Sobre la ética en el tratamiento de los abusos sexuales en la TV

por La Nueva Mirada

Por Manuela Gumucio.

En la última edición de «El Informante» (TVN) fue entrevistado el ex acólito Javier Molina, quien denunció por abusos al sacerdote Jorge Laplagne. En el programa, dijo haber sido víctima del presbítero, por primera vez, cuando tenía 15 años, lo que se habría reiterado durante tres años.

Para quienes observamos los medios, constituye un tema de preocupación la conducta de los periodistas ante temas como los abusos sexuales. La búsqueda del sensacionalismo o la conducción mañosa de la conversación, para llevar al entrevistado al quiebre emocional, son algunas de los problemas que se suelen relevar.

Esta vez, fue notable advertir como el periodista Matías del Río no «apremió» al joven ex monaguillo Molina. Incluso, le propuso no ir más lejos en su relato, al advertir su emoción. Fue un testimonio sobrio, con detalles que no son de tratamiento habitual en la TV.

Esta vez, fue notable advertir como el periodista Matías del Río no «apremió» al joven ex monaguillo Molina. Incluso, le propuso no ir más lejos en su relato, al advertir su emoción. Fue un testimonio sobrio, con detalles que no son de tratamiento habitual en la TV.

Javier Molina contó con el tiempo suficiente para explicar las motivaciones de hacerlo público y enfrentar judicialmente al sacerdote Laplagne, quien habría abusado de él desde los 13  hasta los 18 años.

Como parte del testimonio, relató su encuentro con el sacerdote Raúl Hasbún, para confirmar sus acusaciones. También su sorpresa, al conocer, tras sus declaraciones en la Fiscalía, la carpeta de la Iglesia al respecto. En ella, Hasbún cierra el caso, señalando que al joven se le ha facilitado asistencia psicológica y que la víctima no habría insistido en la tramitación.

Según Hasbún, el programa constituyó «una grave lesión a mi honra personal y ministerial. Si fueran ciertas esas aseveraciones estaría éticamente impedido de realizar lo que hago en la Iglesia».

Al respecto, Hasbún respondió indignado, en “El Mercurio”, señalando su rechazo al linchamiento de que habría sido objeto en el mencionado programa. Asegura que la citada conversación «fue unilateralmente empática, llena de apelaciones emocionales, lágrimas, suspiros del entrevistador. Con imágenes en las que aparecen mi rostro y mi nombre con la expresión ‘en la mira’. Esa es una expresión característica del cazador de animales y del francotirador, que dispara a hombres. Esa sugestión de imágenes la encuentro gravísima».

«No acepto este linchamiento mediático. Espero que estos autodesignados justicieros mediáticos algún día comprendan la cabal diferencia entre informante e infamante. La honra no se toca. Es el único patrimonio de una persona, sobre todo si es un sacerdote», afirmó.

Según Hasbun, el programa constituyó «una grave lesión a mi honra personal y ministerial. Si fueran ciertas esas aseveraciones estaría éticamente impedido de realizar lo que hago en la Iglesia».

Cabe preguntarse si la larga trayectoria mediática de Hasbún, defendiendo a una dictadura que sí linchó físicamente a tantos chilenos, no es razón suficiente para que no ocupe el rol que juega en la Iglesia.

El sacerdote espera enfrentar al abusado ante la justicia. Ciertamente, tiene todo el derecho de defender su honra.

Sin embargo, cabe preguntarse si la larga trayectoria mediática de Hasbún, defendiendo a una dictadura que sí linchó físicamente a tantos chilenos, no es razón suficiente para que no ocupe el rol que juega en la Iglesia. Restando, al mismo tiempo, peso a su acusación. Periodistas han incurrido en conductas infamantes. No ha sido, para nada, este referido caso de Matías  Del Río.

El Informante hizo un aporte en el desafío de sacar de la banalidad las conductas de abuso sexual, que han marcado la relación de autoridades en distintos ámbitos, con niños y niñas, desde una situación de poder.

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