Si la vida fuera eterna no iríamos a misa los domingos.
Las siestas se alargarían como una novela rusa.
Y el desamor sería una pena permanente.
No lamentaríamos crímenes pasionales o por venganza.
El misterio de la resurrección se convertiría en un mito.
Tendríamos guerras, pero sin consecuencias fatales.
No existirían las boticas, los hospitales y los cementerios.
Los jóvenes serían más pacientes a la hora de elegir una pareja.
No rendiríamos un póstumo homenaje a nuestros mártires.
La peste negra no produciría tremendos efectos.
Ya no se escucharían las trompetas del apocalipsis.
Las gitanas no podrían convocar a nuestros antepasados.
Sabríamos con seguridad que los desaparecidos
están en la montaña o en el desierto florido.
Los poetas no escribirían sobre el suicidio o la eutanasia.
El mayor castigo se cumpliría con cadena perpetua.
Y el único Dios sería la Muerte.
Poema de Jorge Ragal. «Si la vida fuera eterna»
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