Piketty vuelve a golpear la cátedra

por La Nueva Mirada

Acaba de publicarse en Francia y amenaza con superar el tremendo impacto universal de su anterior obra “El capital en el siglo XXI”. Ciertamente no sólo por la extensión de “Capital et idéologie”, que en su muy reciente edición francesa compite con el récord de páginas de “Guerra y Paz”  de Tolstoi hace 2 siglos.

Profundizar en las causas de la desigualdad a lo largo de la historia, desnudando la ineficacia de los postulados tradicionales provenientes de las izquierdas y derechas para enfrentar los abismos actuales  en la distribución de la riqueza en el planeta, reinstalan a Piketty en un debate contemporáneo tan relevante y vigente que refuerzan las referencias ya comparadas de su obra con la que tuvo la de J M Keynes hace más de ocho décadas.

En esa línea “Capital et idéologie” apunta a la clave de la evolución de las sociedades en la existencia de la propiedad privada, de quién la tiene y por qué razones. Muy lejos de la mano invisible del mercado, también de la lucha de clases y de la historia épica de grandes líderes y triunfantes de batallas.

Abordar el desafío de una economía más justa, limitando el poder de los dueños del capital, incrementando severamente los impuestos en el marco de un enfrentamiento inédito al calentamiento global, se funda en su aserto de que las desigualdades deben ser justificadas y apoyarse en una visión plausible y coherente de la organización social y política. En esa línea “Capital et idéologie” apunta a la clave de la evolución de las sociedades en la existencia de la propiedad privada, de quién la tiene y por qué razones. Muy lejos de la mano invisible del mercado, también de la lucha de clases y de la historia épica de grandes líderes y triunfantes de batallas.

“La desigualdad es ante todo ideológica” se transforma en un aserto esencial de su documentadísima obra, tras reflexionar acerca  de las justificaciones históricas que otorgan sentido a las grandes desigualdades y a la posición de los “ganadores”.

Profundizando en sus asertos de la obra anterior, Piketty recurre a una abundante gama de fuentes históricas para apuntar a una proyección “económica, social, intelectual y política de la historia y el devenir de los regímenes desiguales” transitando extensamente desde los esclavistas antiguos hasta los comunistas, socialdemócratas e hipercapitalistas actuales. “La desigualdad es ante todo ideológica” se transforma en un aserto esencial de su documentadísima obra, tras reflexionar acerca  de las justificaciones históricas que otorgan sentido a las grandes desigualdades y a la posición de los “ganadores”.

Quienes han accedido a la publicación completa de “Capital et idéologie” dividen la obra en tres partes marcadas o refieren a “tres libros en uno”. Entre esos analistas de la obra destaca una crónica de Marc Bassets publicada recientemente en “El País” de España.

El primero y más extenso —las 800 primeras páginas— es una historia detallada de lo que el autor llama los “regímenes desigualitarios” o “de desigualdad”. Comienza por el Antiguo Régimen y la desigualdad “trifuncional” de las sociedades divididas en el clero, la nobleza y el tercer estado. Si aquel sistema perduró durante siglos, fue porque una ideología lo sostenía, disfrutaba de una legitimidad: se justificaba por la necesidad de seguridad, que debía garantizar la casta guerrera, y de sentido, del que se encargaba la casta sacerdotal.

De la ideología “trifuncional”, Piketty pasa a la “sociedad de propietarios”. La Revolución Francesa de 1789 abolió los privilegios, pero no la propiedad privada, que podía incluir a los esclavos. Entre 1800 y 1914 las desigualdades se disparan y superan los niveles del Antiguo Régimen. “El argumento de la época era que, si se cuestiona el derecho de propiedad, adquirido en un marco legal, nunca sabremos dónde parar, y el caos se impondrá”, explica Piketty.

El periodo de entreguerras en el siglo XX es una transición entre el “propietarismo” desigualitario y no regulado del siglo XIX y la era socialdemócrata de la posguerra mundial. Estados Unidos y Europa adoptan entonces la fiscalidad progresiva con tipos impositivos que superaron el 80%, sistemas de protección social avanzados y el acceso a la educación. Deja paso a partir de los ochenta, con la revolución reaganiana y la caída del bloque soviético, a lo que Piketty denomina el “hipercapitalismo”. La ideología desigualitaria, lo que en este período, que es el nuestro, legitima el statu quo, sería la meritocracia, “la necesidad de justificar las diferencias sociales apelando a capacidades individuales”.

El segundo “libro”, suma 300 páginas y se concentra en la evolución del sistema de partidos en Europa y Estados Unidos. Destaca la evolución y tránsito de la socialdemocracia como representante de los trabajadores a la de una  élite sustentada en ideologías de la desigualdad y “cómplices necesarios del hipercapitalismo”. Así las clases populares quedan a la intemperie política y a la merced de mensajes nacionalistas y racistas.

A través de la proclamación de una propiedad “temporal” y “una circulación permanente de los bienes y la fortuna”, abogando por un impuesto sobre el patrimonio con un máximo del 90% para los supermillonarios, cogestión de las empresas, donde los trabajadores compartan el poder, y postulando una suerte de herencia para personas de 25 años de 120.000 euros.

El último libro, que cierra “Capital et ideologíe “, es el más sucinto y probablemente el destinado a estimular los mayores debates y polémicas. El autor expone su propuesta de “socialismo participativo” para “superar el capitalismo y la propiedad privada”. A través de la proclamación de una propiedad “temporal” y “una circulación permanente de los bienes y la fortuna”, abogando por un impuesto sobre el patrimonio con un máximo del 90% para los supermillonarios, cogestión de las empresas, donde los trabajadores compartan el poder, y postulando una suerte de herencia para personas de 25 años de 120.000 euros.

Con su reciente obra Piketty vuelve a golpear la cátedra, desafiando con su alentadora convocatoria a “romper con el fatalismo, estimulando la búsqueda de una universal aspiración igualitaria, con propiedad social, educación y reparto de saberes y poderes”. Es decir un socialismo participativo para el siglo XXI.

Con su reciente obra Piketty vuelve a golpear la cátedra, desafiando con su alentadora convocatoria a “romper con el fatalismo, estimulando la búsqueda de una universal aspiración igualitaria, con propiedad social, educación y reparto de saberes y poderes”.

Habrá que esperar unos meses para que “Capital e Ideología” pueda leerse en español. Un tiempo que alimentará el apetito lector. Algo parecido o mayor al que se manifestó antes con “El capital en el siglo XXI”

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