Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía
Inicio de “Un violador en tu camino”,
Lastesis.
En marzo del 2020 cuando todavía no estábamos encerrados entre cuatro paredes ni tampoco enclaustrados dentro de nosotros, sin posibilidad de relacionarnos físicamente, el concepto de distancia social empezó a desarrollarse fuerte y aterradoramente a partir de abril de ese año. Al menos en Chile, porque en Europa y otros lugares ya se empezaba a sentir un par de meses antes. Quizás volver a repensar esos momentos – porque mi mente suele divagar por diversos mares y entrar en delirio de vez en vez- me llevó a pensar en las brujas, su concepto en la historia, las persecuciones y su devenir en íconos de las feministas del siglo XXI… mientras resuena en mis oídos una frase repetida hasta el hartazgo en aquel 8 de marzo del 2020 en una de las manifestaciones feministas más grandes del país: ¡somos las nietas, de aquellas que no pudisteis quemar!!!
Es probable que, al escuchar la palabra bruja dibujemos en nuestra mente una vieja fea, con verruga en la nariz, por supuesto ganchuda y montada sobre una escoba gritando algo así como claque, claque, claque. Por supuesto, asociada a todo tipo de maldades y copulando con el demonio con figura de macho cabrío. Una imagen espeluznante. Sin embargo, en inglés, el significado de la palabra witch es hermoso, pues es una conjunción entre las palabras wise y woman, que juntas significan «mujer sabia» y éstas eran las encargadas de mantener, proteger y transmitir los conocimientos hasta la próxima generación. En sus orígenes, en el ámbito de la cultura celta, donde las mujeres tenían un conocimiento profundo de la naturaleza y eran expertas en el estudio de árboles y plantas, una bruja que volaba simbolizaba a un ser que lograba despojarse de todas sus limitantes para trascender a niveles superiores, sin embargo, este significado fue perdiéndose, y éste comenzó a ser relacionado con ámbitos satánicos.
La palabra ‘bruja’ en español no se sabe con certeza de dónde proviene, pero una de las hipótesis nos dice que podría ser de la palabra protocelta “brixta” que se traduce por hechizo y que estaría asociada a la utilización de brebajes medicinales que eran capaces de curar y que sin ellos los enfermos podrían morir, por lo que popularmente fueron considerados mágicos.
Es así que originalmente, las brujas eran mujeres sabias que manejaban conocimientos avanzados en el uso de las plantas medicinales y también mujeres que no se conformaban con el comportamiento de sumisión al hombre asignado al género femenino.
La satanización de la bruja viene asociada, curiosamente, a la invención de la imprenta que permitió la impresión del Malleus maleficarum que señalaba que la mayoría de los hechiceros eran mujeres porque la superstición se encontraba ante todo en ellas, y la mayor cantidad de los brujos eran féminas porque eran más crédulas, más propensas a la malignidad y embusteras por naturaleza. Con estos conceptos absolutamente misóginos que atraviesan todas las persecuciones o cazas de brujas desde el siglo XIV al XVII, se estereotipa a la bruja como una mujer mayor, que vuela en una escoba acompañada por un gato, que participa en aquelarres nocturnos adorando al diablo, que forma parte de un grupo clandestino que realiza sacrificios humanos y ritos sacrílegos y que conoce todo tipo de pociones mágicas y maleficios. Sin embargo, estas acusaciones no son originales, se remontan a la antigüedad cuando los cristianos fueron acusados de realizar este mismo tipo de actos en la época del Imperio Romano y fueron culpados de celebrar reuniones clandestinas en las cuales degollaban niños y mantenían relaciones sexuales no convencionales mientras adoraban animales. En otras épocas fueron los judíos a quienes se acusó de practicar este tipo de aquelarres. El Malleus maleficarum fue un compendio de todas estas fantasías y el manual de caza.
Esto fue apoyado por las iglesias cristianas y por teólogos tan famosos como Lutero quien, basándose en una afirmación del Antiguo Testamento que señalaba que a “los brujos no deberás dejar con vida”, en su famosa prédica del 6 de mayo de 1526 afirmó cinco veces que “debían ser ajusticiadas” y días después, en una nueva prédica señaló:
Es una ley muy justa que las brujas sean muertas, porque producen muchos daños, lo que ha sido ignorado hasta el presente, pueden robar leche, mantequilla y todo de una casa… Pueden encantar a niños… También pueden generar misteriosas enfermedades en la rodilla, que el cuerpo se consuma… Las magas deben ser ajusticiadas, porque son ladronas, rompedoras de matrimonios, bandidas, asesinas… Dañan de muchas formas. Así que deben ser ajusticiadas, no sólo por los daños, sino también porque tratan con Satanás.
De esta forma, la mayoría de las personas procesadas por brujería fueron mujeres y, aunque hubo algunos hombres, la proporción de mujeres sobrepasó el 75% y en algunos lugares incluso al 90%. Esto se explica en gran medida por el fuerte carácter misógino de los tratados sobre la brujería escritos en la época (como el antes mencionado Malleus maleficarum), que consideraban a las mujeres moralmente más débiles y presas más fáciles para el Diablo. Muchas de estas mujeres eran curanderas, aunque también cocineras y comadronas, así como las encargadas de cuidar niños.
Para los cazadores de brujas cualquier síntoma tenía cabida: era sospechoso faltar a misa demasiadas veces, pero también era sospechoso no faltar nunca; era sospechoso reunirse regularmente con las amigas, pero también llevar una vida demasiado solitaria. O por descaradas o demasiado puritanas. Tener cuerpo de mujer ya era motivo de desconfianza. Tras el arresto, se desnudaba a las acusadas, las rasuraban y las entregaban a un «picador», que buscaba minuciosamente la marca del Diablo. «Cualquier mancha, cicatriz o irregularidad podía servir como prueba».
La prueba del baño se convirtió en el símbolo de la sinrazón. Se echaba a la mujer al agua; si se hundía, era inocente; si flotaba, era una bruja y por tanto debía ser ejecutada.
La última muerte documentada de una bruja en Centroeuropa fue en 1793 en el Gran Ducado de Posen. Pero aún en 1836 una presunta bruja fue sometida a la prueba del agua por los pescadores de la península de Hel y como la bruja no se hundían la ahogaron a la fuerza.
El aquelarre feminista
La sufragista estadounidense Matilda Joslyn Cage (1826-1898) fue la primera feminista en reivindicar la historia de las brujas y apropiarse de la etiqueta en su libro Woman, Church and State, donde con perspectiva de género la caza de brujas y señaló: «Cuando, en lugar de ‘brujas’, decidimos leer ‘mujeres’, comprendemos mejor las atrocidades cometidas por la Iglesia contra esa porción de la humanidad». Cage, con esta lectura, sería posteriormente la inspiración para el personaje de Glinda en El Mago de Oz, que escribió su yerno y donde se estrenaría por primera vez en la narrativa cultural la figura de ‘la bruja buena’.
Sin embargo, fue recién en el siglo pasado, en el 68 cuando el auténtico aquelarre feminista tuvo su epicentro histórico. Se formó W.I.T.C.H.,Women’s International Terrorist Conspiracy from Hell (Conspiración terorrista internacional de las mujeres del infierno), ahí las feministas vistieron el negro de las brujas para sus acciones performáticas contra el capitalismo y el poder. Mujeres que “anunciaban el retorno de las brujas y deseaban la muerte de sus enemigos a través de hechizos mágicos. Recuperaban un lenguaje místico y colocaban la filosofía oculta al servicio de la herejía feminista”. «Mujeres que adoptaron el activismo callejero por medio del teatro provocado, las acciones directas e imprevistas, la estructura informal y el discurso violento, demoledor, casi apolíptico», así las definían en el imperdible W.I.T.C.H. que editó La Felguera en 2007. Las WITCH fueron uno de los fenómenos más destacados en el movimiento de la liberación de la mujer, formado por unos cincuenta grupos en aquella época.
El feminismo del siglo XXI ha dado la vuelta al estigma machista y ha levantado el eslógan “Somos las nietas de las brujas que no pudisteis quemar”. Este grito apunta a la identificación de las nuevas generaciones de mujeres con una de las figuras más estigmatizadas por la historia y acuñan frases como “Temblad, temblad, las brujas han vuelto” (Tremate, tremate, le streghe son tornate) que gritaban las italianas allá por la década del 70. Así se apropian de ese símbolo que llevó a la muerte a miles de mujeres siglos atrás. Las nietas de las brujas que no ardieron están por todas partes en las manifestaciones de las feministas occidentales que con distintas actividades performáticas persiguen instalar sus demandas en la sociedad actual.
«Al adueñarse de la historia de mujeres acusadas de brujería, las feministas occidentales han perpetuado su subversión, a la vez que han reclamado para sí, como un desafío, el terrorífico poder que se les otorgaba», defiende la ensayista francesa Mona Chollet en el reciente Brujas. ¿Estigma o fuerza invencible de las mujeres?
Hoy vemos por todos lados la reivindicación de la bruja: está en el vestuario femenino, en artículos de tocador, en símbolos de fertilidad y amistad, La fuerza de la bruja, su independencia, su sabiduría, son reivindicadas por todas las mujeres, por supuesto, con mayor fuerza entre las feministas. Pero no cabe duda de que, en estos días, la bruja ya no es ese ser malévolo de la historia, sino la fuerza femenina en acción, la mujer incorporada al mundo y no sometida por el patriarcado.
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2 comments
Excelente texto. Muy completo, interesante. Un tema del que se debe hablar hoy en día.
Excelente historia. Ilustra la realidad detrás del miedo y persecución a las brujas, como también, el miedo a la medicina y cura con hierbas. Gracias Cristina