La profesión de fe católica de Joe Biden no le ha ayudado mucho entre los votantes que la comparten, en tanto que la conducta poco cristiana de Donald Trump no le ha mermado la lealtad de los cristianos evangelistas. Por su parte, la composición del Congreso corrobora que, en estos tiempos y en Estados Unidos, la preferencia política tiene más peso que la afiliación religiosa.
Dios desconcertado
Joe Biden es el segundo presidente católico de Estados Unidos (el primero fue John F. Kennedy) y es, además, muy abierto a expresar su fe en público, a diferencia de otros muchos políticos demócratas que se atienen a lo que en América Latina se entiende como “laicismo”.
Donald Trump no había sido particularmente religioso hasta que encontró la conveniencia de serlo en 2016 cortejando el voto de los cristianos protestantes, en particular los evangélicos. Con una historia de dos divorcios, alegaciones de adulterio y negocios turbios, las pocas demostraciones de religiosidad de Trump han resultado caricaturescas.
Una encuesta de Gallup divulgada el 4 de abril, muestra que, en toda su gestión de cuatro años, Trump obtuvo un índice promedio del 44 % de la opinión ciudadana, y hasta ahora Biden mantiene uno del 56 %.
Pero las simpatías por Biden suben al 58 % entre los católicos y bajan al 47 % entre los protestantes, mientras que bajan para Trump al 43 % entre los católicos y suben al 54 % entre los protestantes.
Donde Biden le gana de lejos a Trump es entre los encuestados que se identifican como “nones”, esto es sin identidad religiosa, un contingente de ciudadanos que sigue creciendo para angustia de las iglesias de todas las marcas. Según el Centro Pew, el 26 % de los votantes, incluidos ateos, agnósticos o sin religión, se describen como “nones”.
El 71 % de los “nones” aprueba a Biden y sólo el 27 % de ellos simpatiza con Trump.
Pero el análisis del voto en las elecciones de 2020 muestra que el apoyo que Biden tuvo entre los católicos es casi exactamente el que podía esperarse de un candidato demócrata. La fe del candidato pesó menos en la decisión de los votantes católicos que las promesas tradicionales del Partido Demócrata.
Como una imagen en el espejo, el respaldo que Trump recibió de los protestantes, especialmente de los evangelistas, estuvo al nivel del que hubiera obtenido cualquier candidato presidencial del Partido Republicano.
“El factor más importante es claro: Biden es demócrata y Trump es republicano, y es difícil que cualquier otra característica presidencial, incluida la religión, altere la fuerza de esta realidad central. Es el poder extraordinario del partidismo”.
Ni así se entienden
Aunque sólo alrededor del 65 % de los estadounidenses se identifica como cristianos, de cualquier cepa, en la legislatura que surgió de las elecciones de noviembre pasado, los cristianos son la mayoría de los miembros de la Cámara de Representantes y del Senado: 88 % en la cámara alta y 87 % en la cámara baja.
El 43 % de los adultos estadounidenses, según Pew, se identifica como protestante, pero en ambas cámaras tienen una mayoría protestante: el 55 % de los diputados y el 59 % de los senadores.
Dentro de la clasificación de protestante caben los bautistas, metodistas, anglicanos episcopales, presbiterianos, luteranos, congregacionalistas, sin denominación, pentecostales, restauracionistas, adventistas, reformados, pietistas y otras sectas.
Los católicos son aproximadamente el 20 % de los adultos en EE.UU. y a este credo responden el 30,9 % de los diputados y el 24,5 % de los senadores.
Los miembros del Congreso que no son cristianos incluyen judíos, budistas, musulmanes, hindúes, universalistas unitarios y otras tradiciones, y casi todos los legisladores que no son cristianos son demócratas.
La hegemonía cristiana en el Congreso, que consiste de 435 diputados y 100 senadores, en poco ha disminuido durante las últimas seis décadas. En la legislatura de 1961, había 498 legisladores cristianos, y en la actual hay 452. Lo que ha ido cambiando es el balance entre protestantes y católicos: la representación protestante en 1961 incluía 398 legisladores y la de los católicos 100 legisladores. Hay ahora 294 diputados y senadores protestantes y 158 católicos.
Con tal perfil religioso podría esperarse que los miembros del Congreso encontraran un territorio en común sobre el cual librar sus batallas políticas partiendo de principios compartidos y propósitos armonizables. En cambio, y tal como ocurre en el ámbito presidencial, las divisiones políticas atropellan las creencias religiosas.
De forma cada vez más intensa, la búsqueda de compromisos, las tradicionales transacciones legislativas, el “bipartidismo” se han convertido en nociones dejadas de lado y aún dotadas de una connotación negativa.
La idea de que algún legislador demócrata trabaja junto con un republicano en la elaboración de un proyecto de ley se considera rara cuando no una evidencia de traición. Como consecuencia del cambio en la composición de la Cámara de Representantes cada dos años, y las frágiles mayorías de uno u otro partido en el Senado, los políticos en el Congreso dedican más tiempo a la recolección de fondos para la próxima campaña, y a las “posturas principistas” que luzcan bien con sus votantes, que al esfuerzo de lograr acuerdos y legislar.
Si en algo el Congreso se parece al predominio cristiano entre sus miembros es por la fruición sectaria con que ellos y ellas se combaten.