La ruta del dinero K

por La Nueva Mirada

Las sorpresas crecen para quienes presumían saber casi todo acerca de la trama de corrupción que involucra a numerosas autoridades de las administraciones kirchneristas.

Se sumaban la ex mandataria y actual senadora Cristina Fernández, su entorno familiar, improvisados empresarios que salieron de la nada para amasar grandes fortunas, sirviendo como palos negros para blanquear dineros del enriquecimiento personal de los involucrados. Hasta que apareció Roberto Baratta, chofer de taxi, de origen dudoso, transformado en uno de los hombres de confianza del ex ministro y actual parlamentario, Julio de Vido.

Baratta, alto funcionario del ministerio de planificación, era el encargado de recolectar las cuantiosas  coimas que cobraban a empresarios de la construcción y del sector energético a cambios de contratos y concesiones adjudicadas por el Estado. Y Baratta usaba su auto oficial, conducido por Oscar Zenteno, funcionario del ministerio, para recolectar los millones de dólares entregados por los empresarios y que según los investigadores, terminaban en el domicilio particular del matrimonio Kirchner o en reparticiones estatales, según informó el diario La Nación.

Con lo que Baratta no contaba, es que su chofer oficial, sin propósitos aún muy claros, acumulaba un detallado registro de los montos, aportantes (con sus respectivas direcciones) y lugares de destino de las coimas – que podrían ascender a más de 160 millones de dólares – desatando  el escándalo que la prensa ha denominado (con poca imaginación) el “Lava Jato Argentino”. El citado destape, hasta ahora, ha implicado la detención de cinco altos ex funcionarios del gobierno y al menos seis empresarios involucrados en la trama, así como la citación judicial a la propia senadora Cristina Fernández para que comparezca la semana próxima.

Todavía la prensa argentina, como el poder judicial (que ha cobrado renovado celo tras el cambio de gobierno) no pueden determinar  el monto de los  recursos fiscales desviados con fines ilícitos, los actores involucrados y la ruta seguida por estos dineros.

Primero fueron los llamados “empresarios K”, oscuros “emprendedores”, como Lázaro Báez o Cristóbal López, surgidos de la nada para enriquecerse  súbitamente al alero de los Kirchner. Luego aparecieron  ex ministros, subsecretarios y altos funcionarios del kirchnerismo, que manejaron y manipularon en beneficio propio los cuantiosos presupuestos de las obras públicas, el transporte y la energía, entre otros.

Inolvidable será la imagen del ex subsecretario de Obras Públicas, intentado ocultar bolsas repletas de dólares, euros y otras monedas extranjeras, en un convento de monjas.

Todo aquello antes de la aparición de uno de los detallados cuadernos en donde Oscar Zenteno registraba puntillosamente las “recaudaciones”, así como la ruta seguida por este dinero ilícito. Es posible imaginar que Zenteno llevaba estos registros como un seguro personal. O pensando sacar provecho extorsionando a sus jefes. Quien sabe con qué ocultos propósitos. Lo cierto es que uno de los cuadernos llegó a las manos de periodistas del diario La Nación. Algunos afirman que lo entregó un amigo de Zenteno a quién  había confiado su custodia. Otros apuntan a su ex cónyuge, despechada por una tormentosa separación, que había filtrado los antecedentes a la prensa.

Como sea, más o menos ordinaria explicación, con ese explosivo material en sus manos, los periodistas iniciaron un exhaustivo chequeo de fuentes, nombres y direcciones para respaldar la información, más que útil a la justicia. Sin que hasta el momento sea posible ubicar el resto de los cuadernos que Zenteno afirma haber quemado.

El escándalo generó un verdadero “pánico en el parque”, con numerosos empresarios optaron por tomar la iniciativa, acogiéndose a la figura de colaboración eficaz, para auto inculparse de haber hecho aportes ilegales a las campañas políticas del kirchnerismo, negando, por cierto, que se trate de cohecho o sobornos.

 

 

Cristina Fernández y su opción presidencial

La que aún permanece “muy tranquila”, según  su abogado, es Cristina Fernández quién, pese a todas las evidencias en su contra, insiste en atribuir todas estas acusaciones a maniobras políticas del gobierno para evitar su retorno a la Casa Rosada.

Pero es difícil imaginar que Cristina Fernández pueda evadir las numerosas acusaciones en su contra y se mantenga como una opción viable para las próximas elecciones presidenciales. No tanto por el efecto que estas acusaciones puedan tener entre sus fieles partidarios que, “con la fe del carbonero”, sostienen que son parte de una feroz campaña de descrédito en su contra.

Es más que difícil, porque Cristina debe lidiar no tan sólo en contra del gobierno de Mauricio Macri, respecto del cual se ha definido como su principal opositora. También debe enfrentar al viejo justicialismo, que la considera como un obstáculo para retornar al poder que continúan aspirando.

Sobre todo ahora, cuando Mauricio Macri está debilitado y su gobierno enfrenta una severa crisis económica, creciendo el rechazo a su decisión de recurrir al FMI para sortear el fuerte déficit fiscal.

Cristina Fernández puede refugiarse en el fuero parlamentario alcanzado en la pasada elección legislativa, en donde llegó segunda. Incluso el justicialismo puede bloquear el desafuero que solicita la justicia para procesarla. Pero el viejo y tradicional peronismo no le perdona el quiebre partidario y tampoco le facilitará el camino al poder.

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