¿QUÉ SE JUEGA EN PRÓXIMAS ELECCIONES DEL PS?

por La Nueva Mirada

Lo más evidente es que se trata de una disputa por el poder interno, que pone a prueba la continuidad de una mayoría partidaria que llevó a la actual presidencia del PS al senador Álvaro Elizalde hace dos años, con el apoyo de distintos grupos, lotes o sensibilidades, (como se denomina a  las tendencias internas).

Allí se suman “Terceristas” (la corriente a la cual pertenece el propio Elizalde),  sectores de la Nueva Izquierda, liderados por el ex senador  Camilo Escalona, las Grandes Alamedas que encabeza la senadora Isabel Allende, y el colectivo Socialista, que lidera el alcalde Sady Melo y su hijo, el ex diputado Daniel Melo.

Frente a ellos surge la candidatura de la diputada Maya Fernández, que convoca una vario pinta disidencia, que incluye a diversas facciones de la ex Renovación (fragmentada en dos corrientes, que encabezan el diputado Marcelo Schilling y Fernando Krauss, respectivamente), escindidos de la Nueva Izquierda (liderados por el ex parlamentario Osvaldo Andrade y el ex subsecretario Mahmud Aleuy), además de la corriente disidente que encabeza el diputado Marcelo Díaz, más otros desgajados del Tercerismo (entre otros el ex ministro Germán Correa y el ex vicepresidente de Enami,  Jaime  Pérez de Arce).  A ellos se suma la izquierda socialista, representada por el alcalde de independencia, Gonzalo Duran y el abogado Fernando Atria.

No pasará inadvertido el enredoso cruce de tendencias y fragmentos internos, ciertamente poco abordable para quienes no hayan seguido el historial de los socialistas. Algo que políticamente, hoy en tiempo de vacas flacas para las militancias partidarias, junto con interrogantes más que racionales y obvias, exigen una mirada más larga que la de una confusa contingencia.

No resulta sencillo identificar cuáles son las diferencias políticas que separan y enfrentan a las diferentes corrientes o tendencias internas que apoyan la reelección del actual timonel socialista, con la llamada disidencia, que no parece tener mayores puntos de convergencia que la oposición a la actual mesa partidaria, con fuertes críticas a su conducción.

Tampoco lo es entender que Camilo Escalona apoye a Elizalde y que Aleuy respalde a la disidencia. Que Isabel Allende esté con el actual timonel del PS y Maya Fernández encabece la lista disidente. O que el senador José Miguel Insulza integre la lista oficialista y José Antonio Viera Gallo la disidente

En verdad la tradición socialista es la de militar en una tendencia o fracción interna, antes que en las estructuras regulares del partido. Por más que la mayoría de sus militantes abominen de esas prácticas y la lógica de las tendencias internas haya pasado históricamente de agudos debates ideológicos a grupos con liderazgos que se ordenan principalmente por meras disputas del poder interno.

La histórica división del PS en el exterior que marcó los alineamientos internos

El Partido Socialista sufrió una importante división durante el régimen militar que tuvo su principal epicentro en el exilio (en el pleno de Argel que, en verdad se desarrollo en la RDA), con la confrontación entre partidarios del ex canciller Clodomiro Almeyda (almeydistas) y los de Carlos Altamirano (altamiranistas). Mientras los primeros buscaban permanecer fieles a la tradición marxista leninista y a la alianza con el Partido Comunista, los segundos terminaron cuestionando el vínculo con el entonces histórico Campo Socialista, para recorrer los caminos de la llamada renovación socialista.

La división fue significativa en el exilio y menos relevante en el interior del país, donde tan sólo un puñado de dirigentes socialistas se identificó con Altamirano, en tanto que una mayoría partidaria, en donde distinguían Germán Correa, Ricardo Solari y el propio Camilo Escalona (por ese entonces en la clandestinidad) se alineó con Almeyda.

Fue necesario que Ricardo Núñez volviera de su exilio, asumiendo todos los riesgos que ello implicaba, para dar impulso y protagonismo al sector renovado, con el ex ministro Carlos Briones a la cabeza.

La propuesta de unidad e integración socialista, levantada por el ex ministro Carlos Briones en su calidad de Secretario General del PS 24 Congreso (renovado), permitió la unificación de  ese sector con las nuevas corrientes de la izquierda como el MAPU, sectores de la Izquierda Cristina (desde donde proviene Elizalde) y del MIR, que hasta el día de hoy permite distinguir a los militantes “históricos” (que siempre militaron en el PS) de los “no históricos”.

No se trata de hacer la historia de la reunificación socialista de los últimos tiempos, Basta con señalar que ambas facciones (almeydistas y altamiranistas), jugaron roles protagónicos en la batalla por la recuperación democrática y la lucha por el No a Pinochet en el plebiscito de 1998 y que el ex Presidente Patricio Aylwin, luego de algunas vacilaciones y presiones internas, optó por una coalición ampliada, que incluía a los socialistas, desechando la coalición “chica”, que proponía Adolfo Zaldívar, reducida al centro político.

En ese marco y luego del triunfo en el plebiscito y la victoria de Patricio Aylwin (sin olvidar que el almeydismo enfrentó la primera elección parlamentaria en alianza con el PC, mientras “los renovados” se sumaban a la Concertación de Partidos por la Democracia), se inició el proceso de reunificación socialista, impulsado por Jorge Arrate, en ese entonces Presidente del PS 24 Congreso (como se le denominaba) y el almeydismo, en ese entonces liderado por Camilo Escalona.

Prontamente, el partido reunificado asume las tesis políticas de la renovación socialista, reconociendo a la democracia como el espacio y límite de la acción política, sellando una alianza con el centro político que dio sustento a la Concertación, permitiéndole permanecer en el poder, de manera ininterrumpida, por más de 20 años y cuatro gobiernos sucesivos, con la elección de Ricardo Lagos como primer socialista en llegar al poder luego del golpe de Estado y Michelle Bachelet la primera Presidenta de Chile.

 Un partido de tendencias

Mucha agua ha pasado bajo los puentes desde entonces. Durante mucho tiempo se alternaron en la presidencia del PS Ricardo Núñez, uno de los líderes de la Renovación y Camilo Escalona, encabezando la Nueva Izquierda. Jorge Arrate decidió dejar el Partido Socialista para asumir una candidatura presidencial apoyado por el Partido Comunista. Germán Correa lideró el PS durante un período, cargo que debió abandonar para asumir como ministro del Interior de Eduardo Frei, en donde no duraría mucho tiempo. Gonzalo Martner fue el Presidente del PS que levantó la postulación de Michelle Bachelet, para luego ser desplazado por Camilo Escalona, que se convirtió en su principal apoyo durante su primer mandato. La senadora Isabel Allende fue la primera mujer en asumir la presidencia del PS, en tanto que el partido, que arrastra el pesado síndrome del escaso apoyo y críticas al ex Presidente Allende, se esforzaba por convertirse un una leal y confiable fuerza de gobierno, aún con todos los vicios y problemas internos propios de un partido en donde han proliferado las tendencias y fracciones.

La elección de Álvaro Elizalde (50 años), acompañado de Andrés Santander como Secretario General y Daniel Melo en una de las vicepresidencias, marcó un recambio generacional. Ex Presidente de la FECH y ex Secretario General de la Juventud Socialista,  Elizalde se desempeño como ministro Secretario General de Gobierno de Michel Bachelet, para luego ser electo, por amplia mayoría, Presidente del PS en 2017.

Son muchas las críticas provenientes no tan sólo de la llamada disidencia, también de otros grupos que han optado por un apoyo crítico al actual timonel socialista por la decisión de no levantar una candidatura presidencial del PS para competir por la nominación presidencial y no apoyar la candidatura del ex Presidente Lagos en la última desastrosa contienda, sumándose  tempranamente a  la postulación del senador independiente Alejandro Guiller.

Aunque se justifique aquella postura con una amplia mayoría de su Comité Central y que, bajo la conducción de Elizalde, el Partido Socialista fuera el que  mejor resistió la embestida conservadora y el triunfo de Sebastián Piñera, con la mayor representación parlamentaria de la oposición (19 diputados y 7 senadores).

Se critica, con buenos argumentos, que el PS no ha tenido un gran protagonismo ni demasiadas iniciativas o propuestas durante el primer año del nuevo gobierno de Piñera, como no sea un firme rechazo a su agenda legislativa y una postura favorable a la unidad amplia y sin exclusiones del conjunto de la oposición. Con el riesgo de recurrir al conocido “mal de muchos..”, ninguno de los partidos que integraron la Nueva Mayoría o los que componen el Frente Amplio, han tenido un protagonismo mayor. Y que no es una casualidad  que el gobierno centre sus ataques sobre el PS y el PC, acusándolos de obstruccionismo.

Sin lugar a dudas, el Partido Socialista, al igual que el conjunto de la oposición, está al debe en materia de iniciativas, ideas y propuestas.  Tanto para ejercer una oposición eficaz y definición para límites de diálogo y acuerdos posibles con un gobierno que busca borrar el legado de sus antecesores e implementar un programa marcadamente liberal y de derecha, sin contar con mayoría parlamentaria para implementarlo.

En la contiende entre el actual oficialismo socialista y su disidencia, no se juegan tendencias más o menos izquierdistas y tampoco diferencias en materia de política de alianzas o el rumbo futuro del PS, en donde existen bastantes consensos y escasos matices. Tampoco es una lucha generacional entre las nuevas y viejas generaciones (ambas listas integran a sectores de la vieja guardia con las nuevas generaciones). Quizás se jueguen estilos de conducción, pero  ambos sectores comparten responsabilidades en torno al tema.

Los números internos juegan a favor de la reelección de Elizalde, que contaría con el apoyo de la mayoría de su bancada parlamentaria, alcaldes y concejales socialistas y la institucionalidad partidaria. Sin embargo en una elección polarizada a dos bandas es muy difícil que un sector arrase con una gran mayoría y todo apunta a una victoria de Elizalde bastante más ajustada, lo que necesariamente obligaría a un acuerdo de integración entre ambos sectores.

Pero nada de eso permitirá a los socialistas hacer un giro radical para ajustar su acción política en el marco de una oposición fuertemente dividida, fragmentada y bastante desorientada respecto a los nuevos tiempos que muestran los avances de una ultraderecha conservadora y el retorno de gobiernos reaccionarios en la región.

En verdad, salvo el modesto poder partidario, no es mucho lo que se juega en las elecciones de renovación de directiva socialista que tendrán lugar en el mes de mayo, aunque igual se disputaran con la pasión propia que ponen no tan sólo los socialistas en sus contiendas internas.

Las recientes elecciones españolas, a las que concurrió el senador Álvaro Elizalde en calidad de observador, pudieran servir de inspiración no tan sólo para el PS y los sectores progresistas de nuestro país, también al conjunto de los partidos de inspiración democrática en el mundo, sin descartar su impacto en las nuevas agrupaciones de izquierda en la región.

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