Significados del voto por la extrema derecha. Por Gonzalo Martner

por La Nueva Mirada

El voto por la extrema derecha tiene tiene un pretexto usual, el del anticomunismo, pero supone asumir determinadas posiciones en materia de derechos humanos y de conductas cívicas que no son compatibles con las reglas democráticas ni con la decencia en la convivencia colectiva.

La alineación de la derecha tradicional con la ultraderecha ha sido rápida y prácticamente sin condiciones, pues han convivido juntas durante mucho tiempo, primero en el pinochetismo y luego en la oposición a la Concertación y a la Nueva Mayoría. Por su parte, las personas que se declaran “equidistantes” y anuncian que no se pronunciarán suelen ser ex concertacionistas que han terminado tristemente haciéndose cómplices de la ultraderecha y de la herencia pinochetista. Otros, incluso exministros DC, derechamente se pronuncian por apoyar a Kast, aludiendo hacer sopesado pros y contras.

En ese ejercicio, entre los argumentos en contra de un eventual gobierno de Gabriel Boric seguramente habrá aparecido el de la presencia del PC en su coalición, lo que haría peligrar la democracia. Se trata de una evidente falacia. Con dos senadores (de un total de 50) y 12 diputados (de un total de 155) la influencia parlamentaria del PC es limitada, como también lo es a nivel social y territorial, suponiendo que fuera perniciosa. A muchos nos gustaría que el PC chileno deje de apoyar regímenes de partido único o que no respetan las libertades civiles y políticas en nombre de la legítima condena al intervencionismo norteamericano. Pero no se puede desconocer que su conducta en la historia de Chile y recientemente su participación en el gobierno de Bachelet II muestra un compromiso democrático en la práctica sin fallas, que es lo que importa, a la vez que aporta una saludable voluntad de cambio social que muchos compartimos. Para que las cosas sean todavía más claras, Gabriel Boric deberá gobernar por la fuerza de los números con un acuerdo parlamentario, y eventualmente gubernamental, entre Apruebo Dignidad y la ex Concertación. Así de simple.

Si el argumento ya no es solo el del anticomunismo, sino el de que Boric representaría el desborde de la violencia urbana y de la delincuencia, cabe recordar que estos fenómenos han recrudecido hasta la saciedad en el actual gobierno de derecha. No hubieron sido imaginables en el gobierno de la Nueva Mayoría, del que formaba parte el PC, sin ir más lejos. ¿Puede alguien argumentar seriamente que la inestabilidad y la polarización social no aumentarían en un eventual gobierno de Kast? Salvo que se considere, claro, que en realidad solo se trata de una agitación de extrema izquierda venida del Foro de San Pablo, la que se solucionaría con más represión. Esto solo revelaría una vez más una muy limitada capacidad de comprensión de la realidad del país, que requiere reconstruir sus fundamentos socioeconómicos para reencontrar con equidad una paz social necesaria.

Por lo anterior, la falta de compromiso con la democracia de los ”equidistantes” y de los «reconvertidos» a Kast es simplemente abismante. Pero cabe señalarles, adicionalmente, que tendrán que asumir tres consecuencias al apoyar a un eventual gobierno de la ultraderecha.

En primer lugar, se harán cómplices del intento de Kast de anular la Convención Constitucional, de poner fin a libertades personales esenciales y de remilitarizar el país, con consecuencias impredecibles. Kast ha reiterado que buscará facultades presidenciales permanentes para detener personas en lugares distintos de las cárceles, interceptar la correspondencia e involucrar a las Fuerzas Armadas en tareas policiales. Esto último la actual constitución no lo permite sino en determinados Estados de Excepción.

En segundo lugar, se harán cómplices de acciones reñidas con la más elemental decencia. Si Kast se arroga en campaña unas funciones de juez y de catón moral que nadie le ha otorgado, imaginemos lo que podría ocurrir si llegara a gobernar. El tono y el contenido de mentiras e insinuaciones de Kast sobre supuestos usos de drogas y actos de “abuso y acoso” han sido insólitos, del estilo de «agradezco que Gabriel Boric haya reconocido que hubo una actitud impropia y que haya pedido perdón». La manipulación sin pudor permitió a Kast cumplir con su objetivo de denostar a su adversario mintiendo y actuando de la peor mala fe, mostrando que no tiene cánones morales en el debate público. En las sociedades civilizadas, es una justicia independiente la que actúa frente a hechos punibles, según reglas preestablecidas, y no algún matón de turno que acusa a diestra y siniestra buscando ventajas de campaña, al estilo de Trump y Bolsonaro, a los que Kast defiende.

En tercer lugar, el apoyo de Kast a Krassnoff (condenado a 820 años de cárcel) poniendo en duda el trabajo de la justicia, lo ha mostrado como una persona capaz de justificar los peores crímenes. En todo caso, ¿qué se puede esperar de los que siguen justificando, a pesar de palabras ocasionales poco sinceras, la suma de un golpe de Estado, el bombardeo de La Moneda, miles de asesinatos, desapariciones, torturas, violaciones, exilio masivo durante más de una década y media? Kast forma parte de los que siguen considerando que la izquierda era su enemiga y que debía ser masacrada. Y que Krassnoff hizo bien su trabajo de asesino en serie. ¿Alguna duda de que volverían a repetirlo los unos y a justificarlo los otros? El hijo de un oficial alemán afiliado al partido nazi, como Kast, debiera tener al menos más cuidado al exculpar sin más a un criminal como Krassnoff.

En este contexto, menos mal que la gente de bien existe, porque sus conductas son las que hacen vivible el mundo y hacen posible una convivencia sostenible en nuesto país. El británico George Orwell las denominó “decencia común”. El canadiense Michael Ignatieff ha llamado «virtudes cotidianas» a aquellos valores que están presentes en todas partes como la lealtad, la confianza y la contención, constatando que cierto orden moral siempre nace de la necesidad de creer que la vida tiene un sentido más allá de la lucha sin escrúpulos por la supervivencia. Esto contrasta con aquella visión de la vida que ve perversiones a erradicar por doquier, que es propia de Kast y sus seguidores (ejemplo de sus afirmaciones paranoicas: «la ideología de género» es «maléfica» y «más perversa que el comunismo»).

Esta visión y sus pulsiones son las que llevan a no trepidar en ejercer y justificar la violencia institucionalizada y en transformar en enemigos a los adversarios que defienden otras ideas y otros intereses que los suyos. Que lleguen al gobierno es lo que debe evitarse en Chile el 19 de diciembre.

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