¿Chile puede expulsar a extranjeros indeseables? Por decisión de los tribunales de justicia o de las autoridades, en base a las causales que contempla nuestra legislación y un debido proceso. Qué duda cabe.
Ciertamente no es este el primer gobierno que procede a la expulsión de extranjeros, que han cometido delitos graves o cumplen condena (en algunos casos representa un beneficio carcelario). También puede hacerlo con quienes ingresando de manera irregular no se acojan al proceso de regularización resuelto por la autoridad.
Un show mediático, transformando las expulsiones masivas en un espectáculo televisado de humillación a grupos de esposados rumbo a un avión, estimula la xenofobia y golpea la imagen de miles de migrantes que residen honestamente en Chile.
Las autoridades debieran cooperar con una cantidad no menor de extranjeros que han viajado engañados por mafias inescrupulosas. Esas operan estafando a necesitados incautos, urgidos por encontrar un mejor futuro en Chile. Los engañan con un escenario de posibilidades laborales y de integración que dista mucho de la realidad.
Si se agrega la resistencia, no distante del clasismo y racismo, de un segmento de la población que encuentra eco y es estimulada por autoridades oficiales, podemos dimensionar la decepción de grupos de inmigrantes que preferirían el duro regreso a sus países de origen.
El gobierno apunta, también, a capitalizar un espíritu de celos laborales de grupos de la población que expresan – incluidos sectores populares, fácil presa de una demagogia chovinista – rechazo al foráneo que pretendería disputarle sus beneficios.
La expulsión de extranjeros como show mediático
La aplicación de un show mediático, como el implementado desde la subsecretaría del Interior, transformando las expulsiones masivas en un espectáculo televisado de humillación a grupos de esposados rumbo a un avión, ciertamente estimula la xenofobia y golpea la imagen de miles de migrantes que residen honestamente en Chile. Así la promesa de expulsar a cerca de 2000 inmigrantes, con prontuarios policiales, o en situación irregular, aparece como una meta anti inmigración.
En el mismo sentido operan parlamentarios oficialistas que proponen el establecimiento de cuotas para el ingreso de inmigrantes que han debido abandonar sus países de origen. Asumiendo que buena parte de ellos lo hacen en busca de oportunidades que les niegan “estados fallidos”, como el de Haití, o países con severas crisis políticas, económicas, sociales y humanitarias, siendo el ejemplo más nítido Venezuela.
Se agrega la resistencia, no distante del clasismo y racismo, de un segmento de la población estimulada por autoridades oficiales.
Esto sucede en circunstancias que algunos de los países más cercanos a Venezuela, donde intentan emigrar masivamente grupos severamente golpeados por aquella crisis, les imponen mayores trabas y restricciones.
En el caso de nuestro país estamos lejísimo de enfrentar crisis migratorias como las que hoy experimenta Colombia, con más de un millón de venezolanos que han cruzado sus fronteras. También de lo que experimentan Brasil, Ecuador e incluso Perú. Y, ciertamente, muy lejos de la crisis migratoria que enfrenta Europa.
Las cifras de migrantes en nuestro país son aún relativamente bajas. Valga resaltar, como paradoja ocultada mediáticamente, la migración de chilenos a países vecinos, como la de más de 500.000 compatriotas viviendo en Argentina. Sin mencionar más de un millón de chilenos que buscó el exilio durante la dictadura, con un porcentaje no determinado que optó por no regresar al país.
La inmigración constituye un aporte al país
En la inmensa mayoría de los casos, la inmigración constituye un aporte para los países que la reciben. Especialmente para un país de ingresos medios como el nuestro, en donde se percibe escasez de mano de obra calificada y, también, sin calificación.
Se suman crecientes evidencias de cómo aquella diversidad migratoria suma un enriquecimiento del acerbo cultural colectivo de los habitantes en el país. Se evidencia en el terreno laboral, técnico, deportivo, artístico y profesional. Y ciertamente, en lo propiamente económico.
Una paradoja, ocultada mediáticamente, es la migración de chilenos a países vecinos, (cerca de 500.000 viviendo en Argentina). Sin mencionar más de un millón de chilenos que buscó el exilio durante la larga dictadura, con un porcentaje no determinado que optó por no regresar al país.
Así resulta imperativo que el país modernice su anquilosada legislación migratoria, cuya propuesta de reforma ingresó al parlamento el año 2013, con una lentísima y retrasada tramitación. Ella debiera traducir en normativas la promesa originaria que Chile en sus aras juró “… o el asilo contra la opresión”.
Se requiera la confirmación explícita y consistente de una política de puertas abiertas a quienes llegan a Chile buscando asilo, seguridad, trabajo y nuevas oportunidades de vida. Con rigor y sensibilidad para acogerlos y acompañarlos en su proceso de inserción, superando las tendencias a la marginalización e intentos de explotación, aplicando la ley a sectores minoritarios, que se suman a la delincuencia nacional.