Ester Soré, la negra linda, personaje fundamental de la música chilena, “un ideal de finura, gracia y picardía para la clase media chilena que representó los cánones de belleza criollo-urbana de la época’’. Juan Pablo González (musicólogo). Un personaje mítico de nuestra historia al que nos aproximamos con una pincelada.
En estos días de otoño, donde empezamos a notar el frío y no podemos seguir esquivando el hecho que ya estamos ad/ portas del invierno, tiendo a buscar la calidez de una sonrisa y el recuerdo de aquellos o aquellas que entregaron gracia y picardía a las vidas de sus semejantes, dejando un recuerdo imborrable de su paso por este mundo.
Buscando entonces entibiar mis manos y mi cuerpo viajé al pasado, a los inicios del siglo pasado a encontrarme con Marta Yupanqui Donoso, una perfecta desconocida para la mayoría hasta que, en vez de mencionarla por su nombre, empezamos a hablar de Ester Soré, la Negra linda, el seudónimo que eligió para cantar y actuar y que se comió para siempre su nombre de nacimiento. Hay mujeres que sin duda pasan por la vida exudando belleza y carisma. Mujeres que, como Marta Yupanqui Donoso, dejan marcadas sus huellas destellantes a través de una trayectoria colmada de talento, tanto, que se convierten en leyenda.
Ester Soré tenía 15 años cuando se presentó a cantar en Radio Chilena Consolidada (que después pasó a llamarse Radio del Pacífico) allá por 1930 y, desde entonces y hasta 1960 fue una de las cantantes nacionales más populares que actuó en todos los espacios conocidos (incluido el célebre Goyescas), grabando más de 500 discos, participando en radioteatros y actuando en doce películas nacionales. Fue la primera “entretenedora” del espectáculo nacional, mucho antes que se hablara de showoman o similares.
Su vida transcurrió entre el mito y la leyenda y está tapizada de historias reales o no tanto, al menos difíciles de confirmar que ya forman parte de los mitos urbanos, muchas anécdotas, pero también de una gran entrega al quehacer y la identidad nacional.
Su fuerte compromiso social la llevó en 1938 a ser la intérprete de la canción
«¿Quién será presidente?» pasando del anonimato a la celebridad radial, cinematográfica y hasta política. Morena, bonita y dueña de una voz cálida, Ester Soré ya era la Negra Linda y aceptó ser la voz y el rostro de la campaña presidencial de Pedro Aguirre Cerda, radical que corría por el Frente Popular, vinculándola desde entonces no solo a Aguirre Cerda, sino a presidentes y expresidentes como Arturo Alessandri, Carlos Ibáñez del Campo y Gabriel González Videla.
Ese mismo año ganó el concurso “Miss Radio” en la Radio del Pacífico, que organizaba la revista Ercilla y cuyo premio le permitió presentarse en Radio Belgrano de Buenos Aires, Argentina. Al año siguiente realizó su primera gira musical en Chile, actuó en su primera película, Dos corazones y una tonada, y editó su primer disco, que incluía las canciones Como el agüita fresca y Llanto del cielo.
Frases como ‘‘¿Quién será / quién será presidente / quién será, quién será, qué caray?’’, la convirtieron en la voz y rostro de la campaña presidencial de Pedro Aguirre Cerda.
Ester Soré no solo cantó y grabó tonadas, sino que incursionó en la mayoría de los estilos en boga a mediados del siglo pasado. Es cierto que partió con tonadas como En el trigal, Mi pena, Amor con amor se paga, Ingrato, Amaneceres risueños, Me estás matando, Pañuelito ‘e tres colores y La yegüita’. Pero también grabó tango canción, como Mamita mía; boleros como En qué quedamos y ‘Albur’; valses: Hace un año, Luces del valle y Cuando vuelvas a mí; canciones- fox: Cuando se ama y Te fuiste; también foxtrots: Siento ganas de llora’, Punta Arenas, Aterrizar y Te quiero mucho más; y, por último, corridos: Cuando yo me case y Rancho alegre. Ella siempre fue la voz de composiciones ajenas, pero se dio maña para componer una tonada, quizás una de las más conocidas por todos hasta hoy: Qué me van a hablar de amores. Y probablemente mucho sabía al respecto esta notable mujer que hizo famosos a autores tan reconocidos como José Goles y Clara Solovera, entre muchos otros. Es imposible mencionar todos los temas que grabó Ester porque con su sola mención se completaría esta crónica, pero basta señalar que en su extensa carrera fue la que estrenó las célebres tonadas Chile lindo, Mata de arrayán florido, La enagüita y En de que te vi, que cimentaron la fama de Clara Solovera.
Junto a su intensa actividad musical, Ester Soré era una excelente actriz y participó en numerosas películas de la época. Su celebridad, unida a su belleza, la convirtieron en el comidillo de los medios de comunicación que le dedicaban portadas y páginas para cubrir no tanto sus actividades artísticas como sus aventuras y desventuras amorosas, fueran éstas, ciertas o no.
De esta forma, Ester Soré fue protagonista de varias “leyendas urbanas”. La primera acaeció en 1947 cuando la revista Vea publicó que el presidente de la compañía CRAV falleció de un ataque cardiaco mientras estaba con la negra linda (sin precisar que estaba bailando cueca con ella). Por supuesto, la imaginación popular hizo de la muerte del empresario un episodio de connotación sexual.
Pero no sería único ni el último. Quizás el más inolvidable de los mitos urbanos sea el que la relaciona a la vida y muerte de Arturo Alessandri. La cantante vivía en los altos del Portal Fernández Concha, frente a la Plaza de Armas, en el corazón de Santiago. A dos pisos de donde habitaba Alessandri. Mucho se ha hablado de la supuesta relación amorosa que existía entre ambos y de las circunstancias de la muerte de El león de Tarapacá, pero eso lo dejo a la imaginación y al afán de investigación de los lectores.
‘‘Cantaba con una picardía y una gracia únicas. Una simpatía que no ha aparecido de nuevo’’, Pedro Leal, folklorista y cónyuge de Ester Soré.
Ester Soré era una mujer tremendamente atractiva, pero sin embargo recién se casó a los 50 años. Un misterio a develar. Pero investigando, se puede ver que no estuvo sola antes de ello. A los amores que se le “cuelgan”, la verdad es que él único confirmado es el romance oculto que mantuvo con José Goles, uno de los grandes compositores chilenos y fundador de la Corporación de Autores y Compositores (Codayco) que defendía los royalties de los compositores. Un hombre muy enamorado que se casó tres veces, pero que no le bastó. Su amor y pasión por las mujeres fue más allá de sus matrimonios y lo llevó a enamorarse de Ester Soré, la Negra Linda. Este largo y tortuoso romance quedó plasmado en su famoso bolero Mi pecado, canción que no solo entonaría la artista, sino que llegaría a alcanzar un éxito latinoamericano a mediados de los años 50 en la cálida voz del popular Ruiseñor de América, el conocido intérprete ecuatoriano Julio Jaramillo: …de un pecado me acusan, pero nadie comprende que el amor verdadero, nunca, nunca se vende…(Mi pecado, José Goles)
Ester Soré fue una figura tremendamente popular, quizás la más multifacética y carismática del siglo pasado y el cariño de la gente por ella se agudizó cuando grabó el himno del equipo de fútbol del cual fue hincha durante toda su vida: Colo Colo.
‘‘Soy morenita y bien chilenaza’’ declaraba a la prensa, que le dedicó cuantiosas páginas en su tiempo.
Su vida, como la de todos, no fue pura risa y fiesta y sufrió un terrible accidente en 1960 (no tan fatal como el de Frida Kahlo, pero gravísimo igual). Viajaba en bus junto a otros músicos rumbo a un festival y a la altura de Codegua (Sexta Región) el vehículo chocó con un camión. Varios músicos quedaron heridos y, entre ellos Ester Soré a quien se le cortó la lengua. Producto de ello, tuvieron que coserla y eso la mantuvo meses sin cantar.
‘‘Su cara chocó con el fierro del otro asiento. Se cortó la lengua. Le tuvieron que coser. En mi vida he gritado más, decía’’, recuerda Leal.
Y dos años más tarde, poco antes del Mundial de Fútbol en 1962, una inesperada parálisis atribuida a un virus afectó el lado izquierdo de su cara y volvió a obstaculizar su carrera. Pero nada de eso impidió que se mantuviera activa y, con ocasión del Mundial de fútbol del ’62, actuó con el Dúo Leal Del Campo (que recién daba sus primeros pasos) en la Cancha del Estadio Nacional antes de la sexta fecha del campeonato. Ester era una gran aficionada al fútbol y a Pedro Leal, folklorista y su futuro marido, le habían dado un pase para ver los partidos y él la invitó a todos los que se jugaron en Santiago. Así se enamoraron y se casaron el año 1965.
‘‘Ester preguntó en una oportunidad por qué las canciones chilenas las cantan con un delantalcito y unas polleras aquí y allá: ‘Yo voy a cantar la canción chilena vestida de soirée’.
El matrimonio fue celebrado en 1965. Antes, Ester Soré defendió con el Dúo Leal Del Campo la canción ‘‘La dama blanca’’ en el Festival de Viña de 1963, donde ganó el segundo lugar por sobre la célebre ‘‘El corralero’’, y siguió tocando con el dúo hasta 1969. Ya en la era del long play, lanzó nuevos discos con Philips, RCA Victor y Polydor como Huasita regalona, el disco de tonadas y canciones Chile, Bailemos cueca, m’hijita y Candelaria Pérez, sobre una canción del mismo título de Pedro Leal.
Soré se retiró de los escenarios en la década de 1970, y se dedicó a la academia de folclore que abrió junto a su marido en 1974. Años después, en 1993, fue nombrada “figura fundamental de la música chilena”. Falleció en 1996 por un coma diabético.
Sus restos fueron velados en la capitalina Iglesia de la Merced. Durante su vida encarnó, en palabras del musicólogo Juan Pablo González, ‘‘un ideal de finura, gracia y picardía para la clase media chilena y representó los cánones de belleza criollo-urbana de la época’’. Como despedida, sus amigos entonaron para ella la tonada de esa vieja película del año 39, ‘‘Como el agüita fresca’’: ‘‘Ahora le pido al cielo, ya que tanto te quiero / que tu amor no me falte, mi vida, porque me muero’’.
Ester Soré no sólo contribuyó a enriquecer el modo de interpretar las canciones gracias a una voz reconocida entre las más claras y expresivas de su tiempo. Además, fue una artista popular en un sentido amplio: en la radio, los discos, las giras y el cine.
2 comments
Excelente crónica literaria esta vez sobre el personaje mítico de Ester Sore.
Documentado y de buena pluma.
Una mujer ejemplar. Vida increíble. Gracias Cristina