“Ante las elecciones en Chile,
es hora de llamar al fascismo por su nombre”,
publicó el diario norteamericano Washington Post.
Más que nunca, en estos días me he detenido a observar con especial interés, un cuadro que hace muchos años me obsequiara mi amiga Patricia Israel, fallecida tan prematuramente el 2011. Patricia podría haber denunciado mucho más hoy mismo con su obra grabadista y neo expresionista, como lo hizo durante la dictadura de Pinochet en formas expresivas contestatarias y denunciantes de la situación política del país.
Lo pienso al observar el cuadro cuyo título es “La Verdad y la Mentira”.
Físicamente, la obra propiamente tal está inserta de manera central en un amplio espacio blanco que llama al buen equilibrio de la vida. El aceptable panorama humano que se supone acostumbramos. La cordura soñada de los pueblos y sus habitantes. Efectivamente, en el centro de ese fondo albo y en apenas cinco centímetros, dos gallinas (una blanca y otra negra), dan el significado y el mensaje al cuadro: un ave es la verdad, la otra es la mentira.
Por eso lo he observado más que antes, en estos días. Gracias Patricia, que tanta falta haces.
La verdad y su contraparte la mentira, están de moda. Para qué hablar de esta crucial última semana. Se pueden llamar “fake news”, promesas electorales, noticias antojadizas en prensa escrita, radio o TV, específicas declaraciones del candidato de la ultraderecha, tantas veces desmentido. De hecho, su programa presidencial ha caído en una crisis de credibilidad asombrosa. Sin ir muy lejos, en estos mismos instantes en que escribo, algunos puntos difundidos por el candidato del Partido Republicano están en tela de juicio. E intentan conectar con cuestiones muy básicas e impulsos que despiertan naturalmente el interés del ser humano. El escándalo, por ejemplo. Así como una imagen vale más que mil palabras, una noticia falsa golpea más que cien verdades.
Como en todos los países, es cada vez más difícil reconocer las mentiras como tales. El funcionamiento concreto de la democracia como la conocemos es tremendamente fácil de manipular desde el punto de vista de las comunicaciones. Solamente se requiere extirpar la sana ética desde las mentes de los creadores de noticias falsas.
El diario Washington Post hace pocas semanas dedicó una columna al candidato presidencial del Partido Republicano chileno. Ya en el título lo dijo todo:
“Ante las elecciones en Chile, es hora de llamar al fascismo por su nombre”.
A Kast lo describió como “defensor de las ideas más conservadoras y religiosas encarnadas en una derecha que decidió formar su propio movimiento para consolidar el liderazgo”. Asimismo, el periódico señaló que “con un discurso antiinmigración a favor de la militarización extrema de la Araucanía, Kast fue posicionando su discurso sin miedo a las caricaturas o a enfrentar los temas más controvertidos”. Más adelante hizo hincapié en los últimos debates televisivos donde Kast solamente pudo posicionarse gracias (comillas) “al resultado de la instalación permanente de fake news con las que se pasea tranquilamente por los medios recibiendo rara vez alguna contrapregunta o cuestionamiento por parte de los entrevistadores”.
Agregó el periódico:
“Kast ha sido capaz de decir barbaridades como que durante la dictadura de Pinochet no se encerró a opositores políticos. Esas barbaridades terminan esparciéndose como verdades que alimentan el miedo y las redes sociales donde se masifica la desinformación. Si Kast avanzó fue gracias a la equidistancia de los medios que no han llamado al fascismo por su nombre ni se han espantado, como sucedería en cualquier otro lugar con un piso mínimo de respeto a los Derechos Humanos, cuando defiende y reitera su negacionismo sobre los crímenes cometidos durante la dictadura”.
Entre otras aclaraciones, el Washington Post acusó que “desconcierta que cierta derecha que se autodefine como democrática y que quiso limpiar sus vínculos con el pinochetismo, hoy saca sus máscaras y demuestra que en Chile el liberalismo aún no ha cambiado de piel”.
La relación de Kast con la prensa internacional se transformó en un escándalo cuando la Asociación de Corresponsales de la Prensa Extranjera lo enfrentó con sus propios dichos durante una conferencia de prensa.
Nuestro veneno diario
En la vida diaria de nosotros los ciudadanos comunes y corrientes es dificilísimo borrar las mentiras instaladas, pues su difusión es inmediata, eficaz y de muy bajo costo. Desmentir las publicaciones falsas es prácticamente imposible pues la mente humana lo absorbe todo. Las fake news generalmente tratan de conectar con cuestiones muy elementales y nada más entretenido que el escándalo. En este sentido hemos visto en los últimos meses (y para qué hablar de las últimas semanas) como el equipo propagandístico de Kast ha intentado socavar (a veces con éxito, otras haciendo el ridículo) el pensamiento natural de la ciudadanía. Han operado con la idea del todo vale. Para eso basta alejarse de la ética y la decencia como las conocemos. Y no puedo evitar el ejemplo principal de una noticia falsa que sobrepasa quizás todos los límites: la supuesta fiestaen la que también supuestamente la presidenta de la Convención Constituyente se estaba bañando desnuda en la piscina de un hotel en Concepción.
Finalmente, otra profunda tergiversación de Kast sobre la realidad que nos rodea:
“Si estuviera vivo, Pinochet votaría por mí. Yo no soy pinochetista, yo defiendo la obra del gobierno militar. Hay personas condenadas y cumpliendo condenas, algunas de ellas injustamente. La justicia ha hecho una ficción legal, no creo todas las cosas que se dicen de él”.
Así defiende a Miguel Krassnoff, uno de los más sádicos torturadores de la dictadura, condenado a más de 800 años de cárcel. Entonces, que una suerte de inmundicia oportunista se haya infiltrado al interior de grupos de chilenos, digamos, desprevenidos, es una verdadera lástima. Más aún si con esa tónica de manosear la existencia, se nos pretenda gobernar.
La verdad y la mentira batallan codo a codo, como en el premonitorio cuadro de Patricia Israel. Sin embargo, la verdad siempre sale a flote. La decencia íntima de Chile lo podrá demostrar el próximo domingo.