Por Mario Valdivia
El neoliberalismo instaló un potente orden de mercados en todos los ámbitos de la vida.
La tercera vía creyó que, con democracia, podía manejarlos y aprovechar su poder en su favor para organizar la provisión de infraestructura material y servicios sociales básicos – darle efectividad al Estado.
Puede que haya estado bien.
Sin embargo, lo que ambos, los neoliberales y la tercera vía concertacionista, dieron por hecho, fue que el desarrollo de la modernización capitalista en su dimensión económica quedaba entregada a la burguesía disponible, a las clases empresariales existentes – a su visión y sus decisiones. Una mala idea.
Después de invertir en la exportación basada en recursos naturales, la dinámica se estancó cuando estos se hicieron más difíciles de explotar o se agotaron; o bien, cuando los mercados internacionales dejaron de ser infinitos. Incluso cuando funcionó bien, produjo un desarrollo basado en grandes inversiones de capital y mano de obra abundante y barata – un crecimiento muy desigual.
Después de invertir en la exportación basada en recursos naturales, la dinámica se estancó cuando estos se hicieron más difíciles de explotar o se agotaron; o bien, cuando los mercados internacionales dejaron de ser infinitos.
Resultó ser una burguesía que no se subió sola a las olas de innovación tecnológicas, la digitalización, ni la economía moderna de servicios. Siguió pegada a la explotación de la naturaleza.
Resultó ser una burguesía que no se subió sola a las olas de innovación tecnológicas, la digitalización, ni la economía moderna de servicios. Siguió pegada a la explotación de la naturaleza.
Sabemos que la educación en Chile es de mala calidad. Lo que no quiere decir, como lo podemos suponer superficialmente, que eso afecte solamente a los “estratos socioeconómicos “bajos”. También nuestras llamadas elites tienen una pésima educación – irrelevante, aparatosa de títulos y postgrados caros, hiper ingenieril e infantilmente racionalista, experta en resolver problemas y dar respuestas, no en hacerse preguntas ni pensar ni inventar, poco sensible -, como es testigo la pobreza de nuestra ciencia, nuestra intelectualidad, nuestros managers y economistas, y la disposición de nuestros empresarios. Confiar que estos últimos le darían dinamismo al futuro en un mundo en transformación acelerada, fue una mala idea.
También nuestras llamadas elites tienen una pésima educación
como es testigo la pobreza de nuestra ciencia, nuestra intelectualidad, nuestros managers y economistas, y la disposición de nuestros empresarios.
Conducir la llamada modernización capitalista era demasiado crucial para haberla dejado en manos de la burguesía que tocó – la que había, la que estaba disponible.