“Santuario” La novela que Faulkner no le regaló a su madre. Por Tomás Vio Alliende

por La Nueva Mirada

El escritor norteamericano William Faulkner (1897 – 1962) siempre vio su novela “Santuario” como algo negativo en su carrera y que la escribió solo para ganar dinero y soportar un duro momento de crisis y penurias económicas. Lo cierto es que la hizo a regañadientes y que se propuso “inventar la más horrible historia”, según sus propias palabras. Lo logró y en 1929 su editor la rechazó por su fuerte contenido explícito y tuvo que reescribirla para publicarla en 1931. Fue tanta su fobia a la obra que no se la quiso regalar a su madre como ya era parte de su costumbre literaria y familiar.

Lo cierto es por encargo o no, Faulkner escribió una obra que con los años se ha considerado una obra maestra porque recoge magistralmente el ambiente de fines de años 20 en el sur de Estados Unidos, específicamente en el estado de Misisipi, lugar en el que el autor nació, murió y donde se ambientan la mayoría de sus obras. ¿Cuál es la polémica de “Santuario”? Radica básicamente en la construcción de una historia revuelta y oscura, con asesinatos, protagonistas pusilánimes, contrabando de whisky y prostitución. Todos estos antecedentes la convirtieron en un best seller en su época y en un libro lleno de contrastes con detalladas descripciones y una trama que se desarrolla dentro de un mundo cansado y también sombrío.

“Popeye detuvo el coche delante de una de las desvencijadas casas de tres pisos. La entrada quedaba oculta por una ennegrecida estructura rectangular con celosías, caída hacia un lado. En la mugrienta extensión de césped que había delante, con una cinta alrededor del cuello –rosa en un caso, azul en el otro-, se paseaban dos diminutos perros blancos de lanas, semejantes a gusanos, creando un ambiente obsceno e indolentemente paradójico. El reflejo de la luz del sol sobre sus pelajes hacía pensar que los hubieran lavado con gasolina.”

Tal como lo describe el párrafo anterior de “Santuario”, es el paisaje el que agota y el que a la larga embrutece a los protagonistas dentro de los que destacan Temple Drake, una adolescente liberal y universitaria, hija de un poderoso juez; Horace Benbow, un abogado poco asertivo, indeciso y de buenas intenciones y Popeye, un contrabandista de alcohol ilegal, impotente y asesino. Estos tres personajes junto a muchos más marcan la construcción de una obra que combina la sordidez de la muerte con una violación y un juicio donde la realidad se va confundiendo y la brutalidad de los hechos se notan suavizados por Faulkner a pedido de su editor. A pesar de todo, prevalece siempre el espíritu moralista y presbiteriano del escritor que ganó el Premio Nobel en 1949, considerado también como un exponente importante del movimiento modernista literario de Estados Unidos. Su mirada es en general externa, aunque se involucra fuertemente con cada uno de sus personajes y con lo que les va sucediendo. Hay un pesimismo permanente en el relato de Faulkner y una búsqueda incesante que lo lleva a experimentar con narradores múltiples, monólogos interiores y saltos en el tiempo dentro de la historia.

En  “Santuario”, Faulkner se está constantemente poniendo en medio de la lucha entre el bien y el mal, los personajes deambulan en un lugar donde se debe entender que predomina la bestialidad sobre la humanidad y que ambas no pueden jamás estar acompañadas. La barbarie de toda índole es la que resiste y son Temple, Horace y Popeye los que deben permanecer pendientes de sus propias historias, buscando lugares de reclusión interiores y mentales, haciendo valer sus principios y también sus bajos instintos. 

Posiblemente Faulkner haya renegado del libro porque este último lo hizo por obligación, sometiéndose a designios narrativos que nunca pensó llegar de manera tan macabra y perfecta desde el punto de vista estilístico.  De todas formas, según lo atestiguan expertos en el escritor, no le sirvió de nada no regalarle “Santuario” a su madre. Ella igual lo leyó, aunque nunca se lo comentó a su hijo.

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