Emergencia sanitaria, crisis económica, tensiones sociales, convulsiones políticas. Parecen ser los nuevos jinetes del apocalipsis que empiezan a cabalgar por América latina en los tiempos del coronavirus. Una pandemia que llega con algún retraso a la región pero que amenaza con expandirse con rapidez, impulsada por las condiciones de marginalidad, pobreza y precariedad en que viven millones de personas, sin acceso a servicios esenciales y empleos precarios.
Parecen ser los nuevos jinetes del apocalipsis que empiezan a cabalgar por América latina en los tiempos del coronavirus.
“Tenemos que elegir entre morirnos por el corona virus o morirnos de hambre”. Así resumía una modesta pobladora mexicana, el dilema que enfrentan la mayoría de los sectores más vulnerables de América latina. Aquellos que viven en favelas, campamentos o villas miseria, hacinados, sin acceso a servicios esenciales como agua potable, luz o alcantarillado. Que viven al día en la economía informal y si no trabajan no comen.
¿Cómo pueden adoptar las medidas de higiene recomendadas por la autoridad sanitaria cuando ni siquiera tienen agua potable? Y cuando muchos viven hacinados en precarias y pequeñas viviendas.
¿Cómo viven estos sectores las medidas de aislamiento social decretadas por muchos gobiernos latinoamericanos buscando prevenir los contagios del temido coronavirus y “aplanar” su curva de crecimiento? ¿Cómo pueden adoptar las medidas de higiene recomendadas por la autoridad sanitaria cuando ni siquiera tienen agua potable? Y cuando muchos viven hacinados en precarias y pequeñas viviendas.
El problema es que representan un porcentaje significativo de la población latinoamericana que se encuentra bajo la línea de la pobreza. En porcentajes variables, que van desde un 15 a más de un 50 %, son sectores que viven de la economía informal en una gama muy amplia de servicios o comercio ambulante, sin ningún tipo de previsión social o asistencia estatal. Sin mencionar a los mendigos o personas que “están en situación de calle.
A este sombrío panorama habría que sumar los millones de trabajadores que arriesgan perder sus empleos o no percibir sus remuneraciones por la crisis económica que genera la emergencia sanitaria. No todas, ni siquiera la mayoría de las empresas, especialmente las pequeñas y medianas y no pocas grandes, están en condiciones de afrontar el pago de remuneraciones estando paralizadas y sin percibir ingresos.
A este sombrío panorama habría que sumar los millones de trabajadores que arriesgan perder sus empleos o no percibir sus remuneraciones por la crisis económica que genera la emergencia sanitaria.
Y ningún país latinoamericano está en condiciones de implementar ayudas demasiado sustantivas para defender los empleos, auxiliar empresas y sostener la economía sin una generosa ayuda internacional.
Nada parecido a la billonaria inyección de recursos decretada por Donald Trump en EE UU o el plan Marshall que los países mediterráneos demandan, hasta ahora sin mucho éxito de la Unión Europea.
Nada parecido a la billonaria inyección de recursos decretada por Donald Trump en EE UU o el plan Marshall que los países mediterráneos demandan, hasta ahora sin mucho éxito de la Unión Europea.
No son pocos los países latinoamericanos que enfrentan severas crisis económicas, incluidos Argentina o Brasil. Algunos, como Cuba, Venezuela o Nicaragua, agregan severas sanciones económicas internacionales, sufren desabastecimiento y precarización de los servicios públicos. En su gran mayoría los países latinoamericanos cuentan con débiles sistemas de protección social y precarios servicios sanitarios. Y en varios de ellos, el turismo, una de las actividades más impactada por la crisis, es muy relevante para sus economías.
Prevenir o mitigar. Un aparente dilema
Ello podría contribuir a explicar la aparente “liviandad” con que algunos mandatarios latinoamericanos asumieron inicialmente la amenaza que representa esta pandemia que azota a la mayoría del plantea y su resistencia para adoptar drásticas medidas sanitarias para prevenir los contagios.
Hay quienes sostienen que es un dilema aparente el de salvar vidas o proteger la economía. Tomar drásticas medidas de prevención sanitaria probablemente contribuya a acortar el período de emergencia, reduciendo el impacto económico de la crisis. Dilatar las medidas puede tener no tan sólo un alto costo en vidas humanas sino un mayor impacto sobre la economía en el mediano plazo.
Tomar drásticas medidas de prevención sanitaria probablemente contribuya a acortar el período de emergencia, reduciendo el impacto económico de la crisis. Dilatar las medidas puede tener no tan sólo un alto costo en vidas humanas sino un mayor impacto sobre la economía en el mediano plazo.
“Le tememos más al caos que al coronavirus” afirmaba un analista brasileño. Y aunque sea muy difícil de aceptar, más de alguna razón podría tener. “Si mis hijos no tienen pan yo no dudaría en asaltar un supermercado”, sostenía un ciudadano brasileño. Y eso es un riesgo latente. Informaciones de prensa señalan que, en Italia, el país europeo mayormente afectado hasta ahora por la epidemia, se han producido algunos saqueos a supermercados o el asalto de clientes a la salida de establecimientos comerciales para arrebatarles alimentos.
“Si mis hijos no tienen pan yo no dudaría en asaltar un supermercado”
El temor no es infundado. Brasil registra la mayor tasa de contagios de la región, con una alta tasa de muertes, seguido por Ecuador y en tercer lugar Chile. La mala noticia es que en varios países de la región enfrentan recién la primera fase de la epidemia y todos asumen que lo peor está por venir.
Brasil registra la mayor tasa de contagios de la región, con una alta tasa de muertes, seguido por Ecuador y en tercer lugar Chile.
Pese a las reticencias iniciales, la mayoría de los gobiernos han debido asumir la gravedad de la amenaza que se cierne sobre la población, imponiendo medidas cada vez más drásticas para enfrentarla. Evidentemente la primera prioridad es salvar vidas humanas, como han debido reconocer los diversos gobiernos no tan sólo en nuestra región.
Asegurar la subsistencia de los sectores más vulnerables, defender el empleo y preservar la actividad económica. La receta Keynesiana
Asegurar la subsistencia de los sectores más vulnerables, defender el empleo y preservar la actividad económica. La receta Keynesiana
Pero la segunda es procurar que el país siga funcionando. Que se protejan los empleos, que se asegure el abastecimiento de productos esenciales y como no, la subsistencia de los sectores más vulnerables de la sociedad. Y esa no es una tarea fácil. Requiere de decisión y audacia para implementar recetas keynesianas para inyectar ingentes recursos fiscales, garantizando ingresos de subsistencia a los sectores más vulnerables, defender los empleos y fuentes laborales e impulsar la demanda. Recursos que no siempre están disponibles o sean fáciles de conseguir.
¿Puede un país como Venezuela, acosado por severas sanciones internacionales, con una inflación desatada y desabastecimiento, sin acceso al crédito internacional afrontar una crisis sanitaria y económica como la que se anuncia?
¿Puede un país como Venezuela, acosado por severas sanciones internacionales, con una inflación desatada y desabastecimiento, sin acceso al crédito internacional afrontar una crisis sanitaria y económica como la que se anuncia?
¿Lo puede hacer Cuba que vive una suerte de nuevo “período especial” luego de que el gobierno norteamericano decidiera endurecer el bloqueo económico y que sus principales aliados debieran reducir su ayuda a la Isla? ¿O Nicaragua?
Tampoco Argentina, que afronta una severa crisis económica y crediticia parece estar en las mejores condiciones para enfrentar estas amenazas. Como tampoco lo está Brasil y la mayoría de los países de la región.
Evitar el caos y asegurar la estabilidad política
Porque la tercera prioridad de los gobiernos es asegurar el orden, la seguridad y estabilidad del sistema político y su propia subsistencia. Al decir de las encuestas los ciudadanos respaldan a aquellos gobernantes que hablan con la verdad, que no intentan restar la gravedad a la amenaza sanitaria. Que no dudan en adoptar drásticas medidas para prevenir los contagios, movilizando todos los recursos a su alcance para atenuar los costos económicos y sociales que ellas implican para la población, en especial para los sectores más vulnerables.
los ciudadanos respaldan a aquellos gobernantes que hablan con la verdad, que no intentan restar la gravedad a la amenaza sanitaria.
El contraste entre el alto apoyo que hoy recibe Alberto Fernández en Argentina, con el fuerte deterioro y creciente rechazo a Jair Bolsonaro en Brasil es más que elocuente.
El contraste entre el alto apoyo que hoy recibe Alberto Fernández en Argentina, con el fuerte deterioro y creciente rechazo a Jair Bolsonaro en Brasil es más que elocuente. Algo menos dramático sucede con el mandatario mexicano Manuel López Obrador, que inicialmente tendió a restar importancia a la epidemia, llamando incluso a las familias a salir a cenar a fondas o restaurantes, con la tímida pero relevante subida en el apoyo de Sebastián Piñera, de 8 a 21 puntos de apoyo.
No pocos anticipan que habrá un antes y un después tras esta pandemia y que un nuevo orden internacional y económico reemplazará al actual.
No se puede descartar que uno de los efectos de la crisis sanitaria que hoy enfrenta el mundo se traduzca en fuertes cambios en el terreno político, económico y social. No pocos anticipan que habrá un antes y un después tras esta pandemia y que un nuevo orden internacional y económico reemplazará al actual.
La duda es como se vivirán estas transformaciones en nuestra región. Jair Bolsonaro se ha acercado a los militares, que hoy por hoy constituyen su principal base de apoyo, buscando respaldo, que los uniformados puntualmente han reafirmado y transmitido al vicepresidente Hamilton Mourao, general en retiro y hombre de confianza de las FF.AA. brasileñas.
En el caso de Venezuela, Elliot Abrams, encargado para el tema por el gobierno de Trump, ha formulado una sorprendente propuesta de avanzar hacia un gobierno de unidad nacional sin Nicolás Maduro, cuya cabeza ha sido puesta a precio con varios de sus estrechos colaboradores, ni Juan Guaidó, el Presidente encargado reconocido por EE.UU.
Jeanine Añez, mandataria interina de Bolivia, y candidata a la presidencia ha postergado las elecciones previstas para el próximo mes de mayo, sin definir aún una nueva fecha y todo apunta a que aprovechará para tomar ventaja de su más poderoso contendor, el candidato del MAS, que lidera las encuestas hasta ahora.
Tiempo de incertidumbres
Al igual que el resto del planeta, la región vive tiempos de temor e incertidumbres. Los científicos están en una carrera en contra del tiempo para encontrar una vacuna y/o un tratamiento eficaz para combatir la pandemia. Los agentes económicos, sumadas las autoridades, empresarios y profesionales, en un desesperado esfuerzo por preservar la actividad, asumiendo que no todos sobrevivirán a la crisis, mientras que los gobernantes intentan compatibilizar las prioridades centradas en salvar vidas, con la atención de las necesidades básicas de la población, asegurar el orden público y sin descuidar el funcionamiento de la economía.
No es algo evidente qué gobernantes podrán salir adelante y cuantos quedarán en el camino. En buena medida ello depende de su voluntad y capacidad de liderazgo para enfrentar la emergencia en sus múltiples dimensiones. Y también de factores domésticos y externos fuera de su alcance. El manejo y comportamiento de la pandemia es uno de ellos. Otros más bien dependen de factores geopolíticos y relaciones de poder.
No es algo evidente qué gobernantes podrán salir adelante y cuantos quedarán en el camino.