Tenemos un gobierno esencialmente mediático, que se guía por las encuestas. Está convencido de que basta con inventarle un título “marketero” a un proyecto para hacerlo viable. No importa si ese nombre no diga mucha relación con sus reales contenidos. La cuestión es que “pegue”. Que sea “vendedor”, a la manera como se hace con el OMO.
Gobernar es comunicar, asume Sebastián Piñera, que es un gran comunicador y verdadero experto en marketing político. Ello le permite evadir el impacto de sus tremendos “tics y “piñericosas” que no son más que un fiel reflejo de sus simulados conocimientos y convicciones (como últimamente lo hizo hablando de la Industria de la Educación).
Se enamora de frases hechas que repite hasta la saciedad, con la ilusión de transformarlas en realidad. Tics mediantes, cambia de opinión o se desdice con la misma convicción y vehemencia anterior. Como el mago o prestidigitador, juega con las cifras estadísticas (las estadísticas nunca han hecho un mentiroso) y las manipula para vender “pomadas”, como lo hizo con acciones o empresas.
Se enamora de frases hechas que repite hasta la saciedad, con la ilusión de transformarlas en realidad. Tics mediantes, cambia de opinión o se desdice con la misma convicción y vehemencia anterior. Como el mago o prestidigitador, juega con las cifras estadísticas (las estadísticas nunca han hecho un mentiroso) y las manipula para vender “pomadas”, como lo hizo con acciones o empresas.
Suele perder el verbo para caer en descalificaciones que antes condenó, como el de antipatriotas a sus adversarios políticos. Es capaz de defender y luego condenar lo mismo. Así lo hizo condenando la detención de Pinochet, por crímenes de lesa humanidad, en Londres y años después cerrar el Penal Cordillera.
Sin embargo, el peor pecado que puede cometer un ministro, intendente o funcionario de su gobierno es no comunicar bien sus asertos presidenciales. O que lo dejen en evidencia por errores o inconsistencia en sus discursos. Como recientemente ocurrió con su invención de la línea 10 del Metro.
La perseverancia le rinde frutos y los recursos no le son escasos para sus obsesiones. A escasos días de entregarle nuevamente el poder a Michelle Bachelet, en medio de las críticas de sus partidarios de haber sido un mero paréntesis de los gobiernos progresistas y de hacerlo con ideas ajenas, Sebastián Piñera se instaló en sus oficinas del barrio alto, rodeado de un exclusivo grupo de incondicionales con un solo propósito; retornar al poder en cuatro años más.
Suele perder el verbo para caer en descalificaciones que antes condenó, como el de antipatriotas a sus adversarios políticos. Es capaz de defender y luego condenar lo mismo. Así lo hizo condenando la detención de Pinochet, por crímenes de lesa humanidad, en Londres y años después cerrar el Penal Cordillera.
El diseño estratégico fue simple pero efectivo. La llamada estrategia del desalojo 2.0 apuntaba a proyectar la imagen de un país paralizado por el ideologismo, ánimo refundacional y la retroexcacavadora del nuevo gobierno de Bachelet. Entonces prometió que vendrían “tiempos mejores”, que pasaban por retrotraer sus reformas estructurales y abrirle paso al emprendimiento y crecimiento económico. Pero había que vender bien esas contra reformas. Con la mirada puesta en las encuestas y apelando al marketing.
Sin embargo, el peor pecado que puede cometer un ministro, intendente o funcionario de su gobierno es no comunicar bien sus asertos presidenciales. O que lo dejen en evidencia por errores o inconsistencia en sus discursos. Como recientemente ocurrió con su invención de la línea 10 del Metro.
La “modernización tributaria”
El proyecto de “modernización” o “simplificación” tributaria no apunta a otra cosa que revertir lo más relevante de la reforma tributaria aprobada con votos de la derecha en la pasada administración. Bajando la carga tributaria de los sectores de mayores ingresos, como demanda el gran empresariado.
Es mucho más atractivo y vende más hablar de “modernización” o simplificación tributaria. Y enarbolar la bandera de las PYMES y clases medias, aunque los más favorecidos con el proyecto sean los grandes empresarios.
A eso apunta la llamada “reintegración”. Pero eso “no vende”. No es muy popular ni tendría apoyo en las encuestas la idea de bajar los impuestos a los más ricos. Es mucho más atractivo y vende más hablar de “modernización” o simplificación tributaria. Y enarbolar la bandera de las PYMES y clases medias, aunque los más favorecidos con el proyecto sean los grandes empresarios. En el juego mediático se puede esconder que implica una disminución de los ingresos fiscales. El papel aguanta todo y nada cuesta decir que esos recursos serán compensados por mayor crecimiento e inversión. Aunque las cifras indiquen que los beneficiados vuelven a ser los poderosos de siempre, que pagarían menos impuestos.
“Admisión justa”
Algo muy parecido sucede con el proyecto de “Admisión justa”, que apunta a reformar la ley de inclusión escolar aprobada durante el gobierno anterior, también con votos de la derecha, para permitir ahora que los colegios de excelencia puedan discriminar en base al “mérito” académico (sin descartar la entrevista con sus padres). Todo ello en nombre de la libertad de las familias para elegir el colegio de sus hijos y el reconocimiento del esfuerzo de los alumnos. Como si la educación fuese un premio y no un derecho. Sin explicar cómo este nuevo proyecto puede contribuir a elevar la calidad de la educación.
“Aula segura”
Ya sucedió con el llamado proyecto “Aula segura”. Un proyecto que apuntaba a entregar facultades sumarias para que los directores de los establecimientos educacionales pudieran, sin demasiados trámites, expulsar a alumnos acusados de participar en actos de violencia, sin un debido proceso, el derecho a la defensa ni preocupación por su futuro. En verdad, una iniciativa bastante irrelevante, que pretendía enfrentar hechos de violencia registrados en unos pocos colegios de Santiago, algo morigerado y mejorado durante su tramitación parlamentaria pero de muy dudosa trascendencia.
“Un país en marcha”
“El país está en marcha” reza la consigna gubernamental, buscando convencer en primer lugar al empresariado y luego a la opinión pública naciona que Chile ha recuperado un ritmo de crecimiento sino impetuoso, al menos el doble de lo que fuera el promedio en el gobierno anterior, omitiendo que la recuperación económica se inició el último trimestre de 2017 y el primer trimestre de 2018, con cifras parecidas a la de los primeros meses del actual gobierno y proyecciones algo más modestas para este año.
El tema migratorio
El tratamiento a la migración se maneja en base a encuestas. Chile no tiene una gran tradición en materias migratorias, salvo por la antigua decisión de incentivar la venida de europeos para colonizar el sur del país. El proceso mayor ocurrió en sentido contrario. Cuando más de un millón de chilenos debió abandonar el país en tiempos de dictadura para resguardar su seguridad y posibilidades laborales, incluidos los miles de expulsados con prohibición de retornar. Más de quinientos mil chilenos trabajan en Argentina y suman decenas de miles los que optaron por quedarse en sus países de acogida
El masivo fenómeno migratorio en la región durante las últimas décadas, generado por graves convulsiones políticas, como Colombia o Venezuela, o verdaderos Estados fallidos, como es el caso de Haití, han impactado a la mayoría de los países del cono sur y obviamente al nuestro, al cual, con razón o sin ella, muchos visualizan con un país próspero, estable y en orden, en donde existen posibilidades de una mejor vida.
Y pese a que el impacto de este fenómeno migratorio ha sido bastante menor al de otros países de la región (Colombia, Brasil, Perú), no ha dejado de inquietar a sectores de la población que lo asumen como una amenaza.
Finalmente nadie sabe muy bien – aunque se podría suponer – como será el marketing del proyecto de reforma previsional que fortalece el cuestionado sistema de AFP, entregándole mayores recursos para su administración. O la contra reforma laboral que el gobierno enviará al parlamento en el próximo mes de marzo. Pero con toda seguridad será un marketing bien vendido.
Aprovechándose de un sentimiento, no exento de xenofobia, el gobierno se ha esforzado por proyectar la imagen de una inmigración “desordenada”, cargada de amenazas y riesgos para el país. Piñera y su contradictorio canciller publicitan un pretendido “orden”” del proceso migratorio “para abrir las puertas a quienes vienen a trabajar y aportar a nuestro desarrollo y cerrarlas a quienes vienen a delinquir”. Como corolario Chile no suscribió el Tratado de Naciones Unidas sobre migraciones, afirmando que ponía en riesgo nuestra soberanía.
Finalmente nadie sabe muy bien – aunque se podría suponer – como será el marketing del proyecto de reforma previsional que fortalece el cuestionado sistema de AFP, entregándole mayores recursos para su administración. O la contra reforma laboral que el gobierno enviará al parlamento en el próximo mes de marzo. Pero con toda seguridad será un marketing bien vendido.
El rol de CADEM
Roberto Izikson es el gerente de Asuntos Públicos y Estudios Corporativos de CADEM, empresa que durante estos primeros meses de gobierno ha recibido contratos fiscales por cerca de 956 millones de pesos.
Izikson se desempeñó durante el primer gobierno de Sebastián Piñera como Director de Estudios de la Secretaria General de la Presidencia y asesor del ministro del Interior Rodrigo Hinzpeter. Renunció el año 2013 para integrarse al comando presidencial de Evelyn Matthei, del que salió por diferencias con su equipo creativo.
Entonces se integró a CADEM, la empresa que presta servicios al gobierno y más de una vez ha sido cuestionada por preguntas sesgadas y controvertidas cifras de apoyo al Ejecutivo.
Desgraciadamente para el gobierno, las encuestas registran una sostenida tendencia a la baja, en donde el rechazo supera la aprobación. Lo complejo es que no se puede culpar a la política comunicacional, que es digitada y conducida por el propio Piñera en su calidad de gran vocero y cerebro. Todo puede ser peor por el escaso talento de la vocera oficial y equipo ministerial.
Más importante que las semanales mediciones acerca del apoyo o rechazo del gobierno y el Presidente, CADEM es la encargada de realizar estudios corporativos para el Ejecutivo en áreas tan sensibles como impuestos, educación, pensiones y laboral, que no tan sólo influyen en la agenda sino que, a menudo, determinan el manejo comunicacional del Ejecutivo.
Desgraciadamente para el gobierno, las encuestas registran una sostenida tendencia a la baja, en donde el rechazo supera la aprobación. Lo complejo es que no se puede culpar a la política comunicacional, que es digitada y conducida por el propio Piñera en su calidad de gran vocero y cerebro. Todo puede ser peor por el escaso talento de la vocera oficial y equipo ministerial.
Es como el cuento de los fabricantes de alimentos para perros. Diseñaron los más atractivos envases, implementando el mejor marketing y la más amplia cadena de distribución, a precios muy competitivos. El producto no se vendía. A los perros no les gustaba su sabor.