Kast 28%; Boric 26%. El miedo. El miedo en el sur profundo. El miedo inmigratorio en el norte. El miedo económico. El miedo al comunismo. El miedo de la tercera edad. El miedo a la violencia. El miedo a que “expropien” su propiedad, su dinero. El miedo a la delincuencia. Miedo a los narcos. Sólo miedo a la muerte. El miedo enceguece y asesina el alma. El miedo infecta la sociedad. “Todos tienen miedo (…), el miedo no me deja dormir, nada funciona bien, excepto el miedo”. La imagen del miedo. Bien claro lo tiene la derecha. “La depresión económica y social, el miedo generalizado y la indiferencia ante la injusticia siembran la semilla de lo que vendrá”. El “Huevo de la serpiente”.
El futuro como el huevo de una serpiente. “A través de la fina membrana, se puede distinguir un reptil ya formado.” Un amigo lo mencionó lucidamente. “Una refundación del autoritarismo”. Un renacimiento. Una deriva neofascista. Todo el mundo lo pudo ver, lo pueden ver y no lo quieren ver. En país donde la economía y los negocios han estado por sobre las personas, los pobres, la vida, la salud, la educación y la naturaleza. El poder conservador se defiende y atizará el fuego, el miedo y la violencia. Su propuesta “el orden, la libertad, el progreso”. La “derecha cavernaria” , según Peña. La derecha militarista. La serpiente se traga a su víctima completa sin masticarla. La digiere lentamente. A veces, escupe sus huesos.
No votaron las personas mapuches, lo jóvenes de los campamentos ni los pobres anómicos. Ni, ni, ni. Se dice que quien gana por más de un 5% en primera vuelta, gana las elecciones. La diferencia sólo es de un 2%. El cambio está al alcance de su mano. Las personas construyen el gobierno que se merecen. El 19 de diciembre. Un punto de inflexión final. No se deje engañar por la frase “libertad (sólo un simulacro) o comunismo”. La libertad ofrecida es salvaje y sólo económica privada.
Siete personas víctimas del actual sistema neoliberal, no vieron el resultado de las elecciones. Ya estaban muertos. Muertos de miedo y quemados. Sus miedos fueron horrorosos. Mortales.
Los vecinos describieron “los gritos de horror” frente a la muerte. Siete personas. Tres niños de 3, 9 y 10 años. Un adolescente de 16 años y tres adultos en una casa de Cerro Navia. “El infierno (de la pobreza) es un lugar solitario (para morir quemado)”, escupió Bukowski con un trago en la mano y una mujer llena de gemidos. Encerrados por un portón de 50 kilos y rejas metálicas para escapar de la delincuencia y, morir carbonizados. Sólo restos y cenizas dolientes. “La vida sólo puede explicarse desde los accidentes”. Los menores, de Coquimbo al sepulcro.
Lo ocurrido “deja en evidencia las precarias condiciones de habitabilidad en que deben residir”, dijo el alcalde impresionado por la tragedia. El horror de la realidad inhumana que habita en nuestro país. Un horror ético moral. “No hay palabras para acompañar a un familiar en estos momentos”. Un horror espiritual.
Es cierto. La palabra calla. Llora en silencio. Sólo congoja. Nada vacía con olor a grasa quemada. Siete cruces. Siete lágrimas. Siete sueños ahumados. Siete gritos imposibles.
Dibujando siete peces en la arena cálida del norte. Siete huellas en la arena hirviendo.
Sol cálido. Arena mineral del norte.
Su brillo es cuatro veces más intenso.
Oleadas de dolor.
Dolor granular. Aceitoso y espeso.
A la vida le faltan siete pedazos
Furiosos
Se bañan en el mar.
Nació la serpiente que (no sólo) se come su cola.
Se tragó a siete personas.
Duerme. Hace su digestión.
No la despierte.
Que no se trague a un país.
Un mes para decidir.
Indiferencia…ciega.