Por Antonio Ostornol, escritor.
Gracias a la magia de Netflix -el cine en tu casa y disponible cuando quieras-, registro algunas imágenes marcadas en una serie para televisión, cuya mirada abre luces que, sin ser necesariamente nuevas, nos hablan de un mundo que en los años sesenta se decantaba y que hoy, a través de la política impuesta por el gobierno Trump, aparece con una de sus peores y más degradadas caras: la de la prepotencia imperial, del abuso de poder, de la inhumanidad egoísta del país más poderoso de la tierra y, probablemente, el más explotador también. Los horrores cometidos por los gobiernos norteamericanos a lo largo del siglo XX y el XXI son muchos y sobre ellos se ha escrito ampliamente. Tal vez los actuales son menos sangrientos que muchos de los anteriores. Pero se me antojan sicológicamente más devastadores, ya que por unos instantes quisimos creer (o yo, al menos, así lo sentí) que la gran potencia daba un paso adelante en tolerancia (elegía un Presidente negro), en compromiso con la humanidad (suscribía el acuerdo de París sobre el cambio climático), y se volvía un vecino más dialogante y menos invasor (reabría la embajada en Cuba).
parece interesante remontarse a la mirada que los propios norteamericanos tienen de su historia
Y desde este lugar en que estamos hoy, asombrados de las cosas que se dicen y ocurren en Estados Unidos –me refiero a eventos tales como los 29 muertos en dos días de este fin de semana, las declaraciones racistas y xenófobas de Trump, el retiro de USA del pacto nuclear con Irán, o la guerra comercial con China-, parece interesante remontarse a la mirada que los propios norteamericanos tienen de su historia y de aquellos aspectos estructurales que ya estaban presentes en los años sesenta y que hoy sustentan posiblemente muchos de los principales acontecimientos políticos de los últimos años. Hay una serie para televisión que me parece iluminadora de esta realidad. Me refiero a Mad Men.
Mad Men es ese mundo, donde nadie le regala nada a nadie, donde todos son potenciales enemigos, donde no se puede confiar porque eso es debilidad y se paga caro.
Las siete temporadas y 92 capítulos que la componen y que se exhibieron entre el 2007 y el 2015, cuentan la historia de una importante agencia de publicidad, desde fines de los años 50 hasta avanzada la década del 60. En esos años, la agencia Sterling Cooper Advertising compite despiadadamente por alcanzar un espacio en el duro mercado de la publicidad, junto a otras compañías como BBDO, McKann Erickson, Ogilvy o Young & Rubicam. “El mundo gira alrededor del dinero”, dice la publicidad actual de un programa económico de CNN. Mad Men es ese mundo, donde nadie le regala nada a nadie, donde todos son potenciales enemigos, donde no se puede confiar porque eso es debilidad y se paga caro. Así son los negocios, nos dicen. Se lucha por vender a cualquier costo y por cualquier vía.El problema es que en su camino, esta batalla va destruyendo personas, parejas, proyectos creativos, sueños, etc. Todos esos hombres y mujeres, grandes o chicos, que vienen de los suburbios de Nueva York o descienden de grandes familias blancas, quieren alcanzar el sueño americano, ser libres y decidir por sí mismos sus destinos. Pero la máquina totalitaria del mercado los aplasta y los obliga a someterse a unas reglas que parecieran estar instaladas desde siempre y cuyo peso apenas vislumbran. Y cuando logran descifrarlas, apenas pueden oponerles resistencia. Esta es una serie donde el gran proyecto liberal aparece desnudo, despojado de sus oropeles de libertad e igualdad. No hay seres libres, no hay seres iguales. Cuando algún personaje quiere salirse del molde, es brutalmente reprimido, ya sea porque lo despiden del trabajo, o lo marginan socialmente, o lo transforman en sujeto de burlas y escarnios, o los condenan a la soledad de la pobreza y del alcohol. La escena principal, los focos cenitales, están destinado a los exitosos. Y esos son unos pocos. El mundo del dinero vive en el glamour pero es feo, muy feo.
El mundo del dinero vive en el glamour pero es feo, muy feo.
Parte del valor de esta serie, escrita por el mismo guionista de Los Soprano, es que la lucha por el éxito no logra ocultar, sino que al contrario, devela toda la complejidad de la condición humana, en un momento de grandes tensiones y transformaciones culturales, desde el asombro tecnológico de los primeros pasos en la carrera espacial y la sorpresa mayor de que fueran los soviéticos quienes llevaran la delantera, hasta el fantasma de la guerra de Vietnam que empieza a cobrar fuerza y a atisbarse como una derrota, pasando por los desafíos que al sistema le proponen la lucha por los derechos civiles, el despliegue del rock y las nuevas sensibilidades juveniles asociadas al hippismo, el sexo y las drogas. Cada personaje –todos diestramente construidos- se transforma en un enclave de tensiones socio – culturales.
Particular interés tiene analizar cómo se representan las mujeres. Aparecen cosificadas por un sistema machista absoluta y explícitamente naturalizado e impuesto.
Particular interés tiene analizar cómo se representan las mujeres. Aparecen cosificadas por un sistema machista absoluta y explícitamente naturalizado e impuesto. Son objeto de todo tipo de violencia, las obvias y las no tanto. Sin embargo, se van abriendo espacios, pequeños y de alto costo, hasta alcanzarlos. No todas, por cierto: sólo algunas, las más fuertes, las más lúcidas. ¿Algo nuevo en esto? No, nada. Eso es lo interesante. Todo lo que hoy se ha visibilizado a través de los movimientos sociales, ya estaba ahí hace sesenta años y se contó hace diez. Y en esta serie, esa realidad se evidencia y se escapa de la caricatura, aunque alguien podría verlo de esa manera. Pero créanme: si nos tocó vivir en los años sesenta y tuvimos alguna cercanía con los círculos sociales donde se mueven los personajes de esta agencia, vamos a reconocer todas esas conductas que hoy serían simplemente impresentables. Nací a mediados de los cincuenta y crecí mirando ese mundo: se fumaba en todas partes, el trago era cosa de hombres (y de mujeres también, pero en contextos controlados), “ellas” eran secretarias al servicio de “ellos” que eran ejecutivos; si alguna sobresalía o ascendía, era porque había pagado con sexo; los hombres no concebían la vida sin una o más amantes y a las mujeres, que también los tenían, no se les perdonaba. A las mujeres los hombres las “protegían”; pero esa protección que no era otra cosa que una fórmula de control.
Todo lo que hoy se ha visibilizado a través de los movimientos sociales, ya estaba ahí hace sesenta años y se contó hace diez.
Podría marcar muchas imágenes más porque, como ya lo dije, estamos frente a una historia de alta complejidad. Pero al final, esta serie construye una gran epopeya del miedo. Detrás de los despliegues de poder que ejecuta cada personaje, hay un miedo ancestral: a ser rechazado, a que lo descalifiquen, a aparecer como un perdedor o un débil. Hay miedo a que no los quieran y se queden solos. Tienen temor de que les sucedan cosas horribles, que les caiga una bomba atómica o una ola gigante inunde Nueva York. O que les pase algo similar a lo que ellos hicieron en Hiroshima y Nagasaki. O a lo que hoy acontece en lugares como Siria, Palestina o Libia todos los días. Quisieran ser inmunes, tener un seguro total con cobertura universal e ilimitada. Cuando se escucha a los personajes de esta serie hablar de la amenaza rusa, es como escuchar a Trump hablar de los latinos, los iraníes o los coreanos. Miedo. Mucho miedo en una sociedad donde los enemigos deben inventarse como si fueran un producto publicitario y proclamarlo en twitter.
Pero al final, esta serie construye una gran epopeya del miedo.
A mí me ha ayudado a entender a los Estados Unidos, el de ayer y el de hoy. Además, y este es un beneficio para mis compañeros de generación, esos que nacimos en los cincuenta y crecimos junto al rock, la guerra de Vietnam, los sputnik, la llegada a la luna y los hippies, es un hermoso ejercicio de nostalgia.
Cuando se escucha a los personajes de esta serie hablar de la amenaza rusa, es como escuchar a Trump hablar de los latinos, los iraníes o los coreanos.
2 comments
Brillante comentario de una gran serie. debería cultivarse el arte de ver estos productos omnipresentes de esta manera, con inteligencia.
Excelente comentario de una serie emblemática que está al origen de este sistema en el que nos han convertido en esclavos consumidores de los productos envenenados