José Jara
Hoy 2 de Mayo se cumplen 140 años de la fundación del Partido Socialista Español. A una semana de las elecciones del 28 de Abril que lo ha ubicado como la primera fuerza política del país, con el desafío de organizar nuevo Gobierno.
Seguramente ello ocurrirá después de las elecciones municipales, autonómicas y Europeas. Es decir, después del 26 de Mayo. Otra coincidencia, el mismo día que se celebran las elecciones internas del Partido Socialista de Chile.
Pedro Sánchez recordaba que, en el acceso principal a la sede del PSOE, en Madrid (en Ferraz, como le dicen los socialistas por la calle donde se ubica), un busto de grandes proporciones llama la atención de quienes entran en el edificio. Es la efigie del fundador del partido, Pablo Iglesias Posse.
La escultura, obra de Emiliano Barral, permaneció enterrada, oculta en el parque del Retiro durante los casi cuarenta años que duró la dictadura franquista, gracias al valor de quienes se jugaron la vida para salvarla de una segura destrucción.
No fue sino hasta el retorno a la democracia cuando el busto del fundador del PSOE pudo ser recuperado. Es un relato de profundo valor simbólico, que ilustra el vínculo histórico, durante 140 años, entre aquel partido y su país.
Previo a las elecciones españolas.
Semanas previas al día de las elecciones generales, el debate que concentraba a la socialdemocracia, en especial en América Latina, era el preocupante avance electoral de las derechas coincidente, en Europa y América Latina, con la reducción de las fuerzas de izquierda y centroizquierda. En América Latina se añade un gran problema: la socialdemocracia hace largo tiempo que no logra instalar un discurso que interprete y convoque a la sociedad.
Parece necesario consignar que, en ciertas áreas claves, el multilateralismo está en crisis por el cuestionamiento de algunas potencias para enfrentar, con coherencia, los desafíos que instalan, entre otros, el cambio climático, el comercio, la globalización y la promoción de los derechos humanos.
Luego de una larga y compleja travesía la sociedad española renovó la confianza a los socialistas. Dos años antes de la elección, y previo a la destitución de Rajoy, el propio Pedro Sánchez, en un foro político mundial, muy lejos de estos últimos 10 meses en la Moncloa, señaló desafíos que parecen básicas, también para los socialistas chilenos.
Lo efectivo es que los asumió desde sus primeras semanas en el gobierno. Lo hizo, sin presupuestos aprobados, y con una inmensa minoría en el Parlamento. Asumió el desafío como una prueba de principios y coherencia. Eso debía ver la sociedad española en esos diez meses para avanzar hacia una mayoría social y política.
Sánchez reiteró, una y otra vez, que el mundo progresista debe defender el multilateralismo y propiciar las reformas necesarias para profundizar y mejorar la cooperación internacional, poniendo en el centro los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS) como eje de la acción gubernamental. Así, envió al Canciller Borrella, para reafirmar ante al Secretario General de Naciones Unidas esa tarea y compromiso, al más alto nivel.
En Junio del 2018, recién asumido, Sánchez enfatizó esa convicción para fortalecer los sistemas de cooperación, en base a la solidaridad internacional, insistiendo que España debía cumplir “ con los compromisos internacionales en materia de crisis humanitarias», resolviendo acoger al barco Aquarius, en que se encontraban cientos de migrantes abandonados a su suerte en el Mediterráneo, después de que Salvini en Italia los rechazara. Aquella decisión española no contaba con la simpatía de las encuestas pero Sánchez apostó a los principios y coherencia con su discurso público.
Ciertamente no es fácil que los ciudadanos de un país reconozcan en la inmigración una oportunidad de construir sociedades más integradas, donde no reine el temor a la solidaridad, instalándose el sentimiento de arriesgar la propia conveniencia por la vulnerabilidad y desprotección de los derechos de las personas que debe garantizar un estado democrático
Sánchez se ha atrevido a esos y otros desafíos, como ocurrió con la designación de un gabinete paritario en géneros y un equipo de gobierno mayoritariamente de mujeres. Por ello se le cree su definición: “el socialismo es feminismo o feminista”.
A fines de enero de 2019 señaló en República Dominicana “los venezolanos y los nicaragüenses deben sentir el apoyo y el aliento socialista”, aclarando “no se protege el pueblo del pueblo”. Sánchez enfatizó que los dirigentes socialistas lo son porque defienden la libertad y no por tener una bandera roja y un puño con una rosa.
Agregó: “Quien responde con balas y con prisiones a las ansias de libertad no es socialista, es un tirano por lo tanto los venezolanos tienen que sentir nuestro aliento de la Internacional Socialista”, y no dudó en respaldar y liderar la expulsión del nicaragüense Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), de la Internacional más grande de partidos progresistas a nivel global.
De las referencias señaladas a la conducta del líder socialista español surge un debate necesario respecto de las exigencias de coherencia para enfrentar las crecientes amenazas populistas. Algo válido ante las disyuntivas que enfrenta el propio socialismo chileno para recuperar credibilidad y reconocimiento de liderazgos basados en los principios. Su ausencia o debilidades ante grandes desafíos la sociedad los rechaza, tanto como la corrupción y el anquilosamiento en el poder.
Las instituciones son lo que sus miembros representan, son y decidan hacer. En una organización como la Internacional Socialista, lo que sus partidos miembros representan, son y resuelven. Sea gobernando, como España, o desde la oposición como en nuestro país.
La reciente elección española también refuerza el desafío de fortalecer una diplomacia para la Paz. Ello es consistente con nuestros principios y valores para abordar y prevenir crisis en curso que amenazan la vida en sociedad. No enfrentarlo, afecta la legitimidad y credibilidad del sistema político y multilateral para respaldar la paz y seguridad internacional.
Más allá de cualquier cálculo electoral surgen desafíos ineludibles como abordar los que instala el cambio climático. Sus efectos, como el calentamiento global inquietan y convocan el involucramiento activo de millones en el mundo, particularmente de las nuevas generaciones.
Qué nos queda: Se nos demanda mejores gobiernos, más eficaces y, con mucha razón, coherencia y audacia. En ese camino es necesario reafirmar las convicciones en el respeto y defensa activa del derecho internacional, la democracia, la justicia y la paz. Y un actuar consistente y consecuente con ellas.