Por Luis Breull
«Este es el principio del fetichismo de la mercancía, la dominación de la sociedad por ‘cosas suprasensibles aunque sensibles’ que se cumple de modo absoluto en el espectáculo, donde el mundo sensible se encuentra reemplazado por una selección de imágenes que existe por encima de él y que al mismo tiempo se ha hecho reconocer como lo sensible por excelencia».
Guy Debord, La Sociedad del Espectáculo, 1967
Estas Fiestas Patrias le permitieron a la alcaldesa de Maipú, Cathy Barriga, bailar un tercer “pie de cueca” al ritmo del reggaeton en la fonda Maipeluza -imitando a la cantante española Rosalía- que hizo reventar las redes sociales. Algo que semanas antes había ocurrido con su selfie en ropa interior frente al espejo de su baño, deseándole “Buen día” a la comunidad de fans digitales que la siguen. Mientras que a fines de agosto, promocionando en vídeo su programa matinal que emite por YouTube “Renace tu mañana”, un mono disfrazado o corpóreo de Makin Boo (un villano de la animación Dagron Ball Z) le agarró un seno y el trasero, en un rápido pase de manos al abrazarla.
Algo que semanas antes había ocurrido con su selfie en ropa interior frente al espejo de su baño, deseándole “Buen día” a la comunidad de fans digitales que la siguen.
Se trata de resonantes acciones mediáticas que, explotándose a sí misma y su imagen en las redes sociales, la instalaron consecutivamente en noticieros y programas de conversación radial y televisivo, junto con notas en diarios. Hechos que generaron debates incluso con parlamentarias de fuerzas opositoras defendiendo su derecho como mujer a exhibirse públicamente como le dé la gana. Así como antaño, Barriga apareció retrucando críticas de concejales a su labor de edilicia, subiendo una foto de una aparente reunión de trabajo con osos de peluche, todos sentados en la sala de sesiones de la alcaldía.
Hechos que generaron debates incluso con parlamentarias de fuerzas opositoras defendiendo su derecho como mujer a exhibirse públicamente como le dé la gana.
Esta columna no tiene como sentido reventar a la edil ni negarle su potestad para administrar su imagen como quiera, sino que apunta al sustrato, al implícito que existe entre farándula televisiva y política, entre espectáculo y poder. Ese espacio imaginario que transforma a figuras de la cultura televisiva en íconos que trascienden al espacio público como tomadores de decisión política y que en su mayoría simpatizan con la UDI, RN o con la derecha a secas.
De realities a realidades
Traspasar la frontera entre el simulacro de cotidianidades mediáticas guionizadas de la pantalla televisiva hasta la realidad concreta del mundo del poder político no es descabellado ni poco frecuente. Solo como ejemplo junto con Cathy Barriga es posible recabar en una serie de concursantes de realities y programas de juegos de relaciones que lo han intentado con distinta suerte, como Pato Laguna, Alejandra Díaz, Romina Salazar, Alejandro Chávez, Hotuiti, Rodrigo Wainraight, Carla Ochoa, Andrés Longton, Andrés Rencoret o Michelle Zunino, entre otros.
Traspasar la frontera entre el simulacro de cotidianidades mediáticas guionizadas de la pantalla televisiva hasta la realidad concreta del mundo del poder político no es descabellado ni poco frecuente.
Y la lista de rostros mediáticos se alarga si se incluyen otros profesionales, cantantes o animadores de TV, inclusive de la vieja guardia de la pantalla en dictadura y en democracia: Enrique Maluenda, Luis Dimas, Antonio Zabaleta, Eduardo Cruz-Johnson, Paulina Nin, Raquel Argandoña, Raúl Alcaíno, Andrea Molina o Vasco Moulian, por nombrar solo algunos.
Excluyo de esta nómina a los actores de teleseries y cine, que por historia y tradición suelen encarnar opciones políticas vinculadas con la izquierda o con contra discursos que defienden minorías. Grupos que rehuyen y denostan a la prensa y programas de farándula, queriendo siempre renegar de ese tipo de fama.
Credos, imaginarios o cosmovisión de los faranduleros
El discurso público de los personajes mediáticos de la farándula televisiva dura (realities, modelos de eventos, teams de bailes) se nutre generalmente o extrae frases de la intelectualidad de autoayuda y superación personal. Ergo, más les dice o hace sentido leer o citar a Paulo Coelho y Pilar Sordo que a Gilles Lipovetsky, Pierre Bourdieu o Thomas Piketty.
Ergo, más les dice o hace sentido leer o citar a Paulo Coelho y Pilar Sordo que a Gilles Lipovetsky, Pierre Bourdieu o Thomas Piketty.
Su gran capital o talento radica en ser capaces de construir una narrativa de sí mismos que se sustente en sus propios recursos o fuerzas, generalmente asociados a la astucia, la superación de sus contrincantes, la sobrevivencia dentro de un formato televisivo de competencia y encierro. Valiéndose de la explotación de su imagen, a ratos histérica, ególatra o narcisa.
Esto confluye en perfiles autocráticos, personalistas y que se bastan con sus propias capacidades para presentarse ante los votantes como la solución aparentemente “distinta y apolítica” respecto de sus problemas a escala local, ofertándose desde su éxito mediático como hacedores de cosas, pero aparentando ser uno cualquiera más del grupo.
Estamos en presencia de una nueva clase de dirigentes, hijos de la cultura pop y de la TV, que gozan de fama indistintamente si tienen méritos reales para ella, pero apadrinados por la UDI y en menor medida otros grupos de derecha.
Estamos en presencia de una nueva clase de dirigentes, hijos de la cultura pop y de la TV, que gozan de fama indistintamente si tienen méritos reales para ella, pero apadrinados por la UDI y en menor medida otros grupos de derecha. Con un discurso que se orienta hacia el remanente de aspiracionalidad que contienen los electores de las capas medias y medias bajas forjadas desde el inicio de la transición y de la década 2000. Una cantera de votos mediáticos que va y viene entre coaliciones, sin reparos a cambiar de rumbo y sin lealtades mayores ni lecturas identitarias del pasado ni del cuerpo social, como un palimsesto en constante reescritura que quiere maximizar su beneficio en tiempo presente.
Una vitrina de liquidaciones de temporada, donde la fama transitoria permite aprovechar el aventón para saltar a competir en el campo político.
Esta farándula dura es de derecha también porque observa el espacio público como un campo de batalla o de sobrevivencia en medio de adversarios; no como un lugar de colaboración u intereses colectivos donde destaque la solidaridad y se propenda a la redistribución de la riqueza para bajar los índices de desigualdad. Un territorio en donde imperan los códigos egoístas de competencia del libre mercado en búsqueda de maximizar el beneficio propio y en el que su principal herramienta de explotación es el de sus atributos físicos personales y su astucia. Una vitrina de liquidaciones de temporada, donde la fama transitoria permite aprovechar el aventón para saltar a competir en el campo político.
La farándula de derecha se presenta como proveedora de servicios –desde la simpatía y la popularidad- más que actores políticos con compromisos ideológicos (aunque los tienen). Y en esto se vale de pantallas y tecnologías mediales que le sirven para esconder, diluir o relativizar las fronteras objetivas entre ricos y pobres, élites y no élites, bajo la ensoñación de éxito asegurado si uno realmente lo desea y se esfuerza lo suficiente. Un discurso que prescinde del contexto social o histórico, donde realmente se plasman las estructuras de clase, de legitimación, de patrimonios, de herencias y recursos (simbólicos y económicos).
En síntesis, un proyecto político que se erige desde el espectáculo, altamente populista, mediatizado y efímero; pero muy popular, seductor y exitoso, a veces…
En síntesis, un proyecto político que se erige desde el espectáculo, altamente populista, mediatizado y efímero; pero muy popular, seductor y exitoso, a veces…