar consensos sobre varias materias que ya son urgentes en todas las áreas sociales que interesan: trabajo, salud, educación y delincuencia. La agenda de “mínimos comunes” que impulsa parte del Congreso es ambiciosa y va más allá de la coyuntura de catástrofe con el tema del royalty minero, el impuesto a los super ricos y la revisión de las subvenciones a sectores productivos. Esta agenda puede tener un tremendo vigor dependiendo de la elección constituyente. Llegamos así al fin de una era, fin de un ciclo, con un gobierno agónico, que languidece. No hay éxtasis, exaltación ni reconocimiento. La figura de Piñera como líder internacional no solo no prendió sino que contrasta por la reciente querella en la Corte Penal Internacional por violaciones a los derechos humanos. Como dicen en la comedia: si éramos muchos, lo que faltaba, ahora parió la abuela. Por cierto, ¿alguien sabe qué pasó con el legado?