¿Ni izquierdas ni derechas? Revelación o ilusión del marketing digital por Rafa Ruiz Moscatelli

por La Nueva Mirada

Las acciones de los conservadores en el proceso plebiscitario y constituyente están centradas en el marketing político digital basado en el “big data”; recolección, clasificación y análisis de grandes cantidades de datos. Las derechas y el gobierno gastan millones contratando empresas y profesionales externos para obtener datos sobre movilidad, residencias, gustos y gastos de las personas. Cada click en me gusta, cada entrada o salida de un grupo en una red social es un dato para que los analistas descubran quiénes somos sociológicamente. Esto es muy útil en las estrategias electorales. Con big data es posible saber el perfil y las etiquetas que prefieren personas o grupo de personas como: pobres de tercera edad, ricos entre cuarenta y cincuenta, pescadores de la caleta Portales, mujeres profesionales de Aysén. Con ello se diseñan mensajes personales.

Cada click en me gusta, cada entrada o salida de un grupo en una red social es un dato para que los analistas descubran quiénes somos sociológicamente.

La infraestructura tecnológica existe y para usarla con resultados masivos se requiere talento político y comunicacional. El gobierno, por su naturaleza, ha transitado de desastre en desastre porque la oposición y resistencia a su accionar es masiva. El déficit político del oficialismo es real. Tratarán de mejorar en el Plebiscito de Octubre, pero pondrán toda la fuerza en la elección de los miembros de la Convención Constituyente. Escudándose en la presidencial. Es lo que tienen. Pero, aunque empleen millones en recolectar y analizar información, lo que marcará la diferencia consistirá en no olvidar a los que se sienten olvidados.

Big data político

El big data potenció un aspecto, quizás lo cambió, de la información que incide en la comunicación política. Ahora es posible recoger en forma instantánea todo lo que comunica un dirigente político y su oponente Ello no es un patrimonio tecnológico de un país, la diferencia es la dimensión de la infraestructura o los recursos para contratarla.

El volumen de datos diarios es enorme, generando certezas en algunos analistas. Al estar en el gobierno creen que el análisis importante es el del día a día. Coincidiendo con algunas prácticas de gestión empresarial y sus cargas ideológicas. Creen que pueden cambiar el sentido de una política, de un acuerdo, de un arreglo, o transformarlo en un desarreglo rápidamente.  Un gobierno del día a día, como el que surgió cuando los estudiantes rechazaron el alza del pasaje del Metro en octubre del 2019 ha desnudado una vacilación consistente. Comunicó tantas iniciativas como las que descartó. Dio tantas indicaciones como contraindicaciones. Total: mañana o pasado primará otra información.

Un lobista puede beneficiarse con informaciones diarias, pero un liderazgo debe fortalecer su espacio sin entrar a luchar en el barro pues podría embarrar a sus partidarios. La mayoría de los hechos diarios no tienen importancia, hay otros cuyas consecuencias duran decenios. El análisis y la capacidad política están desafiados a saber distinguir.

La masividad del debate político, con y sin altura, en el mundo digital – el reino de la interrelación- es abismante. En algunos casos hay mensajes o mensajeros que superan el rating de la TV. A su vez los que ven una discusión, presentación o información en Internet no tienen la pasividad del televidente. Si un punto de rating podría representar 60.000 televisores prendidos o más, dependiendo del horario, hay personalidades políticas que sin ser parlamentarios o personeros de gobierno tienen entre 2.000 y 10.000 impresiones de sus mensajes en las redes. A su vez hay figuras con altas cifras de seguidores.

¿A quién favorece este cambio? En las presidenciales los conservadores del continente y EE UU usaron sus recursos para automatizar las comunicaciones, masificando una diversidad de mensajes específicos. Distrayendo la atención de algunos opositores hacia peleas cuerpo a cuerpo, con temas blanco y negro, me gusta no me gusta, como los internacionales, los religiosos y las mentiras, entre otros “caza -lesos”. La corrupción también origina un juicio público fulminante y de gran recordación.

El debilitamiento de las elites y la fragmentación de la política hasta ahora lo aprovechan mejor los conservadores. Trump sale con el puño en alto, símbolo de los “panteras negras”, en medio de una crisis racial en plena campaña presidencial. Aquí más cerca fue inventada una polémica por la titularidad de la socialdemocracia y vimos intentos fallidos – no para empatar el lenguaje de la oposición – para asimilar y desvalorizar el patrimonio conceptual de las izquierdas chilenas. Todo basado en el día a día. Espacio político donde las identidades valóricas como políticas y sus símbolos desaparecen, primando las visiones tecnocráticas y más individualistas. Llegando a que lo que decían Onofre Jarpa y los nacional nazistas de Chile y Europa, ahora, por otras razones, lo reitera parte de quienes protestan contra las élites políticas.  Rayando y proclamando no ser de izquierdas ni de derechas.

Trump sale con el puño en alto, símbolo de los “panteras negras”, en medio de una crisis racial en plena campaña presidencial.

Ello más que una declaración de principios es producto de un duradero hastío político. Junto al cálculo para no frustrarse o contaminarse con políticas incumplidas; por la condescendencia sin límite de quienes creen en una sociedad de consumidores. 

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