¿Y si gobernaran las mujeres? Por Patricio Escobar (Barcelona, España)

por La Nueva Mirada

Hacia finales de la segunda década de este siglo, comienza a ser más frecuente la presencia de mujeres a la cabeza de gobiernos en distintos rincones de mundo. Pero no solo eso, están demostrando especial habilidad para llevar a cabo su gestión y paulatinamente ello queda más en evidencia. Pareciera claro que se han pasado demasiados siglos sin atender suficientemente a esta oculta realidad.

Algo de historia

Esta realidad no es nueva, pues existen antecedentes destacables de participación de las mujeres en el gobierno de sus países. En la década del ’80 del siglo pasado, Margaret Thatcher no solo gobernó en Inglaterra, lo hizo además con una mano de hierro, impulsando impopulares políticas liberalizadoras. Poco antes, Lidia Gueiler asumió la conducción de la república de Bolivia, intentando romper el ciclo de dictaduras que asolaban los distintos países de la región y el suyo propio. Otro caso en esa época es el María Estela Martínez, que, en 1974, siendo vicepresidenta de Argentina, asumió el Gobierno tras la muerte del presidente Juan Domingo Perón, su esposo. Destaca también Michelle Bachelet en Chile que gobernó en dos periodos, 2006 – 2010 y 2014 – 2018, impulsando transformaciones largamente postergadas.

Existen otros casos menos conocidos en la historia, en los que países de Asia destacan en los primeros siglos de nuestra era: reinas y emperatrices en Cambodia, Corea y Japón, tuvieron largos reinados. Es el caso de la Emperatriz Suiko que gobernó más de 35 años en Japón, entre los siglos VI y VII. De igual modo, Seondeok en Corea que, en el siglo VII, reinó durante 15 años. En esta parte del mundo, también hay ejemplos destacables. Isabel I de Castilla reinó casi 30 años en el siglo XV, mientras que, en el siglo siguiente, la otra Isabel I, lo hizo en Inglaterra más de 44 años, dejando una huella imborrable en su historia. No contamos los 63 años de la Reina Victoria en UK ni los casi 69 años de la reina Isabel II, puesto que se trata de una monarquía parlamentaria, en que no gobierna el o la soberana.

Algunos datos

Según datos de ONU Mujeres[1] , durante los últimos 25 años, la presencia femenina en los parlamentos en el mundo ha aumentado desde el 11% en 1995, al 25% en 2020. En el presente, existen 10 mujeres que son Jefas de Estado y 12 que son Jefas de Gobierno. Sin embargo, también existen 27 estados en que las mujeres representan menos del 10% de los parlamentarios en ejercicio, incluyendo 3 parlamentos en que no hay presencia de mujeres. La contrapartida está en aquellos países en que hay una representación importante, como es el caso de Ruanda y Cuba, con un 63% y 53,2% respectivamente. En términos de regiones, destacan los países nórdicos, en que un 44% de sus parlamentos, están compuestos por mujeres y en el otro extremo, la región del pacífico, en que se cuenta con solo un 17% que realiza actividad parlamentaria en promedio. Según estadísticas publicadas por ONU Mujeres.[2] El 21% de los parlamentos del mundo están presididos por mujeres y el 25% tienen una mujer como vicepresidenta.

En el presente, existen 10 mujeres que son Jefas de Estado y 12 que son Jefas de Gobierno. Sin embargo, también existen 27 estados en que las mujeres representan menos del 10% de los parlamentarios en ejercicio, incluyendo 3 parlamentos en que no hay presencia de mujeres.

Un momento crucial

A lo largo de la historia hemos observado distintos casos en que mujeres han tomado las riendas para conducir los destinos de sus sociedades. Evaluar su desempeño es tarea compleja y sometida a un juicio histórico y político que es difícil de consensuar. Sin embargo, en el presente vivimos un momento en extremo particular, en que el mundo está azotado por una pandemia que, según datos de la OMS, al día 05 de diciembre, afectaba a casi 66 millones de personas, de las cuales, ya han fallecido 1,5 millones. En ese contexto, el desempeño de los gobiernos está sometido a un escrutinio muy preciso y claro, relacionado con el impacto de la crisis sanitaria.

en el presente vivimos un momento en extremo particular, en que el mundo está azotado por una pandemia

En un mundo globalizado y con medios de transporte que facilitaban una intensa circulación de personas por el planeta. Encontramos que el inicio del contagio ocurrió en Wuhan, China, el 1 de diciembre de 2019 y 91 días después la OMS declaraba la enfermedad como pandemia, es decir, una enfermedad de alcance global. Como referencia, la más amplia oleada de la peste negra en el siglo XIV apareció en el Desierto de Gobi a principios de 1340, tardó tres años en llegar a Crimea luego, tres más en arribar a Italia y adicionalmente dos años y medio en alcanzar a Inglaterra. Sin que tocara, por cierto, muchas otras regiones del planeta.

En la mayoría de los países, se han enfrentado dos sucesivas oleadas del virus y a pesar de la experiencia ganada por los sistemas sanitarios y los gobiernos desde principios de este año, la segunda oleada está resultando más grave que la anterior. También está el caso de países en que los éxitos de la primera oleada, no se mantuvieron en la segunda. Existen variados análisis que buecan identificar las variables clave de este fenómeno y entre ellas, destaca la adhesión que la población tiene respecto a las políticas y sus propios gobiernos. Traducido directamente en un mayor o menor acatamiento de las recomendaciones.

¿Casualidad?

Sin embargo, destaca un hecho singular. Hay países que han mostrado un desempeño excepcional frente a las sucesivas oleadas de la pandemia y esos mismos, resulta que están gobernados por mujeres. Si consideramos seis países que se encuentran en esa condición (Finlandia, Dinamarca, Islandia Alemania, Taiwán y Nueva Zelanda), y con datos de la OMS comparamos el promedio de contagios por cada cien mil habitantes y fallecimientos por cada millón, tenemos que en esos países hay 119 personas contagiadas por cada cien mil habitantes y los muertos a la fecha son 78 por cada millón de habitantes. Para Europa, excluyendo a estos países cuando corresponde, estos valores alcanzan a 591 de contagio y 486 de fallecidos. Esto significa que el contagio es 5,2 veces superior y las muertes por la pandemia, 7,4 veces mayor.[3] Los datos no dejan lugar a dudas, en tanto comparamos países con realidades socioeconómicas similares. Pero ¿qué es lo que hace a estos gobiernos ser más eficientes y eficaces en la lucha contra la pandemia?

Hay países que han mostrado un desempeño excepcional frente a las sucesivas oleadas de la pandemia y esos mismos, resulta que están gobernados por mujeres.

Se pueden formular distintas hipótesis, pero probablemente volveremos a la variable antes señalada: el nivel de confianza de la ciudadanía en el Gobierno. En todos los casos de gobiernos encabezados por mujeres, encontramos altos niveles de asertividad y decisión a la hora de tomar las medidas recomendadas por la OMS y ajustadas a cada una de las realidades sociales. Lo anterior, a pesar del efecto económico de corto plazo que ellas importan.

En todos los casos de gobiernos encabezados por mujeres, encontramos altos niveles de asertividad y decisión a la hora de tomar las medidas recomendadas por la OMS y ajustadas a cada una de las realidades sociales.

Es claro que la pandemia es la gota que ha venido a rebalsar el vaso. Antes del 1 de diciembre del año pasado, nuestra principal preocupación estaba en los devastadores efectos del cambio climático y en un modelo de economía que excluía del bienestar a amplios sectores sociales. Ello, obviamente, no ha desaparecido. Se suma a la crisis sanitaria que estamos viviendo y a su impacto en una economía que se paraliza.

De alguna manera, los gobiernos femeninos han logrado generar una sintonía fina de control entre los imperativos de salvar vidas y, la protección de un sistema económico que desfallece y amenaza con una devastación importante de mantenerse paralizado. Pero no solo eso, más importante, la solución encontrada en cada caso ha sido aceptada y respaldada por las distintas sociedades. Lo que no se aprecia en los demás países, que comienzan a sumar a todo lo anterior, una crisis política.

los gobiernos femeninos han logrado generar una sintonía fina de control entre los imperativos de salvar vidas y, la protección de un sistema económico que desfallece y amenaza con una devastación importante de mantenerse paralizado.

En ese contexto y más que nunca, las sociedades necesitan poder confiar en los liderazgos presentes en la política. Eso, que con frecuencia se nos hace difícil, no se ve como imposible. Hoy sabemos que hay algunos de esos liderazgos, que no han defraudado a los ciudadanos. Que sean liderazgos femeninos está lejos de ser casual.

A pesar de los progresos de los últimos años en facilitar la integración, la paridad y la lucha contra la discriminación hacia la mujer, aún queda bastante camino por recorrer. Hace mucho, alguien señaló: “El día que haya gobiernos encabezados por mujeres corruptas o completamente ineptas, ese día habrá completa paridad”.


[1]  https://www.unwomen.org/es/what-we-do/leadership-and-political-participation/facts-and-figures

[2] https://www.unwomen.org/-/media/headquarters/attachments/sections/library/publications/2020/women-in-politics-map-2020-es.pdf?la=es&vs=828

[3] https://who.maps.arcgis.com/apps/opsdashboard/index.html#/ead3c6475654481ca51c248d52ab9c61 y https://datosmacro.expansion.com/otros/coronavirus

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