“Tieta” y “doña Flor”: mujeres del universo de Jorge Amado que empapan de sexualidad su obra.

por Karen Punaro Majluf

El escritor lleva la magia del Brasil pobre, callejero, ardiente y trabajador a su prosa, que destaca principalmente por hacer protagonista la marginalidad del pueblo.

«En mis libros el pueblo siempre gana«. Con esta frase Jorge Amado explicó y dio contexto a lo que fue su prosa, pues ya sea en sus novelas, teatro, relatos o cuentos infantiles, sus personajes marginales se llevan el protagonismo, siendo estos mujeres solas y pobres que caen en la prostitución; otras maltratadas por sus violentos maridos; niños de la calle; borrachos; trabajadores que no llegan a fin de mes; o héroes de la vida real. Todos envueltos en un aura mágica, de realismo y trascendencia a la muerte y cuyo eje vital es el goce de la sexualidad, placer gratuito que no excluye razas ni condición social en el universo del autor brasileño. 

Jorge Amado nació en 1912 en Itabuna, al sur de Bahía, y la mayor parte de su vida vio a sus padres cultivar cacao. Estudió en Salvador y desde muy joven comenzó a trabajar como periodista, lo que lo llevó finalmente a fundar la Academia de los Rebeldes, agrupación de jóvenes que fue fundamental en la renovación de la literatura bahiana.

Comenzó a escribir en 1931 cuando publicó El país del carnaval; pero para muchos alcanzó la fama con Gabriela, clavo y canela (1958); para consagrarse con Doña Flor y sus dos maridos en 1966, novela que escandalizó al público lector pues su protagonista mantiene amores con el fantasma de su esposo.  El “asombro” llega a la cima con Tieta de Agreste (1977), obra en que la protagonista tiene un tórrido romance con su sobrino seminarista. 

Cabriiiiiiiiita

Tieta” fue expulsada de Santa Ana do Agreste cuando su padre –“Ze Estévez”- la encontró manteniendo relaciones sexuales en las dunas. Tras un escándalo en la plaza del pueblo, donde nadie la defendió -ni siquiera sus amantes que la llamaban “cabrita”-, las mujeres la insultaron y su hermana no le permitió llevarse nada más que lo que puesto y la vergüenza de haber sido tratada de “ramera” por todo el pueblo; se subió al bus de “Jairo” jurando que regresaría para vengarse.

Veinticinco años después “Tieta vuelve -ahora millonaria, con una guapa hija adoptiva y un gran secreto- revolucionando a los habitantes, reabriendo heridas del pasado y rememorando antiguos amores. Lo que ella no esperaba es que se encontraría con los hijos de su envidiosa hermana, “Perpetua”, siendo el mayor de ellos un inocente y bondadoso seminarista que jamás conoció mujer alguna. 


La voz de Ricardo viene desde muy lejos, desde lo más profundo del tiempo:

– Tengo miedo de ofender a Dios y ofenderte, tía, pero quiero quedarme.

– ¿Aquí, conmigo?- Si la tía me deja.

– Los ojos se iluminan. A lo lejos se ve el destello de los cohetes que se elevan hacia el cielo, la estrella; iluminado por el pueblo de Agreste en honor y alabanza de la hija ilustre, la viuda rica y poderosa, la paulista con voz y mando en el gobierno.

Tieta sonríe, extiende la mano:

No tengas miedo. Ni de mí ni de Dios. Ven, acuéstate.

Los cuerpos flotan a la luz de la luna, en la música de las olas. Luna, estrellas, mar, lo mismo que antaño, lo mismo.  ¿Qué importan la edad, el parentesco o la sotana del seminarista?  Una mujer, un hombre, eterno. Aquí, en las dunas, chiba en celo (…).

(Fragmento Tieta de Agreste).


La verdad sobre “Tieta” dista mucho de lo que llega contando: jamás conoció a un millonario que se enamoró de ella y que, tras morir, le heredó una gran fortuna; sino que sin tener como subsistir se prostituyó y fue en el mismo burdel, donde años más tarde, conoció a “Leonora”, a quien presenta como su hijastra una vez ha vuelto al pueblo.


“Alta , fornida de carnes, la larga cabellera rubia sobrando del turbante rojo. Rojo si, rojo igual a la blusa sport, de franela sencilla y elegante marcando la firmeza de los senos voluminosos de los cuales se ve una apreciable muestra, a través de botones abiertos . Los jeans Lee azules pegados a los muslos y a la cola, valorizando volúmenes! (…) ¡los pies calzados con finos mocasines abanos! El único detalle oscuro en todo el atuendo de la viuda son las gafas oscuras, lentes y marcos cuadrados , súper elegantes firmados por Cristhian Dior”.

(Fragmento, el regreso de “Tieta).


Gustavo Hernández, en su libro Las mujeres de Jorge Amado, explica que “en el suceder real (Latinoamérica-Brasil) y en el suceder imaginario (Tieta do Agreste), se plantea el sistema sexo-género como dominación masculina. Esta idea fuerza es, a mi juicio, clave para comprender el papel de las mujeres en la novelística de Jorge Amado”. 

El rol de la mujer tiene una doble mirada; por un lado están las que tienen la posibilidad de mantenerse solas económicamente, y por otro las que son sometidas al hombre proveedor, como la mayoría de las que viven en Santa Ana. 

En cuanto a los hombres, la mayoría de los personajes son de origen humilde, viven de la pesca o el pastoreo; sin embargo, no tienen la ambición del dinero: para ellos la vida es el goce sexual y beber en el local de “Chalita. Esto no significa que no haya estratos sociales, pues lo bajo en la escala lo representa el borracho del pueblo, “Aliento del Diablo”, personaje que sobrevive pidiendo y vive en la plaza del pueblo.

El prostíbulo “La casa de la luz roja”, de “Zuleica Cenicienta”, es el punto de encuentro de todos los mundos. Un espacio donde no hay ricos ni pobres, sino solo hombres con un deseo en común.

Doris Melo, en su texto “Jorge Amado: defensor del feminismo y de la mujer liberada, a través de sus mujeres brasileñas”, afirma que el autor “se obsesiona en sus novelas por el clima, por la tierra, por la sensual mulata africana, el sexo y la idea del mestizaje. Ese encuentro cultural negra–esclava y portuguesaeuropea”.

Todo el mundo que crea el novelista lo convirtieron en fuente de estímulo para otros escritores. Así lo explica Itamar Cossi al afirmar que el brasileño fue y es inspiración para otros autores y autoras de otros países. En Angola, por ejemplo, fue leído y sirvió de inspiración para Ondjaki, escritor de la novela Os Transparentes (2003); para Boaventura Cardoso que escribió Noites de Vigília (2012) y en Mozambique fue leído e inspiró a Mia Couto, escritor de Terra Sonâmbula (2007) y Um rio chamado Tempo, uma casa chamada de Terra (2004).

Con Tieta do Agreste Jorge Amado termina de ser reconocido como el escritor que hace de las prostitutas y vagabundos los protagonistas y héroes de la novela; pero lejos de considerar a la crítica como negativa, el autor les responde “soy apenas un bahiano romántico y sensual”.

¿Se puede ser infiel con un fantasma?

Once años antes de dar vida a “Tieta”, Jorge Amado publicó una osada novela protagonizada por una mujer, su esposo y su –fantasma- amante; Doña Flor y sus dos maridos. 


Vadinho” es alegre, vicioso y vividor. Está casado con “Floripides”, la seria directora de la escuela culinaria “Sabor y Arte”. Son distintos y muy felices, sin embargo la tragedia llega una soleada tarde de domingo en pleno carnaval, cuando el bohemio cae muerto en plena calle, dejando a su mujer viuda con sólo 30 años. 

“’Pero si es Vadinho, el pobre’, constató un enmascarado, que llevaba una media como antifaz (…)  ‘¿De qué murio’, se preguntaban unos a otros, y alguien respondió, ‘fue la cachaza’. Explicación demasiado fácil para muerte tan inesperada”.

(Fragmento, Doña Flor y sus dos maridos).

Flor”, una vez que estuvo sola, tras la locura del velorio y la eterna compañía de las vecinas del barrio de Vermelho, cayó en cuenta de lo que había perdido:

“Sólo cuando trajeron a Vadinho de la morgue y lo dejaron desnudo sobre la cama del matrimonio, en la que tantas veces había hecho el amor, entonces, y solamente entonces, se encontró solita con la muerte del marido y se sintió viuda. Jamás volvería él a echarla sobre la cama de hierro, sacándole el vestido, la combinación y las piezas más íntimas, tirando la sábana sobre el tocador, acariciando cada rincón de su cuerpo, hasta hacerla caer en el delirio”.


Y como la soledad no era una opción para “Flor”, al tiempo se casa con el farmacéutico, un compañero ideal a no ser por su escasa fogosidad en la cama. “En clave fantástica la novela propone la convivencia de ‘Doña Flor’ con el fantasma de ‘Vadinho’ y ‘Teodoro’”, explica Mario Cámara.

La presencia viva de un muerto; la capacidad de una mujer viva de interactuar con el difunto; la interacción entre los personajes en donde no existe barrera de espacio-tiempo; la ubicación de la historia en un pueblo americano; son características que posee toda novela del Boom. 

Además de la tendencia política (izquierda) del autor, que encaja con los escritores que dieron vida al movimiento, y por sobre todo la magia en su relato; el talento; y popularidad que alcanzó, hacen de Jorge Amado un exponente que habría enriquecido la literatura del período; sin embargo, si bien hay quienes lo consideran parte de ella, el ser brasilero y no pertenecer a lo estrictamente “latinoamericano” lo dejan fuera de la lista que encabezan Mario Varas Llosa, Gabriel García Márquez y Julio Cortázar. 

El escritor Mempo Giardinelli, explica “esta prosa que hoy llamaríamos garciamarquesca –aunque fue escrita a mediados de los ’50, cuando el colombiano apenas se iniciaba como periodista– marcó un tono que luego fue común a todas las novelas latinoamericanas posteriores, a la vez que inauguró una corriente literaria que después se extendió a todas las lenguas. Plena de exotismo y musicalidad, toda complicidad y guiños, poblada de personajes extravagantes y mulatas y machos prodigiosos, de lluvias torrenciales e imposturas, la obra de Amado fue, desde el vamos, una constante clase magistral de costumbrismo latinoamericano al borde mismo del realismo mágico”.

Pero más allá del encasillamiento literario de Jorge Amado, es importante destacar que, así como en su obra la mujer fue un eje fundamental, en su vida íntima fue un romántico que enloqueció de amor (aún estando casado con Matilde García Rosa) por –la también escritora- Zélia Gattai quien fue su musa, compañera, secretaria y la mejor cocinera que lo nutrió de las recetas bahianas que llenaron de sabor sus novelas típicamente localistas, brasileñas y americanas. 

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