A poco más de cuatro meses de la finalización de la segunda década del siglo XXI se nos viene a la memoria la caracterización del siglo XX que hiciera Enrique Santos Discépolo en el inmortal tango “Cambalache”: “Siglo veinte, cambalache, problemático y febril”. Estos primeros veinte años del nuevo siglo han sido, efectivamente, problemáticos y febriles. En América Latina y urbi et orbe. Y al 31 de diciembre de este 2020 cerraremos esta segunda década con un saldo sanitario global negativo cuyo cálculo dejamos en manos de los especialistas de la Johns Hopkins University, pero que hasta el lunes 17 de agosto era estremecedor: 21 millones 799.659contagiados por Covid-19, 13 millones 797.000recuperados y 774.296falllecidos. Con cerca de seis millones de contagiados y más de 230.000 muertos, América Latina ocupa el triste primer lugar como región de esta estadística lúgubre. Hasta el 14 de agosto, Brasil, México y Perú registraban el mayor número de contagiados por la pandemia en la región, en tanto que, con 800 muertos por cada millón de habitantes, es Perú el país que ocupa el indeseable primer lugar regional.
América Latina ocupa el triste primer lugar como región de esta estadística lúgubre.
Si algo ha quedado claro a todo el mundo en el transcurso de estos febriles y extraños meses de pandemia, es el hecho de que en tanto no se encuentre la vacuna idónea para prevenir el Covid-19, no podremos iniciar en plenitud la etapa de pospandemia que nos permitirá recomponer o reestructurar la vida personal y familiar, los vínculos sociales, la economía nacional, regional y global y el campo laboral, así como los modelos democráticos y políticos que hagan posible este indispensable rediseño de la sociedad, tanto a nivel nacional como internacional. El plebiscito para decidir si el pueblo chileno apoya la redacción de una nueva Constitución, elegir a quienes deberán encargarse de dicha tarea, sancionar democráticamente la eventual nueva Constitución y elegir nuevas autoridades políticas se presenta en este contexto como un formidable desafío y una oportunidad histórica irrepetible y única.
activar la cooperación e integración latinoamericana resulta ser una condición indispensable para enfrentar los desafíos venideros en el siglo XXI.
En la región latinoamericana, el saldo en salud y vidas humanas de los meses transcurridos es negativo, como lo demuestran las cifras expuestas. Y si a ellas agregamos el acabado diagnóstico económico y social que nos ha presentado la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena, en los “Desafíos de América Latina y el Caribe en la post-pandemia” en la edición anterior de esta publicación, y atendemos a lo esencial de su mensaje, solo podremos arribar a una conclusión: activar la cooperación e integración latinoamericana resulta ser una condición indispensable para enfrentar los desafíos venideros en el siglo XXI. El debilitamiento y ocaso de las instancias latinoamericanas de integración, el pobre funcionamiento de los mecanismos de comercio intrarregional, los distanciamientos políticos y el progresivo alejamiento cultural entre nuestros países, agravado hasta ahora por la puesta en práctica de la política del “ sálvese quien pueda” ( léase lucha comercial dura y nacionalista por mascarillas, ventiladores y vacunas) en esta pandemia e incluso por una increíble y tragicómica competencia comparativa mediática entre algunos de sus Jefes de Estado han ido convirtiendo a América Latina en solo un concepto desprovisto de contenido real. Llenarlo de contenido con miras a la pospandemia es por ello una tarea pendiente y urgente.
Llenarlo de contenido con miras a la pospandemia es por ello una tarea pendiente y urgente.
En el cuadro antes descrito, más realista que pesimista, ha aparecido recién una iniciativa que nos permite una tímida e inicial recuperación del optimismo y la confianza en la reaparición a nivel de política internacional de ese “aire de familia” que, al decir del escritor mexicano Carlos Monsivais, nos identifica y nos acerca en esta América Latina a lo que algún día llamáramos la Patria Grande.
En el complejo y competitivo mundo de la investigación y producción de vacunas, la Organización Mundial de la Salud ha contabilizado hasta ahora 167 vacunas experimentales contra el Covid-19. De ellas, hay 29 que están en la fase de evaluación clínica y seis en las últimas fases de experimentación. Considerando la magnitud de la amenaza viral que ya está segando la vida de segmentos cada vez mayores de sus poblaciones nacionales, varios Estados latinoamericanos han empezado a asociarse por separado con laboratorios y centros de investigación chinos, europeos o estadounidenses para participar de alguna forma en sus proyectos y situarse así en una posición prioritaria para la futura y eventual adquisición de dosis del producto final para las necesidades nacionales.
La iniciativa de proyección latinoamericana a la que nos hemos referido es la que han anunciado los presidentes Alberto Fernández, de Argentina y Manuel López Obrador, de México. Se trata del resultado final de una investigación desarrollada por la Universidad de Oxford, del Reino Unido, de una elaboración industrial de la vacuna iniciada y patentada por el laboratorio sueco-británico AstraZeneca y de un convenio suscrito por éste con la Fundación mexicana Slim que le ha permitido a AstraZeneca suscribir un convenio con el laboratorio argentino mAbxience para producir en Argentina la substancia activa de una vacuna que según varias publicaciones científicas presenta características muy positivas y grados de avance superiores al resto. El proyecto se completará con la participación del gobierno mexicano, que se encargará de la producción final, del envase y de la distribución de la vacuna para toda América Latina, con la sola excepción de Brasil, que ha negociado por su cuenta la compra de ésta y otras vacunas. Los gobiernos de Argentina y México, gracias a la Universidad de Oxford y al aporte del multimillonario mexicano Carlos Slim, han acordado poner a disposición de sus pares latinoamericanos la mencionada vacuna a un costo no superior a cuatro dólares la dosis y en un plazo más rápido al de cualquiera otra alternativa.
El proyecto se completará con la participación del gobierno mexicano, que se encargará de la producción final, del envase y de la distribución de la vacuna para toda América Latina, con la sola excepción de Brasil, que ha negociado por su cuenta la compra de ésta y otras vacunas.
De resultar exitosos los resultados de esta vacuna creada en Oxford y su puesta a disposición de la mayor parte de los países latinoamericanos y del Caribe en las solidarias condiciones descritas, se iniciaría una nueva etapa en la cooperación intralatinoamericana, se potenciaría el rol de Argentina en ella y el gobierno actual de México iniciaría en excelente forma y en un momento clave de nuestra historia la recuperación de su liderazgo regional.