Luis Breull
Con la irrupción mundial de internet y su infinita replicabilidad, hibridación, circulación y saturación de contenidos, más la amplia penetración de las redes sociales, se acabaron definitivamente las convicciones, los credos, los argumentos que hasta hace pocas décadas permitían explicar el mundo.
Vivimos hoy una realidad absolutamente dudosa, especulativa, carente de certezas. Todo puede ser falso y verdadero al mismo tiempo. Y lo que es peor: todo intenta ser explicado. Cualquier argumento es sostenible por alguien, con tal de reportar circulación, posicionamiento y visibilidad (baste ver el resurgimiento de las tesis terraplanistas y sus impúdicos defensores, o cuanto predicador de los paranormal y experto en todo se perfila desde las diversas pantallas disponibles).
La posverdad más allá del tiempo
La posverdad o “post truth”, como se acuña originalmente el concepto en inglés, remite a la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales” (definición de la Real Academia Española).
En el nuevo ecosistema mediático, que el investigador argentino Daniel Mazzone bien describe en su reciente libro “Máquinas de mentir: Noticias falsas y posverdad”, siempre habrá alguien dispuesto a creer, más como ejercicio de fe que de empirismo. Fundamentalmente porque cambió el soporte estructural de los contenidos, siendo reemplazados los medios de comunicación tradicionales, basados en una temporalidad pausada, por las plataformas o metamedios cuya existencia transcurre en la simultaneidad y la inmediatez. Dos atributos que deterioran la capacidad de concentración y sobreestimulan a las personas a resolverlo todo en menos de diez segundos.
Nuestra historia, nuestros sesgos y prejuicios, nuestras creencias anteriores resultarán claves para ser impactados. La forma cómo nos aproximamos a los medios -mediante las plataformas- y en específico a cuáles de ellas y ellos resolverá la toma de posición en el espacio público, la construcción de contextos, los relatos que expliquen los hechos. ¿Pero qué hechos? Porque los contenidos hoy pasan a ser parte de un circuito y un mundo audiovisual que -al decir del comunicólogo francés Gérard Imbert-, habitamos de modo especular y espectacular al mismo tiempo.
Esto cambió el tradicional pacto de confianza entre el individuo y el medio por una relación múltiple, abierta, de límites informes entre el usuario y la plataforma, cuya lógica final es la interacción –con datos personales, gustos, hábitos y grupos de relación- orientada a la comercialización posterior de esta data identitaria bajo la lógica de la microtargetización. Un imperceptible universo de pérdida de autonomía del sujeto sobre sí mismo, al tiempo que lo globaliza y conecta al mundo virtual. Un espacio social que cambió sus amistades personales por redes intercomunicadas, de inestable fidelidad.
Un espacio social que cambió sus amistades personales por redes intercomunicadas, de inestable fidelidad.
Privacidad ajena como activo de poder
Tal como sostiene el reciente suceso documental de Nétflix, “Nada es privado”, la acción de nuevos y multimillonarios actores clave en la esfera del poder (como Steve Bannon y Alexander Nix), volcados al emprendimiento de la inteligencia digital y el análisis de la bigdata disponible en redes sociales, está cambiando la configuración de las prácticas de propaganda y comunicación política con fines electorales.
se centra en las denuncias –desde dentro- de la empresa Cambridge Analytica y cómo influyó en los resultados de las elecciones de Donald Trump en Estados Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil, así como en la aprobación del Brexit en el Reino Unido para retirarse de la Unión Europea (campaña del “Leave EU”).
Este trabajo se centra en las denuncias –desde dentro- de la empresa Cambridge Analytica y cómo influyó en los resultados de las elecciones de Donald Trump en Estados Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil, así como en la aprobación del Brexit en el Reino Unido para retirarse de la Unión Europea (campaña del “Leave EU”). Una asonada que no habría sido posible sin la colaboración –casual o no- de Facebook y los perfiles de decenas de millones de usuarios, que permitieron conocer sus preferencias, temas recurrentes, redes de amigos, “likes” y toda actividad que facilitara saber a distancia de sus mentes, mejor incluso de lo que podría hacerlo un psicoanalista. Una entidad que llevó a ofrecer sus servicios también a la nueva derecha española, representada en “Vox”, que no llegó a buen término.
De este modo, Jehane Noujaim, codirectora del audiovisual, declaró a la BBC que los datos ahora se han convertido en el activo más valioso del mundo, más que el petróleo.
Una de las protagonistas del documental es Brittany Kaiser, antigua miembro del Partido Demócrata, activista de derechos humanos y de la campaña de Barak Obama, seducida a cambiarse de bando para colaborar con el millonario candidato republicano y conductor del reality “El Aprendiz”. Se trataba –dijo- de detectar los datos capaces de hacer cambiar de idea a las personas, a partir de sus rasgos identitarios revelados en sus Facebook para construir un perfil de cada votante. Algo que a su fundador, Mark Zuckerberg le reportó una multa de 5 mil millones de dólares, cuestión que debió enfrentar en tribunales, donde dijo que tratarían de evitar futuros errores en el acceso comercial a sus contenidos. De este modo, Jehane Noujaim, codirectora del audiovisual, declaró a la BBC que los datos ahora se han convertido en el activo más valioso del mundo, más que el petróleo.
Controlar a los “controladores”
encarna también el riesgo de hacer descansar la sociabilidad en plataformas como Facebook, que han derivado en instrumentos de manipulación y control político mediante el tráfico de big data.
Vivimos un período histórico de agudas fracturas. Así lo sostiene el investigador Flacso de Argentina, Luciano Galup en su trabajo “Big data y política”, debido a que las viejas generaciones acostumbradas a votar y sostener a las instituciones, se están achicando y cediendo su espacio a nuevos grupos de ciudadanos móviles, más abiertos, líquidos o volátiles, y menos ligados a las organizaciones tradicionales. Una cuestión que llevó al surgimiento de voces globalizantes como #NiUnaMenos o #AbortoLegal, pero que encarna también el riesgo de hacer descansar la sociabilidad en plataformas como Facebook, que han derivado en instrumentos de manipulación y control político mediante el tráfico de big data.
La disposición de herramientas tecnológicas hoy permite transformar a cualquier persona medianamente instruida en un potencial fabricante de fake news.
La disposición de herramientas tecnológicas hoy permite transformar a cualquier persona medianamente instruida en un potencial fabricante de fake news. Esto hace posible, por ejemplo, crear un vídeo donde un Presidente de la República o cualquier dirigente político aparezca diciendo cosas que jamás mencionó, o mostrarlo borracho, drogado o perturbado, dando declaraciones incoherentes u ofensivas. Esta transformación del modo de producir contenido simulando información periodística conlleva la negación de todo principio de verdad (acentuando las desigualdades entre quienes pueden acceder a grandes bancos de datos privados para manipular decisiones y quienes no).
Lo anterior implica que se modificó para siempre la noción de realidad y la frontera entre lo verdadero y lo falso.
Lo anterior implica que se modificó para siempre la noción de realidad y la frontera entre lo verdadero y lo falso. Un efecto mediático que jaquea a la democracia –recordando al politólogo italiano Norberto Bobbio- y que obliga a los medios a redefinir su rol como curadores de contenido, en un universo de datos que también obliga a los teóricos de la comunicación a construir nuevos marcos de análisis para un viejo problema: miente, miente, que algo queda y más de alguien lo creerá…
obliga a los teóricos de la comunicación a construir nuevos marcos de análisis para un viejo problema: miente, miente, que algo queda y más de alguien lo creerá…