Desde Tierra del Fuego, el sacerdote católico fundamenta las razones esenciales que, en su labor pastoral, lo llevan a tomar una decisión que hace pública ante las interrogantes cruciales que inquietan a la población más postergada y condenada por la desigualdad del Chile actual.
No soy teólogo, soy un simple cura de pueblo. Estoy en una de las zonas más extremas del país, Tierra del Fuego
Mi trabajo pastoral es diverso: tengo estancieros, un regimiento, hospital, cárcel, colegios. Gente de muchos recursos y otros muy pobres.
Visito cuatro comunidades, algunas cercanas y otras lejanas. No manejo, me movilizo en transporte público y en dos patas.
Me gusta hacer mi trabajo y trato de hacerlo bien.
Rezo, celebro misa, hago la mayoría de los responsos.
Hoy por hoy hemos tenido un trabajo fuerte con migrantes haitianos, colombianos, venezolanos, ecuatorianos, peruanos, argentinos, paraguayos.
Soy así, simple. Y desde esa simpleza leo el evangelio y lo reflexiono. Y trato de relacionarlo con la vida, la mía y la de la gente con la que hacemos comunidad.
Varios me han cuestionado estos días mis redes sociales por la propaganda colocada en favor de un candidato.
Que no es evangélico, que no debo inmiscuirme, que soy rojo, que debo ser imparcial.
¿Cómo ser imparcial cuando el otro candidato ha hablado de la regulación exacerbada hacia la migración, incluido plantear una zanja, y prácticamente criminalizar la movilidad humana? ¿Cómo no decir nada cuando plantea la eliminación de programas en educación tan importantes como el proyecto de integración para niños y niñas con necesidades educativas especiales?
¿Cómo no alzar la voz cuando él tiene una defensa irrestricta a la propiedad privada y a la continuidad de proyectos económicos que continúan destruyendo el subsuelo terrestre y marítimo?¿Cómo no hacerlo cuando seguirá con la deforestación de las especies autóctonas en beneficio de los grandes bosques de pino que tanto daño generan?
¿Cómo guardar silencio frente a la militarización de la Araucanía y la estigmatizacion del pueblo mapuche como terrorista?
¿Cómo no decir nada cuando él y sus seguidores han profitado todo este tiempo del nombre cristiano, defensores de la familia, se definen como pro – vida, defienden los valores tradicionales, y sin embargo fueron los que apoyaron la manifestación en Iquique en contra de los migrantes?
Asimismo, degradan a la mujer y no la quieren en la vida pública de nuestro país. Insisten en autodefinirse pro – vida, pero les dura hasta el nacimiento de la criatura y luego le quitan todos los potenciales derechos que emanan del ser persona. Niegan el derecho a una educación digna, equitativa, de calidad, por parte de un estado que se haga responsable de ellos.
¿Y si obligan a nuestros adultos mayores a continuar trabajando para alcanzar una pensión digna que no llega con el sistema previsional hoy existente?
Frente a todo ello no puedo guardar silencio
Como lo dijo el profeta: «tengo que gritar, tengo que arriesgar, Ay de mí si no lo hago».
No puedo vivir mi fe si no vivo mi profetismo bautismal.
Puede que el candidato al que respaldo no sea el mejor, y tenga muchas pifias, que no esté de acuerdo con todo lo que plantee él y su conglomerado. Pero hoy, estoy viendo por el bien de muchos, especialmente de los más pobres que siempre son los más perjudicados.
Hoy no es tiempo de guardar silencio y de mirar para el lado. Hoy debemos buscar lo que más nos ayude a construir el reino de Dios. Reino de paz y justicia, reino de vida y verdad.
La esperanza es una de las virtudes teologales que hemos de impulsar los cristianos. Y eso es lo que busco, por eso voto Boric, porque no es perfecto, pero se acerca a lo que está más cerca de lo que creo debemos vivir para alcanzar la solidaridad. El resto lo pondremos entre todos. Solo eso. Gracias. Y perdón lo extenso, pero creo que lo amerita el tema.