Malinche, la “diosa del agua”, intérprete y consejera de Hernán Cortés

por Karen Punaro Majluf

Su figura se ha reinterpretado en las últimas décadas, pasando de haber sido vista como una aliada de los españoles en la conquista de México; a una víctima que fue entregada para ser esclavizada y “vientre” para generar mestizaje.

Si bien no se sabe con certeza su nombre, tampoco su ciudad de nacimiento ni el año exacto; Malinche ha trascendido las décadas por haber sido la intérprete y nexo cultural de Hernán Cortés, lo que le permitió al extremeño liderar la conquista de México-Tenochtitlán y con ello crear el Virreinato de Nueva España.

Debido al rol fundamental que tuvo Malinche en el avance y arrase de los españoles en el Imperio Mexica, es que fue considerada durante siglos como traidora de su pueblo. Incluso a principios del siglo XX se creó el término malinchismo para definir al que es infiel a su patria a favor de los intereses extranjeros. 


 “Malintzin es considerada una traidora, pero yo opino que no, porque ella no era mexica. No traiciona a su propio pueblo, el maya-chontal. Al contrario. Ella había sido testigo de la expansión del imperio mexica. Estaba uniéndose para apoyar a quienes quizás pudieran defenderlos en contra de Tenochtitlan”, afirma Eduardo Matos Moctezuma.


 Sin embargo, estudios recientes han reivindicado su figura y, a través de estudios de textos, cartas y códices, se ha establecido la que sería la verdadera historia de Malinche. Hija de un cacique náhualt de Oluta -lo cual la posiciona frente a los conquistadores como parte de la “realeza” local- quedó huérfana de padre a los 10 años, por lo cual su madre la vendió como esclava a un cacique maya del sur de México. 

En 1519 su vida vuelve a cambiar, pues tras la batalla de Centla –enfrentamiento en el cual Cortés y sus hombres arrasaron con los indígenas chontales- Malinche fue entregada, junto a otras veinte mujeres, como tributo al conquistador. “Forma parte de un paquete tradicional o, mejor, de un lote, semejante al constituido para el trueque o rescate, pero en el que por lo general no entran las mujeres; cuando ellas se añaden al lote, es un símbolo de vasallaje”, explica Margo Glantz en su texto “La Malinche: la lengua en la mano”, del libro 500 años de la conquista de México, resistencias y apropiaciones.

 Cortés avanzaba en su conquista. Ya Diego Velásquez le había hecho saber, en una carta que le entregó al salir de Cuba, la necesidad de contar con una “lengua” (intérprete).  


Trabajaréis con mucha diligencia e solicitud de inquirir e saber el secreto de las dichas islas e tierras, y de las demás a ellas comarcanas y que Dios Nuestro señor haya servido que se descubrieran e descubrieren, así de la maña e conversación de la gente de cada una dellas en particular como de los árboles y frutas, yerbas, aves, animalicos, oro, piedras preciosas, perlas, e otros metales, especiería e otra cualesquiera cosas, e de todo traer relación por ante escribano (…) no es posible calar hondo ni descubrir secretos si se carece de indígena.

Anteriormente indígenas tomados en viajes de conquista habían tratado de realizar el rol de intérpretes; sin embargo, tras salir del territorio Maya “Juliancillo” y “Melchorejo” –llamados así por cariño y cercanía establecida con los españoles- dejaron de servir en su cometido; escenario en el cual Malinche aflora luego de que Cortés se había dado cuenta que ella entendía el español y las lenguas autóctonas. Él le prometió liberarla si se convertía en su intérprete y en su faraute.

 Mariana López explica en El faraute de Hernán Cortés. Un Go-between en la conquista de México, que Malinche “tiene un papel preponderante en la comprensión del espacio, de los reinos y de las mentalidades en un momento muy temprano del conocimiento del mundo en su sentido moderno. (…) Carlos Alvar (…) lo refiere en sus notas como un término sinonímico con lengua, intérprete, traductor, trujiman, latinado, dragoman y (…) de faraute, el Go-between no es simplemente un traductor e intermediario, sino quien articula relaciones entre mundos y culturas dispares permitiendo el flujo de información haciendo posible la intercomunicación, la organización política y la convivencia entre ellos”.

Una necesidad cristiana para cometer actos poco devotos

 Para poder concretar el concubinato, Cortés cree en la necesidad de bautizar a Malinche con un nombre cristiano. La ceremonia la lleva a dejar atrás su identificación con lo indígena y es llamada Marina. Con ello se produce además un cambio en lo externo, pues sus atavíos y símbolos cambian: lleva una blusa adornada –huipil- engalanada con bordados y tintes. 

 “Históricamente, el uso de los huipiles derivó de una obligación de los religiosos españoles, ya que hasta entonces las mujeres mayas llevaban el torso desnudo. Esta sencilla prenda es, por lo tanto, un hito histórico del choque cultural que se produjo en el continente cinco siglos atrás, de las transformaciones, las imposiciones y las pequeñas y grandes historias que se tejieron bajo el influjo de la llamada conquista española”, comenta Alejandro González, subdirector de etnografía del Museo Nacional de Antropologíade México. 

 También hay quienes comienzan a llamarla Malintzin. La unión de Malinalli (en náhual significa liana, trenza o hierba trenzada) con el sufijo tzin la convierte en señora, es como si se hubieran dirigido a ella como “doña Marina”. “Malinche ha adquirido verdadera carta de nobleza (…) Señora o doña, mujer muy honrada y principal, reverenciada, acatada, de buena casta y generación”, señala Gantz.

 Bernal Díaz del Castillo la llama Doña Marina. En su texto Historia verdadera de la conquista de la Nueva España deja en evidencia su admiración hacia ella, elogiándola por sobre Cortés. 


Dejemos esto y digamos cómo doña Marina, con ser mujer de la tierra, qué esfuerzo tan varonil tenía, que con oír cada día que nos habían de matar y comer nuestras carnes con ají (sic), y habernos visto cercados en las batallas pasadas, y que todos estábamos heridos y dolientes, jamás vimos flaqueza en ella, sino muy mayor esfuerzo que de mujer.


 Él es quien comienza a llamar a Cortés “Capitán Malinche”, degradando su rol masculino y al mismo tiempo masculinizando –algo positivo para él- a doña Marina. 

 Cortés, por el contrario, en sus cartas escritas en el momento de la conquista, las cuales enviaba al rey Carlos V, anula la presencia de Malinche, salvo dos apariciones. La primera vez que hace alusión a su intérprete -mujer y madre de su hijo Martín- es llamándola “india de esta tierra que hube en Potonchan”; es decir la reduce a una esclava asida tras la matanza de Cholula. 

 Es en la quinta misiva, en la cual relata las últimas expediciones –fallidas- hacia Honduras, que Malinche adquiere un nombre propio. En el relato, Cortés le narra al Rey un encuentro mantenido con un indígena, afirmando que “Marina, la que yo conmigo siempre he traído”, es quien lo ha ayudado en la comunicación y entrega de la verdad. 

 El misionero Fray Bernardino de Sahagún, escribe en 1540 el Códice Florentino, en el cual se nombra a Malinche; uno en español y otro en náhualt. En el primero se refiere a ella como “Marina (…) india que sabía la lengua de Castilla y la de México”. Sin apelativos, se la reconoce como intérprete explicando como funciona el sistema de traducción.

 En el texto en náhualt, que se redacta en base a los relatos orales de los mexicas, se la nombra como Malintzin reconociéndole su importancia y se afirma que Cortés se comunicaba a través de la boca de Malinche. 

Una divinidad

Cortés cuenta con un equipo perfecto de comunicaciones. Un indígena llega con información, Malinche traduce, el conquistador se hace del mensaje y lo dicta a su escribiente. “Cortés advirtió los merecimientos de Malintzin. En ese mismo instante, la Malinche ha dejado de ser esclava, ha trocado su función de proveedora –moler y amasar el maíz– y de camarada –ser la concubina de un conquistador– para convertirse en secretaria y faraute de Cortés. Lo ha logrado porque es, recuerda Bernal, de buen parecer, entrometida y desenvuelta”, explica Glantz. 

 Su imagen va creciendo y, entre los nativos, va adquiriendo un halo de divinidad. En fragmentos del Códice Cuauhtlatzingo, al hacer referencia a los triunfos de Hernán Cortés, se describe a doña Marina vestida como la diosa del agua, Chilchiuhtlicue. “Marina acaba representando todos los papeles y es figura divinizada entre los naturales, y reverenciada por los españoles”, agrega Margo Glantz.

 Por otro lado, en el Códice Florentino, Malintzin aparece con una cruz en el pecho y una falda con un patrón de rombos; los que se relacionan con los rumbos de la tierra y con la fertilidad. “Todos estos elementos hacen de Malintzin una diosa telúrica poderosa”, se señala en “El Apocalipsis en México. La historia de la conquista en el libro XII”, Arqueología Mexicana.

 Fernando de Alva Ixlilxóchitl le dio un carácter milagroso a Malinalli al retratarla como quien hizo posible la cristianización. En la misma línea, Diego de Muñoz Camargo la glorifica en el –hoy conocido como- Manuscrito de Glasgow:


Mas como la providencia tenía ordenado que las gentes se convirtiesen a nuestra santa fe católica y que viniesen al verdadero conocimiento de Él por instrumento y medio de Marina (…) tenida por diosa en grado superlativo…

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1 comment

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