“Pájaro verde” de Juan Emar: una parodia a Flaubert. Por Tomás Vio Alliende

por La Nueva Mirada

Nacido en el seno de una familia poderosa, el autor chileno fue pintor, escritor y crítico de arte. La historia de un loro amazónico se cruza también con la del escritor realista francés y su cuento “Un corazón simple”.

Son muchas las interpretaciones que ha tenido el cuento “Pájaro Verde”, del chileno Juan Emar (1893–1964), pero la principal de ellas es que su autor la realizó como una abierta parodia a “Un corazón simple” el relato de Gustave Flaubert (1821-1880). Publicado en 1937 en el libro “Diez”, el cuento de Emar narra la historia de un loro que es capturado en la frontera entre Colombia y Perú, es traspasado entre muchas personas hasta que llega embalsamado a las manos del narrador, Juan Emar, un hombre que se dedica a vivir la vida en París. Vuelve a Chile con el plumífero y éste cobra vida asesinando al tío del narrador que, al verlo, lo llama “¡Infame bicho!”. Posteriormente vuelve a su estado inerte para de vez en cuando hablarle a su amo “¿Qué tiene que ver este cuento con Flaubert? Sucede que “Pájaro verde” termina parodiando la última parte de “Un corazón simple”, donde la criada de una familia francesa, Felicité, se hace cargo de Loulou, un loro amistoso que de pronto se le escapa a su dueña, cambiándole la vida para siempre. El loro regresa y cuando muere es embalsamado y  tratado por Felicité casi como un ídolo que tiene en un altar y que incluso la acompaña a misa. Ya sorda y vieja, Felicité se encuentra en su lecho de muerte:

Un vapor de azur ascendió en el cuarto de Felicité. Adelantó la nariz aspirándolo con una sensualidad mística; luego cerró los ojos. Sus labios sonreían. Los latidos de su corazón se fueron amortiguando uno a uno, más tenues cada vez, más espaciados, como un manantial que se va agotando, como un eco que se va extinguiendo; y cuando exhaló el último suspiro, creyó ver en el cielo entreabierto un loro gigantesco planeando sobre su cabeza”.

Este, el final de “Un corazón simple” es, posiblemente, uno de los finales de cuentos más bellos y extraños que leído en toda mi vida. La muerte de Felicité tiene en la mente a Loulou, su fiel compañero, al que ve en el cielo en forma de agonía alada y al mismo tiempo de alegría. Es el plumífero el que importa, el que se eleva y que queda muy bien bajo la pluma realista de Flaubert.

Emar en “Pájaro verde”, se ríe de la solemnidad del francés y parodia su cuento reiterando de tanto en tanto su nombre como una especie de mantra que relaciona con un pájaro maldito, más que una bendición. El hecho que esté embalsamado, igual como terminó Loulou, le da ciertas características sobrenaturales, especialmente cuando habla y cobra vida.

Es inevitable no recordar a “El cuervo” de Edgar Allan Poe, su “Nunca más”, su maldición. El pájaro de Emar, para mi gusto, se parece más al cuervo de Poe que al loro de Flaubert, aunque el ave negra permanece siempre viva. Es la oscuridad, la vanguardia la que reina en el cuento de Emar. El desparpajo de un hombre que disfruta de la vida en el París de 1924:

«En abril de ese año llegaba yo a París y, con varios amigos compatriotas, nos dedicamos, noche a noche, a la más descomunal y alegre juerga».

Así lo señala el narrador en el cuento “Pájaro verde”, uno de los imperdibles dentro de la literatura chilena. Imperdible además por Álvaro Yáñez Bianchi o Juan Emar, escritor, crítico de arte y pintor. Máximo exponente de la vanguardia literaria de la década de 1920 – 1930, integrante del colectivo Montparnasse. Hijo del senador y empresario Eliodoro Yáñez, Juan Emar fue presionado siempre por su padre para que estudiara derecho, pero el hijo siempre optó por el arte, la bohemia y los viajes a Europa. Uno de sus pocos trabajos formales fue el de columnista en La Nación, donde asumió el seudónimo Juan Emar, tomado del francés “j’ en ai marre” (“estoy harto”). Fue a través de sus columnas donde mostró segmentos de “Altazor”, el trabajo de su gran amigo Vicente Huidobro. Su página la convirtió en un reducto de vanguardia, fauvismo y cubismo.

Debo reconocer que la primera vez que leí “Pájaro verde” no entendí mucho su trascendencia. Tuve que volver a leerlo después de mucho tiempo para dilucidar una historia que es un manifiesto angular, una crítica, una reacción a muchos elementos que incluso agarra un poco de Poe, como lo mencioné antes, de Flaubert y posteriormente también llega Julian Barnes, quien en los 80 escribió “El loro de Flaubert”, una novela que explora la escritura del autor francés a partir del descubrimiento de dos loros embalsamados similares a partir de los cuales, se supone,  Flaubert se inspiró para escribir y crear a Loulou, el ave de “Un corazón simple”. Cosas de pájaros.   

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