Por Antonio Ostornol, escritor.
¿Novela de amor? ¿Existencialista? ¿De denuncia del “capitalismo tardío”? Marco páginas en un libro que, dadas las circunstancias, se anuncia como sospechoso. Se trata de la novela Mañana tendremos otros nombres, de Patricio Pron, escritor rosarino avecindado en Madrid, y ganadora del Premio Alfaguara de novela 2019. Cuando digo sospechoso es porque, en general, comparto la aprensión que el propio autor declaraba en una entrevista a La Tercera cuando vino a Santiago a presentar el libro: “No hace falta que lo diga […] la lista de ganadores del Alfaguara no es la mía propia; no constituye mi canon y está basada en criterios que yo desconozco”, y el periodista que lo entrevistaba agrega que se refiere a un galardón “que ha tenido en las últimas décadas una marcada vocación comercial”. También había leído en algún momento que su nombre figuraba en un ranking de la revista Granta como uno de los mejores 22 narradores de su generación, listas que siempre huelen a cierta forma de construcción de redes y, por lo tanto, medianamente sospechosas. Sin embargo, compré la novela y me puse a la tarea de leerla.
¿Novela de amor? ¿Existencialista? ¿De denuncia del “capitalismo tardío”? Marco páginas en un libro que, dadas las circunstancias, se anuncia como sospechoso.
¿Qué me hizo vencer la sospecha? Hacía un tiempo, había leído otra novela de Pron. Se trataba de No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles, un texto extraño que elabora una provocadora reflexión en torno a las relaciones entre ideologías, política y arte, en el contexto de la Italia fascista, los combates anarco – marxistas de los años setenta y las resistencias libertarias de los comunistas italianos de la segunda guerra. Este abanico temático se despliega a través de una narración fragmentada, que reúne tiempos distintos y constituye una trama donde lo individual se funde en la historia para sucumbir en ella. Esta experiencia de lectura tuvo la característica que, para mí, hace de la literatura un fenómeno con sentido: abre preguntas, devela ámbitos que suelen estar medio escondidos, a veces ofrece respuestas impensadas pero que son plenamente coherentes y que el lector, aunque no las entienda del todo, las acepta y valida.
Esta experiencia de lectura tuvo la característica que, para mí, hace de la literatura un fenómeno con sentido: abre preguntas, devela ámbitos que suelen estar medio escondidos, a veces ofrece respuestas impensadas pero que son plenamente coherentes y que el lector, aunque no las entienda del todo, las acepta y valida.
Por lo tanto, una nueva novela de Patricio Pron era una tentación irrenunciable, aunque el premio la hiciera sospechosa, que ciertamente valió la pena. La historia relata los siete primeros meses de la ruptura amorosa de una pareja, después de cinco años de convivencia. Él y Ella son un escritor y una arquitecta que viven en Madrid, tienen un buen pasar, hacen sus vidas en un ambiente de libertad y confort, no tienen hijos ni grandes compromisos de otro orden. Nunca sabremos sus nombres, como si fueran prototipos de una cierta función a la que podrían aplicar todos los integrantes de una pareja, ya sean cónyuges, novios, amantes o lo que sea. El relato es narrado desde una voz impersonal, casi fría, que rigurosamente se va ubicando en la mirada de cada uno de los personajes, en una clásica estructura de contrapunto, que semeja una especie de disección de cada uno de los elementos de una relación de pareja y, más específicamente, de una pareja en proceso de quiebre. Porque la novela comienza cuando Ella decide partir, sin que las motivaciones estén suficientemente expuestas o si realmente existieran. Al igual que en la gran novela de Vila Matas El viaje vertical, la ruptura no está motivada por un acontecimiento puntual sino que, más bien, por una condición existencial. Es decir, hay un proceso del cual el momento de la partida es la culminación. Juan Goytisolo, en Señas de identidad, dijo que cuando uno se va, es porque ya se ha ido, y Pron trabaja sobre esa idea, señalando que “Ella siempre había pensado que romper ´bien´ suponía haber comenzado a hacerlo mucho antes de la ruptura […] romper bien era, siempre, ya haber roto”. Pero como ellos “no habían roto antes de hacerlo”, el momento del final se vuelve una incertidumbre que debe ser interrogada.
Por lo tanto, una nueva novela de Patricio Pron era una tentación irrenunciable, aunque el premio la hiciera sospechosa, que ciertamente valió la pena.
Al igual que en la gran novela de Vila Matas El viaje vertical, la ruptura no está motivada por un acontecimiento puntual sino que, más bien, por una condición existencial.
Pero como ellos “no habían roto antes de hacerlo”, el momento del final se vuelve una incertidumbre que debe ser interrogada.
Y la novela es dicha interrogación.
¿Por qué las parejas se separan? ¿Por qué permanecen juntas? ¿Es viable hoy el amor en el mediano plazo? ¿El compromiso hacia el otro y el proyecto que se imagina como común no son más que una arcaica expectativa de nuestro pasado romántico y moderno, y no tiene nada qué ver con el mundo actual? Ella y Él comienzan a rearmar sus vidas, debatiéndose entre la nostalgia del espacio de intimidad protectora y amable que constituía la relación que habían construido, y la fascinación asombrosa ante un mundo de relaciones y formas de relacionarse que se les ofrece con libertad y abundancia, pero que no logran entender. El mundo al que regresan, es un mundo nuevo, como si durante los cinco años de rigurosa vida en pareja hubiesen estado marginados del mundo real. Por lo mismo, les resulta extraño, amenazante, incomprensible. No están hechos para el mundo tinder ni para el poliamoroso. Tampoco para el amor lésbico u homosexual. Mucho menos para el trans. Por cierto, no porque estén en contra o les moleste. Saben que han existido siempre, que la conciencia contemporánea les ha abierto un espacio de respeto y posibilidad, y que vienen aflorando nuevas formas de amor.El problema es que ellos no llegan a sentirlas. Han quedado desfasados. Durante siete meses tendrán que lidiar con estas preguntas y con pocas posibilidades de respuesta. De hecho, nosotros como lectores, tendremos más oportunidad de elaborar hipótesis respecto al estado del amor en los tiempos actuales que los propios protagonistas. En último término, somos nosotros tan actores de estos debates como víctimas de los cambios, en todo lo que se refiere a proyectos de futuro y compromisos.
El mundo al que regresan, es un mundo nuevo, como si durante los cinco años de rigurosa vida en pareja hubiesen estado marginados del mundo real. Por lo mismo, les resulta extraño, amenazante, incomprensible. No están hechos para el mundo tinder ni para el poliamoroso. Tampoco para el amor lésbico u homosexual. Mucho menos para el trans. Por cierto, no porque estén en contra o les moleste.
En definitiva, la relación de pareja no queda al margen de la sociedad del miedo. Pareciera ser, asume la novela, que después del gran siglo de las ideologías y de la guerra fría, se ha instaurado la sociedad del miedo, híper explotada por populismos y neofascismos de todo orden y orientación. Hablando de los nuevos jóvenes –que ya lo habían licenciado a pesar de que ni siquiera bordea la mitad de la vida- el protagonista señala que “al fin y al cabo, el carácter de esos jóvenes […] había sido moldeado a edad temprana por la guerra del Golfo y, más tarde, por los horrores inenarrables de las guerras de Afganistán y de Irak y por las atrocidades de ISIS; su sensibilidad se había constituido en torno a la demostración de que nadie estaba a salvo, que era la principal enseñanza de los atentados del 11 de Septiembre y, en general, de la ola de actos terroristas en Europa”. Y en este contexto, a través de una galería de pequeñas historias nacidas del círculo de amistades y conocidos de esta pareja rota, van apareciendo todas y cada una de las opciones de amor movidas por el miedo: no tener parejas, o no tener una sino demasiadas, probar y des – probar, no tener hijos, no tener un futuro o tener demasiados. Al final, aparece la incapacidad de amar en los códigos de antaño o la figura de un nuevo tipo de amor, acorde con estos tiempos de soledad y miedo.
En definitiva, la relación de pareja no queda al margen de la sociedad del miedo. Pareciera ser, asume la novela, que después del gran siglo de las ideologías y de la guerra fría, se ha instaurado la sociedad del miedo, híper explotada por populismos y neofascismos de todo orden y orientación.
Al final, aparece la incapacidad de amar en los códigos de antaño o la figura de un nuevo tipo de amor, acorde con estos tiempos de soledad y miedo.
Cuando uno ha terminado de leer la novela, ya no hay sospechas de ningún orden. Patricio Pron no sólo ratifica su talento e inteligencia narrativa, sino que nos deja mirando con otros ojos la escena amorosa del siglo veintiuno.
nos deja mirando con otros ojos la escena amorosa del siglo veintiuno.