¿Hacia una nueva normalidad?

por La Nueva Mirada

Sergio Bravo

¿Hasta cuándo durará esto? ¿Cuándo se irá a terminar?

Estas preguntas básicas y elementales tienen de cabeza a todo el mundo, en forma transversal, porque se las formula desde el científico más premiado hasta el lego menos letrado del planeta, todos afectados en lo que nos es más propio: nuestra manera de vivir, tanto íntima como colectivamente.

Tras la aparente simpleza de estas preguntas, se abre una de las encrucijadas más determinantes de la historia de la humanidad y cuya resolución podría traer cambios sustanciales y determinantes en la forma de vivir nuestra condición humana.

La respuesta que se me ocurre ante estas interrogantes es también muy simple: depende.

Si la pregunta va dirigida a saber cuándo se terminará este encierro, esta danza de cuarentenas alternativas y dinámicas y podremos salir nuevamente a las calles, relacionarnos con los demás y volver a trabajar en nuestro entorno laboral, regularizar los servicios básicos y abrir los comercios cerrados (es decir, echar a andar la vida pública), “esto” debería durar unos tres o cuatro meses, a juzgar por la experiencia de los países de Europa y Asia que nos llevan la delantera.

la respuesta es que van a transcurrir varios años, por la magnitud de la crisis y la destrucción de industrias, empresas y fuentes de trabajo.

Si la interrogante se refiere a que el sistema financiero y las actividades productivas, más allá de volver a la vida, se recuperen y reviertan los efectos económicos de la pandemia, la respuesta es que van a transcurrir varios años, por la magnitud de la crisis y la destrucción de industrias, empresas y fuentes de trabajo.  Sin duda, será la crisis más grande de la economía mundial desde la Gran Depresión de 1929.

Si queremos saber cuándo nos vamos a dejar de morir, las estimaciones más auspiciosas hablan de un año de elaboración y prueba de una vacuna, el siguiente año para su fabricación y distribución masiva y al parecer el tercer año podríamos respirar tranquilos y dejar nuestras mascarillas definitivamente en el pasado.

No son plazos cortos para nuestra realidad inmediata, pero son irrelevantes en la historia de la vida de nuestra especie en la tierra.

Pero si la pregunta es ¿cuándo vamos a volver a vivir como antes?, la respuesta es: nunca.

si la pregunta es ¿cuándo vamos a volver a vivir como antes?, la respuesta es: nunca.

La pandemia del Covid 19 ha sido un elemento catalizador impensado pero determinante para decretar el término de una forma de convivencia humana en que la dimensión física, la relación presencial y el contacto de los unos con los otros han sido los elementos esenciales que configuran la realidad.

El mal llamado “aislamiento social” (qué feo nombre), para denominar a la necesaria distancia física entre unos y otros aceleró los procesos tecnológicos de la era digital y multiplicó de manera exponencial el uso de los medios virtuales para el desarrollo de la actividad humana.

no una trampa orwelliana, invasiva y alienante, como ha sucedido no pocas veces durante la pandemia.

El teletrabajo, tímidamente adoptado antes de la pandemia por algunas organizaciones y respecto de algunas actividades, llegó para quedarse. Y en muchos casos, más que volver a formas presenciales, el desafío es cómo hacer para que el teletrabajo sea efectivamente una modalidad más humana, flexible, satisfactoria y asertiva para que las personas se realicen en el ejercicio de su actividad laboral y no una trampa orwelliana, invasiva y alienante, como ha sucedido no pocas veces durante la pandemia.

El e comerce, el delivery, la sucursal virtual, los servicios remotos y la gestión financiera a través de las redes y de las formas de relación digital  están destinados a ser la norma en nuestra vida colectiva y no la excepción, cualquiera que sea la forma que adopte la futura normalidad.

Estamos pues, ante el punto de inflexión en que la esfera de lo real, lo tangible, lo físico y presencial – las cosas – pierde su histórico protagonismo y pasa a ser un complemento subsidiario de la esfera virtual, en donde las redes y la internet – lo digital-  serán el medio primordial de las relaciones humanas y la convivencia social.  En la gran mayoría de los actos, la concurrencia física constituirá un medio circunstancial de validación o confirmación de una operación virtual.   

¿De qué normalidad venimos y hacia dónde vamos?

El 18 de octubre de 2019, casi siete meses atrás, la hasta entonces “vida normal” de Chile se vio abruptamente interrumpida y alterada por el más gigantesco estallido social de la historia de nuestro país. El denominado “modelo neoliberal” y la estructura y funcionamiento de nuestra democracia fueron puestos en jaque por el malestar y la indignación mayoritaria de la ciudadanía a través de manifestaciones gigantescas, actos de rebelión y desobediencia civil que dieron origen a un proceso masivo de tensión y cambio institucional, reorganización de fuerzas, reemplazo de paradigmas y nuevas prioridades para las políticas públicas.

“Chile despertó”, “Chile cambió”, “Hasta que la dignidad se haga costumbre” se convirtieron en las nuevas ideas fuerza de un período que en marzo estaba en pleno ascenso y desarrollo y que tenía un primer hito rutilante en el plebiscito del 26 de abril sobre el cambio constitucional.

El 18 de marzo pasado, exactamente cinco meses después de su inicio, el movimiento social se vio, a su vez, también abruptamente interrumpido

El 18 de marzo pasado, exactamente cinco meses después de su inicio, el movimiento social se vio, a su vez, también abruptamente interrumpido, a diez días de la impresionante demostración de poder ciudadano en el Día de la Mujer, por la instalación oficial y mediática del virus Covid 19 en nuestro territorio, entrando en el período de alejamiento y cuarentena que nos tiene confinados quizás hasta cuando, con la curva en ascenso y lejos de aplanarse.  

Es en este contexto que emerge el tema ineludible de la vuelta a la normalidad, puesto en el tapete por el Gobierno haciéndose eco del proceso que comenzaban a vivir las sociedades asiáticas y europeas que habían disminuido el contagio. Aplanada la curva, se aprestaban a volver a una “nueva normalidad”.

Aplanada la curva, se aprestaban a volver a una “nueva normalidad”.

El Presidente Piñera, razonablemente preocupado por el funcionamiento del país (la economía no es chacota), pero también por su irrefrenable obsesión de protagonismo y por el sesgo ideológico que pone el mercado, la utilidad, la producción y el consumo como los valores centrales de nuestra sociedad, rápidamente y con bombos y platillos dispuso el inicio de “la nueva normalidad” para Chile, anunciando el fin de muchas restricciones, la reducción de las cuarentenas, la apertura de los malls y los comercios, la vuelta a clases y el regreso de los empleados públicos, entre otras medidas. El autoproclamado éxito del combate al Covid 19, a la luz de las cifras, permitía pues el anunciado retorno.

Pero en lo que ha sido una constante de su gestión, no alcanzaron a apagarse los ecos de la anunciada “nueva normalidad”, cuando el gobierno debió poner reversa y recular a toda máquina.

Pero en lo que ha sido una constante de su gestión, no alcanzaron a apagarse los ecos de la anunciada “nueva normalidad”, cuando el gobierno debió poner reversa y recular a toda máquina.

cruel ironía para los miles de compatriotas que están viviendo un via crucis lejano al más elemental concepto de normalidad.

Primero, porque el concepto “nueva normalidad” fue entendido por la ciudadanía como creado por el gobierno de Sebastián Piñera e interpretado como una cruel ironía para los miles de compatriotas que están viviendo un via crucis lejano al más elemental concepto de normalidad. De nada sirvió que el ministro Mañalich saliera a aclarar que el término es de utilización mundial e incorporado por la OMS para denominar al período que sigue al clímax de la pandemia y que obligará a la humanidad a una nueva forma de convivencia por un tiempo aún indeterminado; la gente lo tomó como una consigna para abrir los mercados, comercios y empresas y volver a hacer funcionar el mismo sistema  puesto en jaque por el estallido social.  Tampoco sirvió de mucho que se enmendara la plana y se reemplazara el concepto por su equivalente “retorno seguro”, que al parecer murió nonato. (Qué feo nombre, que recuerda el fracaso de “estadio seguro”, el vapuleado “sexo seguro” y el escalofriante “seguro de cesantía”)

“retorno seguro”, que al parecer murió nonato. (Qué feo nombre, que recuerda el fracaso de “estadio seguro”, el vapuleado “sexo seguro” y el escalofriante “seguro de cesantía”)

Segundo, porque no transcurrió una semana cuando las cifras de disminución de contagios y aumento de recuperados y exhibidas y alabadas por el Ministro Mañalich, se revirtieron radicalmente, los infectados más que se duplicaron y la curva que parecía aplanarse, abandonó la meseta y se disparó cumbre arriba. Es decir, no pudo haber peor desmentido para la autoridad de salud que la cruda e indesmentible realidad.

¿Significa aquello que hay que desoír al gobierno y continuar encerrados tal cual hasta ahora? De ninguna manera.

¿Significa aquello que hay que desoír al gobierno y continuar encerrados tal cual hasta ahora? De ninguna manera.

Cuando se trata nada menos que de la vida humana proyectada a una comunidad de millones de personas, nadie puede alegrarse de los fracasos de un gobierno, por muy contrario a las ideas y valores que uno profese, porque cada fracaso afecta, incluso fatalmente, a algún ciudadano como nosotros, a su familia y a su futuro.  Ojalá que ese gobierno, aunque sea adversario, tenga el mayor de los éxitos en la lucha por la vida y nadie puede restarse a ella.

Asimismo, en esta nueva e impensada realidad mundial, en que se avanza a tientas entre prueba y error, nadie está exento de equivocarse. Pero cuando esa equivocación no es producto de un error fortuito, sino que del intento por poner en primer plano otras consideraciones que no son la vida de las personas y que buscan reponer lo más pronto posible el cuestionado sistema económico con sus injusticias, prebendas y privilegios, es lógico que los ciudadanos no quieran seguir las medidas e instrucciones de la autoridad y aspiren a retornar a una situación muy diferente.  

es lógico que los ciudadanos no quieran seguir las medidas e instrucciones de la autoridad y aspiren a retornar a una situación muy diferente.  

Estamos pues ante concepciones distintas de retorno a la “nueva normalidad”.

Estamos pues ante concepciones distintas de retorno a la “nueva normalidad”.

Por una parte, el gobierno quiere volver a algo lo más parecido a la normalidad existente antes del 18 de octubre y, en ese sentido, la pandemia habría servido como un bienvenido freno a una pesadilla que atormentaba a Sebastián Piñera y a sus colaboradores sin dejarlos conciliar el sueño.

el gobierno quiere volver a algo lo más parecido a la normalidad existente antes del 18 de octubre

A su vez, la mayoría de la gente identificada con el estallido social y su evolución posterior aspira a retornar a la normalidad existente al 18 de marzo, es decir, con protesta social en ascenso, con plebiscito constitucional ad/ portas y con presión creciente al debilitado gobierno de Sebastián Piñera.

la mayoría de la gente identificada con el estallido social y su evolución posterior aspira a retornar a la normalidad existente al 18 de marzo

Creo que ninguna de las dos opciones tiene posibilidades de prosperar, porque el partido del futuro se juega en una cancha distinta, inédita y que aún no se termina de configurar.  Es una realidad en que lo virtual prevalecerá y frente a la cual la mayoría no estamos haciendo nada sustancial para adaptarnos.

La nueva realidad se construye hoy.

Aun cuando hay miles de chilenos que en medio de la pandemia han debido continuar incluso de manera clandestina su vida laboral, porque paradojalmente deben hipotecar su derecho a la vida para poder subsistir, son demasiados quienes han puesto su existencia entre paréntesis. El 18 de marzo no solo entramos en cuarentena sanitaria, sino que se extendió a los negocios, pymes, colegios, universidades, actividades productivas, recreativas y culturales; en no pocos casos entró en cuarentena el ejercicio corporal e incluso, la costumbre de pensar (aunque muchos declaran que han descubierto su mundo interior y establecido un nuevo contacto con sí mismos).

en no pocos casos entró en cuarentena el ejercicio corporal e incluso, la costumbre de pensar

En este clima de restricción y aislamiento generalizado, el único actor social que ha tenido la posibilidad real y la legitimidad (a regañadientes, pero legitimidad al fin) para actuar y establecer normas y conductas obligatorias para todos, ha sido el gobierno. La voz oficial informa, comunica, dispone, yerra y acierta, en tanto la debilitada oposición ejerce una crítica reactiva y, salvo casos aislados, no ha sido capaz de articular propuestas coherentes, alternativas y anticipatorias; como hace tiempo, va detrás de los hechos.

El estallido social más poderoso de la historia reciente entró y sigue en cuarentena.

El movimiento social, que hasta el 18 de marzo fue el actor protagonista principal de la agenda política, tras perder su gran activo, la calle, involucionó hacia un estado de latencia que mientras más tiempo pasa, es más difícil de mantener y amenaza con convertirse en hibernación. Aunque la ciudadanía se ha mantenido activa en las redes sociales, éstas no han sido un medio eficaz para provocar hechos políticos ni generar masa crítica para actuar frente a las medidas gubernamentales que la desafían y ponen en riego.  El estallido social más poderoso de la historia reciente entró y sigue en cuarentena.

al gobierno, al presidente megalómano y al ministro que, cual general Patton, comanda su ejército, moviliza ventiladores mecánicos, defenestra alcaldes y nos mantiene al tanto de la cruenta batalla de Santiago.

La fidelidad ciudadana hacia las demandas sociales es de todas maneras muy alta y se expresa en la opinión a través de las redes, pero, salvo algunos grupos lúcidos que promueven causas de interés ciudadano, la energía se canaliza a la reiteración de consignas y al ataque frontal y más bien grueso –  tan propio de las redes sociales-, al gobierno, al presidente megalómano y al ministro que, cual general Patton, comanda su ejército, moviliza ventiladores mecánicos, defenestra alcaldes y nos mantiene al tanto de la cruenta batalla de Santiago. En el intertanto, los que adherimos fervientemente a la demanda ciudadana nos hemos convertido en un ejército de francotiradores que disparamos esperando el día en que se levante la restricción y volvamos a reunirnos y abrazarnos en la Plaza Dignidad y a repletar las grandes alamedas para que toda vuelva a ser como antes.  

Pero la gran carencia es que no se ha articulado  ninguna estructura virtual  capaz de darle forma y conducción al movimiento ciudadano en tiempos de pandemia, poner en la agenda pública las demandas ciudadanas, levantar una voz colectiva que la autoridad no pueda dejar de oír y actuar, y sobre todo, crear hechos políticos y provocar situaciones que sean decisivas para la marcha del país y el tratamiento de la crisis.

Existiendo tantas oportunidades en que la necesidad de una acción ciudadana es evidente

Existiendo tantas oportunidades en que la necesidad de una acción ciudadana es evidente,  – los despidos y abusos empresariales, la tardanza y falta de apoyo a millones de compatriota vulnerables, la escandalosa discriminación territorial y social en el tratamiento de la pandemia,  la cesación de pagos de las grandes empresas y el aprovechamiento impúdico de subsidios, etc -, ninguna dio lugar a una expresión masiva colectiva, contundente y organizada que pudiera cambiar el curso de los hechos. (Muchas veces fue el mismo gobierno el que emendó su propia plana)

ninguna dio lugar a una expresión masiva colectiva, contundente y organizada que pudiera cambiar el curso de los hechos. (Muchas veces fue el mismo gobierno el que emendó su propia plana)

La gente está a la espera, quiere manifestarse, quiere tocar cacerolas, levantar una bandera, poner una canción al unísono, enarbolar un símbolo inequívoco que la autoridad no pueda ignorar, pero no encuentra la vía para hacerlo. Ni siquiera el 1° de mayo fuimos capaces de crear un hecho político de la ciudadanía organizada.

Es urgente que las organizaciones y los elementos más emblemáticos y queridos del movimiento social abandonen la opinión individual o de grupos destacados pero reducidos y estructuren una forma creativa, nueva y orgánica de comunicación, convocatoria y conducción del movimiento social a través de los medios virtuales, creando instancias de participación, consulta y medios de comunicación que causen impacto y adhesión en la opinión pública.

Y el partido del futuro se está jugando desde ya en una cancha virtual, a la cual la ciudadanía empoderada aún no entra en juego.

El gran fortalecido con esta pandemia ha sido el gobierno que, a pesar de sus desaciertos, ha capitalizado su condición de actor único y obligado en esta crisis. Y el partido del futuro se está jugando desde ya en una cancha virtual, a la cual la ciudadanía empoderada aún no entra en juego.

Aunque ya es harto tarde, aún es tiempo. No vivamos entre paréntesis, no sigamos esperando el día en que todo acabe y volvamos por fin a Plaza Dignidad a retomar el movimiento interrumpido, porque ya nada será como antes. Y tendremos que actuar con lo que sembramos hoy.    

ya nada será como antes. Y tendremos que actuar con lo que sembramos hoy.    

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