Hijos, amantes y amantes hijos del papado. Pederastia y/o pedofilia. Por Cristina Wormull Chiorrini

por La Nueva Mirada

Es el amor una enfermedad mortal. Es un accidente tan semejante a la muerte, que así la Muerte como el Amor usan arco y flecha; entre sí tan parecidos que ya se ha visto que el Amor despida saetas de muerte y la Muerte dispare flechas de amor… (sermón funerario)

El tiempo avanza, los días siguen transcurriendo y la peste se mantiene aferrada a nuestras calles y ciudades, sin dar tregua, mostrando algunos atisbos de esperanza para luego volver a manifestarse brutal y despiadada. La vacunación cubre más y más estratos etarios y aún así seguimos a medio confinar, con restricciones de noche y de fin de semana… de traslados y desplazamientos tanto internos como externos.  Y nada presagia que esto vaya a cambiar en el futuro inmediato. Nuestras vidas están en un compás de espera y ya se ha vuelto normalidad aquello que hace poco más de un año considerábamos excepcionalidad.

Urge encontrar vías de escape, caminos hacia la esperanza y la lectura, la música y las artes en general, se han convertido en las mejores amigas para vivir estos tiempos.  Es así como revisando películas antiguas que en algún momento del pasado me gustaron, encontré La agonía y el éxtasis, filmada allá por el año 1965 y que nos narra las peripecias de Miguel Ángel pintando los frescos de la bóveda de la Capilla Sixtina por orden del Papa Julio II, que aparece como un guerrero y un protector de las artes.

Y mi curiosidad por el personaje me llevó a investigar más sobre su vida, descubriendo que Giuliano della Rovere, como se llamaba Julio II, guerrero, político, estratega, maquinador, absolutista y maquiavélico se asemejaba más a un monarca de su tiempo que al líder de una religión y que no solo pasó a la historia por sus ambiciones guerreras o arquitectónicas.  Fue apodado el Terrible y sus excesos y placeres carnales fueron infructuosamente ocultados por la Iglesia.  Julio II fue sobrino de Sixto IV y antes de ser elegido papa por 35 de los 38 obispos, incluidos los 11 cardenales españoles que todavía obedecían las órdenes de César Borgia, en un cónclave recordado como el más corto de la historia, manejó 8 obispados.

Durante su vida tuvo tiempo de engendrar varios hijos, pero solo uno llegó a la edad adulta: Felice della Rovere, quien se transformó en una de las mujeres más poderosas del renacimiento italiano. Pero detrás de todo eso, según el cronista veneciano Giroliamo Priuli, Julio II sentía una gran atracción por los amantes jóvenes y bellos y practicaba el “vicio sodomita” disfrutando más del sexo cuando asumía el rol de pasivo.

“Contrajo sífilis durante su pontificado, una enfermedad con predilección por los sacerdotes, sobre todo los adinerados, como se decía en la época del Renacimiento. Ese fue Julio II, conocido como el Terrible”

En efecto, una leyenda dice que el papa sufría de ETS y que, incluso, en una procesión del Jueves Santo, los fieles no pudieron besarle los pies debido a las llagas que esta infección le había producido.

La palabra pederastia es la apropiada para referirse al abuso sexual que se comete con niños, y no pedofilia o su variante paidofilia, que alude únicamente a la atracción erótica o sexual que una persona adulta siente por los niños, aunque no abuse de ellos.

El diplomático veneciano, Marin Sanudo compuso un soneto para la homosexualidad (si no fuera por su condición de Papa, no tendría reparos) del papa Julio II.

«Regresa santo padre a San Pedro y pon alto a tu ardiente deseo… pues el que te honra está bien provisto con Corso, Triviano, Malvasia y otras muy buenas formas de sodomía…

Y poca vergüenza tiene de que Squarzia y Curzio, en el palacio sagrado, tengan la boca en la botella y el trasero en el roble».

Otro escándalo de su papado fue el nombramiento de su amante Francesco Alidosi como cardenal el que —aseguran los historiadores—vivió en el palacio papal sin esconder las muestras de afecto entre ellos, evidentes para todos los que los rodeaban.

El Papa Guerrero / Francesco Alidosi

El Papa guerrero fue también un gran mecenas de las artes. Protegió, entre otros, a Rafael Sanzio, a quien encargó pintar su primer retrato, la misa de Bolsena, la expulsión de Heliodoro del templo y a Miguel Ángel, a quien encomendó pintar el techo de la Capilla Sixtina. Las malas lenguas dicen que los protegió no solo por su excelencia artística, sino por sentir gran atracción física por ellos.   También, siguiendo el consejo de sus astrólogos sobre el día y hasta la hora de colocación de la primera piedra, inició La construcción de la actual basílica de San Pedro.

Uno de los proyectos artísticos más queridos de Julio II fue el de su propio sepulcro, que también encargó a Miguel Ángel. Tras años trabajando en el proyecto, y varios diseños y variaciones, el genial escultor solo pudo terminar una escultura representando a Moisés.

«Se enamoró locamente del chico (…) y como beneficio por su prostitución fue elevado al cargo de cardenal», escribe el historiador australiano-estadounidense Robert Aldrich.

Unas décadas después de este pontificado, Giovanni Maria Ciocchi ascendería al papado con el nombre de Julio III, confirmando que en la historia no todos los Papas han compartido las ideas promulgadas en sus escritos.

Julio III 

Giovanni fue nombrado cardenal presbítero por Paulo III en 1536 y de esta manera, participó directamente en los preparativos del Concilio de Trento, el cual llegaría a presidir. Finalmente, en el año 1550, y pese a la oposición del emperador Carlos I, fue elegido Papa. Desde el principio de su papado trató de poner fin al conflicto entre católicos y reformistas que dividía a Europa.

No obstante, pese al importante papel que ejerció en el concilio, sus cinco años de papado estuvieron manchados por sus conductas sexuales, especialmente por su relación con Innocenzo Ciocchi Del Monte, un joven mendigo adolescente a quien su familia había hallado en las calles de Parma y que tenía apenas  18 años, aunque algunas fuentes históricas señalan que era menor- al que nombró cardenal, luego de haberlo tomado como ‘hijo adoptivo’, mientras se rumoreaba sobre la relación afectiva entre ambos. El Papa lo conoció cuando tenía 13 años y las relaciones comenzaron desde aquel primer contacto.

Varios Cardenales advirtieron al papa de las «malas suposiciones a las que la elevación de un joven huérfano podría dar lugar» y así, este escándalo llegó a conocerse en su época como el pueribus amoribus implicitus («enredado en amores infantiles» o, lo que es lo mismo, pedofilia). El poeta Joachim du Bellay, que vivió en Roma durante este período expresó su opinión escandalizada en dos sonetos en su serie Les regrets donde escribió que odiaba ver «a un Ganímedes con el sombrero rojo en la cabeza». El cortesano y poeta Girolamo Muzio, en una carta a Ferrante Gonzaga, gobernador de Milán, escribió: «Se escriben muchas cosas malas acerca de este nuevo papa, que es vicioso, orgulloso y que tiene algo raro», y los enemigos del papa aprovecharon muy bien el escándalo. Thomas Beard, en su obra El teatro del juicio de Dios (1597) decía que era costumbre de Julio III «…no promover a nadie a cargos eclesiásticos, exceptuando solo a quienes lo sodomizaban». En Italia se dijo que Julio mostró la impaciencia de un «amante a la espera de su querida» mientras esperaba la llegada de Innocenzo a Roma, y se jactó de la destreza del jovencito en la cama, mientras que el embajador de Venecia informó de que Innocenzo del Monte compartió la cama del papa «…como si él [Innocenzo] fuera el propio hijo o nieto de Julio III.

No sería hasta 1555 cuando la Iglesia Católica pudo volver a poner orden en su propia casa. Julio III falleció y a Innocenzo le fueron arrebatados todos sus bienes. Se dice que el joven de 23 años perdió el camino de Dios, aunque es posible que ya lo hubiera hecho y fue desterrado tras asesinar a dos hombres que lo insultaron y por violar a dos mujeres.

Innocenzo falleció a la edad de 45 años y su cuerpo fue enterrado en la capilla Del Monte de la iglesia San Pietro in Montorio junto a su amor prohibido Julio III, reencontrándose así los amantes, dos décadas después.

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