Por Antonio Ostornol, escritor.
Vuelvo a marcar páginas de libros y encuentro una novela estremecedora e inolvidable: El informe de Brodeck (2007), de Philippe Claudel. Ya hablé de este autor a propósito de otro libro y cada nueva lectura me confirma que es un gran escritor. Pero creo que los escritores apreciamos como calidad lo que en una historia nos remite a algo que ya pensamos, intuimos, sentimos o imaginamos como posible y que, de pronto, lo vemos plasmado en una escritura.
El informe de Brodeck es una novela que a mí me estremeció y que para mí fue inolvidable. Y me habría encantado escribirla.
Es el momento en que nos decimos: “mierda, este es el libro que me habría gustado escribir”.Entonces, como los adjetivos siempre son traicioneros y las lecturas felizmente subjetivas, y para evitar cualquier equívoco, debo decir que El informe de Brodeck es una novela que a mí me estremeció y que para mí fue inolvidable. Y me habría encantado escribirla.
Se trata de un pueblo improbable, de los que no aparecen en los mapas y que se asocia a la más primigenia existencia humana.
Este libro narra la historia de Brodeck, un deportado sobreviviente de un campo de concentración durante la segunda guerra mundial, que vive en un pueblo perdido entre las montañas de la frontera franco-germana. Se trata de un pueblo improbable, de los que no aparecen en los mapas y que se asocia a la más primigenia existencia humana. Es un pueblo donde el ritmo de la vida y de la muerte, lo marcan las tradiciones, las leyendas y los mitos, así como las pulsiones y pasiones más básicas. El alcalde de este pueblo le advierte a Brodeck: “la sensatez no es lo que parece. Lo que tienes delante son las fieras. Auténticas fieras […] sin corazón y sin alma”. Está hablando de sus vecinos, de aquellos que lo han elegido, con los que se encuentra en la plaza y toma cerveza. Son hombres y mujeres que Brodeck también conoce porque allí todos se conocen. Y en este pueblo, un año después del fin de la guerra y del retiro del ejército de ocupación, se comete un crimen. Alguien, algunos, muchos, todos parecieran haber participado del crimen. Excepto uno: Brodeck. Y el Concejo Municipal le encarga la elaboración de un informe sobre este “evento”.
Es el que escribe Brodeck para contar su vida, que no es otra que la historia de su diferencia, de las humillaciones vividas por un sujeto sometido a escarnio producto de no ser “igual a los otros”.
El terror al otro, al distinto. Eso es lo que atravesó Europa en una guerra que le costó millones de muertos y creó las condiciones para el despliegue de la industria de la muerte, como lo fueron los campos de concentración, las cámaras de gases, los trenes de hacinados, los trabajos forzados. Es el mismo miedo que hoy se enarbola contra los migrantes árabes, que encierra tras los muros al pueblo palestino, que intenta excluir de la vida americana a los mexicanos y centroamericanos que migran y han migrado, y que incluso habitaban esas tierras antes de que Estados Unidos fuera Estados Unidos. Y en nuestra casa, es el miedo a los venezolanos, peruanos, colombianos, argentinos y haitianos. Y también a los mapuches y pobres de las grandes ciudades. La reticencia a mirar de verdad y como iguales a los que son diferentes: a los flaites, si venimos de las zonas altas; a los cuicos, si miramos desde las zonas bajas.
Eso estuvo en la base de la persecución a los judíos y a los comunistas; ha estado detrás de los genocidios étnicos, de las marginaciones de los pobres, de la estigmatización de las minorías sexuales; estuvo en el sustento político de los gulag.
Esta es una novela sobre la segunda guerra y sobre el Holocausto. Una más, dirá alguien. Sí, pero de otro orden. Porque en este caso, no se endiosa a las víctimas ni se les hace indistintos, como si todos fuesen de la misma condición. Brodeck, también llamado el perro Brodeck, es un sobreviviente, y al igual que todos, sospechoso. Si en El Largo viaje, Jorge Semprún, que salió vivo de Buchenwald, declaraba ser “presuntamente culpable” por haber gozado de privilegios muy precarios en el campo, gracias a ser parte de la organización comunista; si en Esto es un hombre, Primo Levi señalaba la culpa esencial de cualquier sobrevivencia, como parte de la naturaleza del campo; en esta novela, se construye la víctima vil, aquella cuya estrategia fue la sumisión y la humillación. Brodeck se salva porque hace que su derrota sea absoluta y se transforma en el objeto de deseo de la crueldad de sus verdugos. Y en el texto, esto se expresa de forma brutal. Dice el narrador: “Debíamos ponernos en cuatro patas, como los perros. La mayoría de los que estaban encerrados conmigo se negaron a hacerlo. Están muertos. Yo comía como los perros, a cuatro patas y con la boca. Y sigo vivo”. El castigo, en este caso, es doble: porque debe aceptar las vejaciones de sus torturadores y soportar el desprecio de sus iguales. “Ningún prisionero me dirigía la palabra desde hacía mucho tiempo. –Eres peor que quienes nos vigilan, eres un animal, eres una mierda, Brodeck!”, se dice a sí mismo.
Brodeck, también llamado el perro Brodeck, es un sobreviviente, y al igual que todos, sospechoso.
En los escenarios de guerra, donde el miedo a la diferencia desata lo peor de cada uno, nadie gana. Ni los héroes ni los pusilánimes salen airosos. Aunque la guerra haya acompañado al ser humano desde siempre y cuesta imaginarse su desaparición, vale la pena pensar que en el futuro esta pueda contenerse. Creo que durante la segunda mitad del siglo XX la humanidad hizo un gran esfuerzo por evitar una catástrofe. Hoy enfrentamos nuevos liderazgos basados en el miedo y el desprecio al otro: Trump, Johnson, los neo-fascistas, los endiosadores de la violencia y la destrucción disfrazados de anarcos, los terroristas e integristas religiosos. Me preocupan, los siento regresivos, y muchas veces creo que no les tomamos todo el peso que tienen y el peligro que representan.
“Ningún prisionero me dirigía la palabra desde hacía mucho tiempo. –Eres peor que quienes nos vigilan, eres un animal, eres una mierda, Brodeck!”, se dice a sí mismo.
Esta novela ayuda a pensar estos escenarios y reconocer que muchas de las causas de las grandes tragedias sociales contemporáneas, aún están presentes.
Me preocupan, los siento regresivos, y muchas veces creo que no les tomamos todo el peso que tienen y el peligro que representan.
3 comments
Excelente análisis… Gracias por esto srmanal
Excelente texto de Luis Antonio. Gracias!
Una reflexión tan sutil y tan pura de la condición humana. Esa que nosotros mismos no alcanzamos a entender durante nuestras vidas.
Siento lo mismo: una extraña sensación de temor en relación a esta época que vivimos.
Gracias!
Gran libro, cierto. Y, como es usual un muy comentario. Pero la lista de liderazgos fatales se quedó corta y, quizá, sesgada. Un abrazo.