Gobernanza de la información. Por Jorge A. Bañales

por La Nueva Mirada

El gobierno del presidente Joe Biden anuncia la creación de una “Junta de Gobernanza de la Desinformación” para combatir los rumores, distorsiones y tergiversaciones que nutren la opinión de los crédulos y se consideran una amenaza para la seguridad nacional. Asunto delicado en el país que se proclama adalid de la libertad de expresión.

Para ser precisos

La semana pasada, durante una audiencia en el Subcomité de Asignaciones para Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes se anunció la creación de una “Junta de Gobernanza de la Desinformación” (DGB, por su sigla en inglés), como parte del Departamento de Seguridad Nacional, y la designación de Nina Jankowicz como su directora ejecutiva.

Según el anuncio oficial el propósito de la junta es la protección de la seguridad nacional mediante el combate a la desinformación y la información intencionalmente equívoca por parte de agentes extranjeros, con el aviso de que la nueva agencia “protegerá la privacidad, los derechos civiles y las libertades ciudadanas”.

Para ser precisos, sí, el término “gobernanza” existe como aceptado por la Real Academia Española como “forma de gobernar, especialmente si es eficaz y adecuada a los fines que se persiguen”.

Según el mismo diccionario, la desinformación consiste en “dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines”, o “dar información insuficiente u omitirla”.

Clamores de la derecha

No pasó mucho rato después que el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, mencionase la DGB en el Congreso para que legisladores republicanos y columnistas conservadores clamaran que la iniciativa es un paso hacia el control gubernamental sobre la información.

El senador republicano de Missouri, Josh Hawley opinó que “el Departamento de Seguridad Nacional ha decidido que la vigilancia de las opiniones de los estadounidenses es su mayor prioridad”.

El gobernador de Florida, Ron DeSantis, un republicano que se perfila como competidor de Donald Trump por la candidatura presidencial en 2024, comparó la DGB con el “Ministerio de la Verdad”, en la novela “1984” de George Orwell.

Un editorial en el diario conservador The Washington Examiner” afirmó que la “DGB es el ejemplo más reciente de manipulación política. Esta organización, creada con la excusa de combatir la desinformación, tratará en cambio de filtrar las noticias que llegan al público dependiendo de lo que el gobierno decida que es verdad o qué es falso”.

Los liberales usan el término falso de ‘desinformación’ para mancillar a quienes tienen una opinión que difiere de su visión elitista y progresista”, opinó el senador Jim DeMint, republicano de Carolina del Sur. “Éste es un abuso orwelliano de poder del gobierno de Biden contra el derecho de libre expresión de los estadounidenses”.

Erroll Webber, candidato republicano como representante de California fue más escueto: “Esto es comunismo”.      

Por ahora, lo cierto es que la DGB no tendrá autoridad oficial para limitar la expresión de opiniones, y Mayorkas aclaró que la junta carece de atribuciones para reprimir la desinformación y que, en cambio, tratará de contrarrestarla.

En cuanto a la izquierda… silencio.

Frontera amenazada

Un ejemplo de la desinformación que la DGB procurará contrarrestar es lo ocurrido en septiembre pasado cuando se multiplicaron entre los haitianos los mensajes en Facebook y WhatsApp acerca de un relajamiento en la política migratoria de Estados Unidos.

En pocos días más de 14.000 migrantes haitianos acamparon junto al puente internacional en Del Río, Texas, convencidos de que el gobierno de Biden permitiría su ingreso al país. No había habido cambios sustanciales en la política migratoria de Biden, y en pocas semanas muchos de esos haitianos fueron expulsados y enviados en avión de retorno a su país.

En estas semanas el gobierno de Biden encara las consecuencias de embrollos migratorias creados por la administración Trump. Millones de migrantes llegados a la frontera sur de EE.UU. han sido expulsados de forma expedita, otros aguardan en México el trámite de sus pedidos de asilo, y más siguen llegando de América Central, América del Sur y sitios más lejanos. En tan solo marzo, la Patrulla Fronteriza efectuó más de 211.000 detenciones de migrantes indocumentados.

Las informaciones incorrectas o deliberadamente manipuladas que circulan en las redes sociales acentúan las expectativas de quienes emprenden el éxodo, y agravan las tribulaciones del gobierno de Biden cuando faltan apenas seis meses para las elecciones de medio término.

Fomento del disenso

Ya desde la campaña presidencial de 2016, que llevó a Donald Trump a la presidencia, la desinformación y la información tergiversada, producidas y aceleradas en las redes sociales por agentes extranjeros han mostrado su efecto en el disenso de la opinión pública estadounidense.

El electorado en EE.UU. ha perdido la estabilidad de ciertos principios compartidos –patriotismo, respeto de los resultados electorales, tolerancia- y se ha fragmentado en identidades como “conservador” y “progresista”. En la creciente acritud de los debates, estos bandos ya no se ven como solo disidentes sino cada vez más como adversarios irreconciliables.

Los servicios de inteligencia han recopilado y mostrado evidencias del entusiasmo con el cual desde Rusia y China se distribuyen en las redes sociales mensajes, videos manipulados, y supuestas actividades de supuestas organizaciones que incitan a más violencia y alimentan la desconfianza hacia el gobierno.

Un ejemplo de ello ha sido la circulación de descrédito para las autoridades sanitarias y la investigación científica por la cual millones de personas se han opuesto a las vacunas contra la Covid-19 y las medidas de precaución (como las cuarentenas y el uso de mascarillas) para contener la pandemia.

En los últimos dos meses los medios, cuentas de redes sociales y funcionarios rusos han recurrido a internet para describir como falsas las fotografías y videos que muestran cadáveres de civiles y edificios demolidos por las bombas en Ucrania.

Un editorial del muy serio The Wall Street Journal preguntó: “¿Alguien piensa que esta junta se limitará a las falsedades que difunden desde el exterior? Será grande la tentación de ocuparse de asuntos que son parte del debate político vigoroso dentro del país. Las intenciones de Mayorkas pueden ser apartidistas, pero actuar como árbitro del debate político no es tarea del gobierno. La DGB promoverá más desconfianza que la evitada”.

Credulidad

La circulación de rumores ya sea sustentados en datos incorrectos o manipulados intencionadamente no es nueva, pero internet ha multiplicado exponencialmente su alcance e impacto.

Puede debatirse si al gobierno le corresponde la tarea de contrarrestar la desinformación puesto que el Estado posee instrumentos suficientes para difundir la información certera, sustentada en los hechos, y aún para propagar su propia manipulación de las noticias.

Un asunto de igual importancia es entender por qué hay tanta gente que acepta da más crédito a los rumores, las teorías de conspiraciones, los remedios de charlatanes y los cuentos de hadas que a la información simple y corroborada.

¿Por qué tanta gente se traga declaraciones falsas como que las vacunas causan autismo, o que en Estados Unidos hay 30 millones de indocumentados?

La gente tiende a guardar rápidamente en su memoria las declaraciones erradas o abiertamente falsas porque es más fácil que evaluar y analizar de manera crítica lo que acaban de escuchar”, según David Rapp, un psicólogo de la Universidad Northwester. “Luego, el cerebro recupera la información incorrecta primero porque requiere menos trabajo recuperar el material recibido recientemente”.

Otro estímulo para la aceptación de información manipulada es el confort que brinda un marco ideológico, político o religioso: una vez que se aceptan los dogmas se digiere fácil todo lo que corrobora ese enfoque, y se rechaza o, aún más, nunca se considera el punto de vista alternativo.

“La inclinación a la confirmación es esa tendencia de buscar la información que apoya lo que ya uno cree”, señaló David Feldman, profesor en el departamento de psicología de la Universidad Santa Clara, en California. “Nos rodeamos con mensajes que confirman nuestras opiniones pre – existentes, y aquí los conservadores tienden a recibir sus noticias de FOX, y los liberales sintonizan MSNBC. Y elegimos ignorar o desechar los mensajes que cuestionan nuestras creencias. Si estamos ya convencidos de que el cambio climático es una farsa y alguien nos muestra una investigación científica que cuestiona esa creencia, desechamos las conclusiones porque, obviamente, el investigador debe ser partidista o corrupto”.

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