La abrupta e inevitable renuncia de Mauricio Rojas, como flamante ministro de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, marcó un severo traspié a la propia imagen que el mandatario pretendía recuperar con su primer y muy limitado cambio de gabinete. La inesperada y contundente reacción desde el ámbito del arte y la cultura- más allá de una reacción partidaria de la oposición- dejó en un segundo plano el impacto por la inevitable renuncia solicitada a Gerardo Varela en Educación.
Cuestionada la propia biografía e historia de exilio de Rojas, lo único indiscutido es la militancia de izquierda y calidad de víctima de la represión dictatorial de su madre.
Nunca imaginó el director de “La Tercera”, las repercusiones del reportaje dominical que resaltaba los méritos y trayectoria del recién designado Mauricio Rojas. Las referencias a ciertos contenidos de “Diálogo de conversos”, libro de conversaciones con su compañero de aventuras políticas, Roberto Ampuero (ex ministro de las Culturas y actual canciller) encendió alarmas y desató lo inesperado en La Moneda.
La provocación descalificadora del rol jugado por el Museo de la Memoria derivó en una rapidísima y masiva cadena de cuestionamientos al ascenso del admirado asesor de contenidos del mandatario. El Presidente comprendió que el remedio a su gabinete estaba resultando peor que la enfermedad.
Lo que vino es historia conocida. Tensiones al interior de Chile Vamos en torno a una temática que continúa penando en el oficialismo, como es la herencia de la dictadura. Paradojalmente Piñera, quién fustigó a los “cómplices pasivos” y apoyó el significado histórico del Museo de la Memoria, pagaba los platos rotos del desaguisado de sus conversos.
Si el mandatario no leyó el libro, ni puso atención a las opiniones de su asesor estrella, cuando en CNN insistía en sus cuestionamientos al Museo de la Memoria – “es un museo de la izquierda para contar una versión falsa de la historia. Es un uso desvergonzado y mentiroso de una tragedia nacional que a tantos nos tocó tan dura y directamente” – no puede endosar la responsabilidad de la provocación a nadie más que sus regalones.
Con la designación de Cecilia Valdés Chadwick, de respetable trayectoria en el ámbito de los museos – reconociendo el consejo de la Primera Dama- el mandatario intenta dar una rápida vuelta de página al más que ingrato momento.
Una vez más sus declaraciones han sido contradictorias. Reforzando sus convicciones de respaldo a la defensa de los derechos humanos y la memoria, al mismo tiempo que haciendo guiños verbales a los sectores más conservadores, incluidos los aún poderosos viudos de la dictadura, asentados en las directivas de la UDI y en RN.
El problema de fondo tras este incidente que muestra, una vez más, las enormes desprolijidades del gobierno en su largo proceso de instalación, es que existe un sector relevante de la derecha y los llamados poderes fácticos, que aún buscan justificar las masivas y sistemáticas violaciones a los derechos humanos acaecidas durante el régimen militar, con el expediente del “empate”. Adjudicándole a la izquierda la total responsabilidad por el quiebre democrático de 1973, que justificaría los hechos posteriores.
La buena noticia es que hay una nueva derecha, que no ha dudado en condenar las declaraciones del ex ministro Mauricio Rojas y ha ratificado su plena adhesión a los derechos humanos. Tal cual lo ha hecho el empresario Daniel Platovsky. La mala es que siguen siendo sectores muy minoritarios en el oficialismo.
En la afectuosa despedida a su frustrado asesor le reiteró el deseo de mantenerlo cerca. Al mismo tiempo ordenó a su ministra vocera, Cecilia Pérez, a cerrar definitivamente el incómodo tema, advirtiendo que no aceptaría nuevas provocaciones de una izquierda que no era gobierno…..
Un enojo que puede ser mal consejero si no se percibe que la reacción que cerró las puertas al preferido Marcelo Rojas, surgió de un movimiento social y cultural, vinculado a la defensa de los derechos humanos, que trasciende las directivas partidarias opositoras.
Así como para el gobierno parece aconsejable mantener en silencio al canciller Ampuero – que acompañó, en CNN, a Rojas para conversar sobre el libro de la discordia – evitando abrir nuevos frentes adversos, lo mismo no será eficaz para apagar otro incendio que amenaza con fuego cruzado. Esta vez desde el PDC.
El recién designado subsecretario de Redes Asistenciales, Luis Castillo, ha sido reiteradamente cuestionado por la directiva y parlamentarios de la falange, acusado de complicidad con médicos imputados en el magnicidio del Presidente Eduardo Frei Montalva, en la Clínica Santa María.
Ante el silencio del gobierno, la bancada demócrata cristiana ha resuelto restarse de participar en las sesiones del parlamento a que concurra la autoridad cuestionada. Una señal que puede escalar peldaños en una polémica mayor en torno a uno de los casos más emblemáticos de violación a los derechos humanos durante la dictadura cívico militar.
Ciertamente, un riesgo adicional ante la omisión o ausencia de prolijidad política del gobierno de Sebastián Piñera, que amenaza con golpearlo donde más le puede doler al mandatario. Así como ocurrió con el caso de su frustrado asesor comunicacional camino al gabinete.