PÁGINAS MARCADAS de Antonio Ostornol. Plebiscito, ¿Vamos a hacer historia?

por La Nueva Mirada

Quiero marcar una página de Facebook. Tengo una “amiga” de la red, que me parece vive en México, guionista y muy creativa, cuyo humor me encanta. Habitualmente comparto las cosas que ella sube a su muro. Tienen el don de la síntesis y la capacidad de jugar con las sutilezas. Hace unos días, en el marco de la campaña para el “Apruebo”, publicó un mensaje muy simple –no sé si es original o lo tomó de alguna otra parte- que tenía la virtud de posicionar tres significados muy precisos, pertinentes y necesarios: uno, hay que aprobar el cambio de constitución y darle mayoría a la Convención Constitucional; dos, hay que hacerlo votando el 25 de octubre, utilizando un lápiz tipo Bic, azul, para que el voto sea válido; y finalmente, este plebiscito, de ganar el Apruebo y la Convención constitucional, marcará un momento histórico en nuestro país. El mensaje es muy sencillo en su factura, pero muy completo en su sentido. Aparece un lápiz a pasta y un texto que dice: “Con este lápiz vamos a hacer historia”. Por supuesto, estoy de acuerdo y, desde ahí, quiero comentar lo siguiente.

#Apruebo#AprueboNuevaConstitucion #ConvenciónConstitucional

Posted by Mesa Social QTA on Tuesday, September 8, 2020

El mensaje es muy sencillo en su factura, pero muy completo en su sentido.

Otro buen amigo de la red interpeló este mensaje, señalando que él ponía en duda que este plebiscito fuera a hacer historia, ya que desde su perspectiva “la historia la hacen los grandes batallones populares. En este caso quienes se la van a jugar por reemplazar la Sociedad del Mall y rescatar la Plaza Pública”. Según él, “No hay garantía que vaya a ocurrir”, es decir, que se produzcan los cambios en el modelo que a él le parecen sustanciales. Es interesante el punto de vista porque releva algunos elementos de la discusión que siempre están un poco ocultos o poco visibilizados, y que es importante tener presentes. El primero sería, a mi juicio, definir bien qué entendemos por “hacer historia”. En el caso de este amigo que duda, el cambio en la historia estaría dado por dos variables: una, dice relación con quiénes ejecutan los cambios, y otra, con la naturaleza de los mismos.

Si seguimos la lógica del comentario, una votación no correspondería a la idea de “batallones populares”. En cierto sentido tiene razón, porque el plebiscito se escapa a la noción de batallones. Palabra que tiene más relación con lo militar, con la guerra, con la violencia y con la derrota de un enemigo. Yo sé que detrás de la imagen de los batallones están las memorias heroicas de las grandes revoluciones de la historia, desde la francesa a la cubana o nicaragüense, pasando ciertamente por la rusa, todas grandes épicas populares que, a partir del “batallón” militar que representaba al pueblo, impusieron sus proyectos en la sociedad. Una elección no es parte de este imaginario, estamos de acuerdo. De hecho, en todas esas revoluciones –incluidas la francesa- el voto popular quedó bastante a mal traer. Entonces, el que las personas ejerzan su derecho a voto es más un acto ciudadano que militar.

Sin embargo, ¿no representan cambios históricos por ser elecciones? Creo que pensar eso es un error. Rápidamente se me vienen a la memoria los ejemplos más obvios y cercanos: la elección de Allende y el plebiscito de octubre de 1988, cuando derrotamos a Pinochet. En ambos casos, hubo cambios históricos. En uno, un desafío truncado; y en el otro, el fin de una dictadura. (Hay quienes relativizan este cambio. Yo desafío a que me demuestren que era lo mismo vivir bajo la dictadura que después del noventa). Pero también hay otros, como aquel en que los italianos plebiscitaron la aprobación del aborto o las elecciones que posibilitaron en Sudáfrica el fin del apartheid. Cada uno de estos eventos implicó cambios sustanciales en sus respectivas sociedades. Por lo tanto, el que la actividad política transite por el camino de las elecciones tiene un enorme potencial para constituir cambios históricos.

Por lo tanto, el que la actividad política transite por el camino de las elecciones tiene un enorme potencial para constituir cambios históricos.

La segunda variable que señala mi amigo dice relación con la naturaleza de los cambios. Pensar este aspecto es más complejo porque nos remite a los proyectos de futuro para nuestro país. Estoy convencido de que en este plebiscito nos jugamos una oportunidad relevante de producir un cambio de carácter histórico. Pero la pregunta es: ¿nos jugamos todo el modelo de desarrollo? ¿O solo algunos aspectos claves? En definitiva, ¿qué puede cambiar en este plebiscito? Si gana el apruebo (lo que creo y quiero), por primera vez en el Chile poscolonial se generará una constitución nacida desde la participación ciudadana, a través de momentos electorales tales como los plebiscitos de entrada y salida, y la elección de los constituyentes. En esas instancias deberán expresarse las sensibilidades políticas, culturales, étnicas, sociales y económicas que conforman la pluralidad de nuestra comunidad. Dependerá, por lo tanto, de a cuántos y a quiénes representen estos delegados constituyentes, el mayor o menor grado de “popular” que la convención tenga. Hagamos algo de ficción política. Si votan cinco millones de chilenos, ¿sería representativa de lo popular? ¿Y si fueran más, o fueran menos? Dónde instalamos la cifra. Muchas veces me he preguntado –incluso en estas mismas columnas- por qué, en términos mediáticos, hemos glorificado el estallido social y menospreciado el plebiscito que realizaron los alcaldes, donde más de dos millones de personas se manifestaron por cambiar la constitución y garantizar derechos sociales básicos. ¿Se trató de eventos populares? ¿O solo fue popular el estallido que implicó la presencia de “batallones populares” en las calles durante varios meses?

hemos glorificado el estallido social y menospreciado el plebiscito que realizaron los alcaldes, donde más de dos millones de personas se manifestaron por cambiar la constitución y garantizar derechos sociales básicos.

Aun si reconociéramos que solo estos últimos son propios de un cambio histórico, ¿qué pasará si una mayoría significativa y relevante de chilenas y chilenos aprueba una constitución que no signifique terminar con la “Sociedad del Mall”? Si hubiera una constitución aprobada por todos, que nos interpreta y define un contexto donde podemos resolver nuestras legítimas aspiraciones políticas con criterios de equidad, donde el sistema sea capaz de absolver y procesar las diferencias apelando a la expresión de la voluntad popular (plebiscito, por ejemplo), ¿no sería eso un cambio histórico, aunque no hayamos modificado aún la “Sociedad del Mall?

Ciertamente, y en esto el mensaje que mi amiga subió a Facebook y yo compartí está en lo correcto, nos jugamos un momento histórico. Primero, porque tenemos la posibilidad efectiva de un cambio en las reglas del juego democrático, ensanchando su ejercicio; y segundo, porque lo haremos a través de un camino político, reivindicando y ojalá dignificando una práctica social fundamental: la capacidad de generar conversaciones que permitan establecer grandes consensos cívicos y generar mecanismos realmente democráticos para dirimir las legítimas diferencias entre proyectos de país.

Ciertamente, y en esto el mensaje que mi amiga subió a Facebook y yo compartí está en lo correcto

Minimizar la relevancia de este momento político, restarle valor al acuerdo que condujo a la realización del proceso constituyente, menospreciar los mecanismos propios de la representación política, me parece que son caminos que solo ayudan a quienes no quieren los cambios o no están dispuestos a que en la plaza pública –expresada a través de mecanismos conocidos, democráticos y transparentes- se exprese realmente el sentimiento popular.  

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1 comment

Ana Campillo septiembre 25, 2020 - 2:15 am

Muy buen ejercicio, gracias, Antonio. Estando de acuerdo en general con tu reflexión sobre la importancia histórica del Plebiscito de octubre próximo, es natural, al mismo tiempo, dudar de lo que significará el cambio constitucional para las mayorías (los «batallones», aunque me suena un poco caricaturesco el término igual); es decir, qué implicará para la vida de las personas que se manifestaron en la revuelta o que se identificaron con ella, y que son finalmente las que empujaron la reacción de actores políticos desacreditados y sorprendidos, y que derivó en la idea del plebiscito. Este fue, también, la salida que permitió bloquear el proceso que surgió en cabildos y convocatorias populares, que levantó la propuesta de una Asamblea Constituyente, verdadera instancia democrática en que todos podríamos decidir el ordenamiento de nuestra vida en común. Con todo, es relevante participar y votar por la Convención Constituyente, porque cada espacio de recuperación democrática es imprescindible. Junto con eso, tenemos que buscar al mismo tiempo todas las instancias que hagan posible llenar de contenido democrático ese nuevo texto constitucional,y ese terreno en disputa esta en juego hoy, cada día. Que no nos pase lo del 88, que significó un cambio importantisimo, pero que no cumplió con la promesa democrática por la que tantos dieron incluso su vida. Vamos por el Apruebo, si no pa qué.

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