Carta abierta a Beatriz Hevia

por Juan. G. Solís de Ovando

Mi admirada Sra. Hevia: 

Me dirijo a Usted al objeto de manifestarle públicamente mi admiración y mi más completa adhesión a las palabras vertidas en su brillante discurso del 7 de noviembre del presente año, y que conforme lo dispuesto en ese texto y su evidente deseo de regenerar moralmente a nuestra sufrida patria, se atreva a dar un pequeño paso adelante y se dirija a proscribir derechamente a los que no son “verdaderos chilenos” como decía el diario norteño refiriéndose a la Constitución de 1833 y que Usted cita en dos ocasiones de su discurso.

Y si le parece Sra. Hevia yo la invito a empezar por proscribir al suscrito, porque su discurso operó el proceso regenerativo que don Jaime Guzmán Errázuriz (un verdadero santo para Chile) decía, al defender la pena de muerte. Su argumento brillante exponía que los que estaban condenados a muerte tenían la oportunidad única de arrepentirse sincera y profundamente. Y tan cristiana reflexión concluía certeramente con la idea que se encierra en esta pregunta: ¿Cómo podría el Estado negarse a que el infeliz reo a punto de llegar al suplicio tuviese la iluminación moral-cognitiva que nuestro santo había percibido probablemente desde su propia iluminación mística?

Bueno, pues a mi me pasó lo mismo. Según escuchaba su discurso y como si fuese un rayo como el que cegó e hizo caer violentamente del caballo a Saulo de Tarso en su persecución de los cristianos, yo caí en la cuenta -y como agradecerle Sra. Hevia- que yo no era un chileno verdadero. 

Por eso la autorizo públicamente, por este medio, a que me ponga como testimonio de la conversión que me produjeron sus palabras como nuestro santo proponía a los condenados a muerte.

Porque en mi caso, la perversión viene de lejos y es una pena que mi papá ya no se encuentre en este mundo, porque estoy seguro de que le habría encantado entregar algunos testimonios de mi mal entendimiento, aunque eso le significara compartir conmigo la pena de proscripción de chileno auténtico (probablemente tampoco lo era), conforme a sus sabias y certeras convicciones, que malditos sean los que las pongan en duda.

El, o sea mi padre, podría recordar que, por ejemplo, siempre me pareció de la mayor estupidez que nuestro (¿puedo hablar de nuestro?) emblema que figura en nuestro escudo nacional declarase: “Por la razón o la fuerza”. Nunca entendí Sra. Hevia, créame, que la razón constituya una antípoda de la fuerza y menos aún que la segunda, la fuerza, terminara prevaleciendo sobre la razón. 

Y en esta deriva de confesar por qué yo no merezco el título de chileno verdadero tengo que decirle que yo no creo en la fuerza Sra. Hevia. Y, con el tiempo, cada vez creo menos que la fuerza pueda sustituir a la razón: cosa de echar un vistazo por Israel, Palestina, Ucrania y otros lares.

Si de mí dependiera -ni Dios lo quiera Sra. Hevia- creo que pondría una consigna al estilo de muestro recordado maestro Humberto MaturanaSolo la emoción nos legitima en la razón de nuestros semejantesNo se por qué aun no siendo auténticamente chilena, se me hace buena Sra. Hevia.

Un verdadero chileno como el que Usted entiende debe ser, jamás osaría sacar esa consigna histórica porque sería como quitar una parte de las evidencias ideológicas en que se han apoyado la prepotencia y el abuso que, según mi miserable interpretación de las grandes verdades históricas, yo las sacaría inmediatamente. Porque no tengo remedio, se da cuenta Sra. Hevia.

Tan de largo vienen mis desviaciones del chilenismo auténtico que ya en el colegio me declaré parlamentarista y no presidencialista. Incluso me motejaron de contreras por contradecir esa visión tan profundamente arraigada en nuestra patria y mi padre recordaría ahora que tuve que acudir a la ayuda de mi tío René, hermano suyo, para debatir en condiciones y desarmar la mentira histórica de que el parlamentarismo había sido el sistema político responsable de la guerra civil de 1891 y el trágico final del presidente Balmaceda. En Chile jamás hubo un sistema parlamentarista. Prefiero un parlamentarismo con un jefe de gobierno y un presidente de adorno que un semi rey disfrazado de presidente y un parlamento que tiene que boicotear para existir. 

Soy un chileno tan inauténtico Sra. Hevia, que creo que los gobiernos deben salir del parlamento y los presidentes gobernar con mayorías y salir del gobierno si un voto de censura los depone y evitarnos así el espectáculo lamentable de un parlamento presentando acusaciones constitucionales para destituir al presidente por razones políticas disfrazadas de acusaciones penales.

Tampoco entonces ni ahora he sido unitario. Como no soy un chileno verdaderamente verdadero he de reconocer que considero el centralismo el peor de los obstáculos para el desarrollo de las regiones y una duplicidad de funciones y gastos. Cualquiera que conozca un poco el sistema de los landers alemanes o, incluso, el sistema de federalismo atenuado de España o sistema de las comunidades autonómicas verá, a no ser que sea un chileno verdadero, que esos sistemas no son el paraíso, pero al menos aseguran el derecho de las regiones a auto gobernarse democráticamente y posibilitar el progreso de las provincias y ciudades más apartadas. De las políticas de descentralización y desconcentración no he visto más que fracasos. 

Si estas cosas están en los bordes yo estoy fuera de ellos hace rato señora Hevia.

Y si nunca me gustó ni el presidencialismo ni el unitarismo, tampoco me gustó nunca el bicameralismo. Al punto que milité en un partido político que tenía por una de sus consignas La cámara única va para expresar el deseo de los jóvenes rebeldes de antaño de eliminar el Senado, ejemplo de dilatación, desperdicio, y fronda. Por eso junto a otros chilenos no verdaderos celebré que en la convención anterior se considerara la supresión del Senado, aunque ahora algunos de mis viejos compañeros defiendan con la misma convicción que usted la necesidad de mantener esta noble, histórica y verdaderamente chilena cámara alta de representación parlamentaria.

Esta reparadora confesión me lleva (otra constatación de la sabiduría del santo y mártir Jaime de Chile) a decirle que por algún satánico motivo yo estaba predestinado a apartarme de los lugares escogidos y acogedores donde los verdaderos chilenos encuentran refugio en la Universidad Católica de Chile. Y fíjese Sra. Hevia que yo también estudié en esa casa de estudios. Pero a diferencia de los verdaderos chilenos fui allendista convicto y confeso. Y no solo eso. Cuando el día del Pronunciamiento vi como se bailaba cueca, se tomaba champaña, entre estudiantes (verdaderos chilenos sin duda) borrachos en una orgía de revanchismo, en vez de sumarme a la fiesta patriótica vomité hasta las tripas y a partir de ahí nunca más acudí a ver a mi equipo de la infancia y este rechazo visceral a la pontificia dura hasta hoy. Porque los chilenos falsos y falsarios somos además resentidos. Debo reconocerlo ante la majestad luminosa de su mirada patriótica.

Pero mis afrentas a la patria no paran allí: cuando el 11 de septiembre de 1973 las Fuerzas Armadas se hacían cargo de la profunda crisis moral como Usted lo hace ahora -y bendita sea por ello-, yo que estaba llamado a participar de esa heroica jornada estaba entre los enemigos de la patria (ahora me doy cuenta) en un cordón industrial. Es decir que en vez de acudir al servicio militar ese año me puse al lado del gobierno marxista. Por eso también me fui de Chile y me sumé a las fuerzas de los chilenos verdaderamente no verdaderos movilizando las fuerzas del mal contra el gobierno de los estadistas que eran total, completa y verdaderamente chilenos.

Años después supe que en el mismo regimiento Carampangue, y en los mismos días donde estaba llamado a realizar mi servicio militar, un muchacho de mi edad, lo llamaron a participar en un pelotón de fusilamiento en Pisagua. Y ese muchacho que pude ser yo (sueño que lo soy) no disparó porque no pudo. Y porque no pudo, después de recordarle su deber patriótico, fue fusilado y enterrado junto a los demás sentenciados.

En su concepción de la chilenidad -sin duda la única legítima del todo- probablemente ese muchacho está bien muerto porque no se comportó como un chileno verdadero, pero para ser franco y al borde de mi merecida proscripción, debo confesarle que me siento mucho más cerca del muchacho que de los que dieron las órdenes. ¿quiere saber por qué? Pues porque ese chico como yo al no distinguir bien entre chilenos verdaderos y falsos veía seres humanos simplemente. Quizás un joven asustado como el, hincado en un socavón, con otra ropa.

Usted habla mal del anterior proceso constituyente y percibo que lo asocia directamente al desorden moral y social de Chile. Y le confieso que hasta ahora -y gracias a su señero discurso- puedo entender por qué. Para entenderlo hay que comprenderlo desde la imagen. En una, los constituyentes, -falsos chilenos en su mayoría-, constituían un desorden de colores, etnias, profesiones y sexos. Las mujeres componían la mitad, como la población, las etnias tenían representación propia y los homosexuales reivindicaban su condición de tal, sin esconderse.

Las presidentas se llamaban Elisa y una de ellas era una dirigente mapuche que ostentaba sus vestimentas tradicionales.

El último de los vicepresidentes de esa fatídica convención en un discurso que hería la sensibilidad de la chilenidad auténtica hacía un discurso en que mostraba que con él -un médico marginal que desempeñaba su trabajo en los olvidados márgenes de Chile, y, además, homosexual-, otros chiles hacían su entrada.

Y eso no puede ser Sra. Hevia. No puede ser. No se puede mezclar tan impúdicamente, lo puro, lo impoluto como su rostro angelical, con lo pobre, marginal, y chusmático. Tiene que haber un orden que en la convención que usted presidió estaba mucho más presente. Como debe ser entre verdaderos chilenos.

El problema Sra. Hevia que aquellos que como el suscrito no somos verdaderos chilenos, somos todavía un montón de gente. Y gente que vota. Y desde que votamos según San Jaime el Verdadero que Dios tenga en su santo reino, el sistema se echó a perder. Porque, como el santo explicaba, la irresponsabilidad del bajo pueblo se convirtió en pasto de la demagogia y el populismo que enfermó el alma de Chile, que recién, -gracias a la presencia divina en personas como Usted- intenta recuperarse.

Por eso, Sra. Hevia, no eche en saco roto mis palabras. Empiece ahora mismo a diseñar una lista de chilenos proscritos y que se jodan como lo expresó tan acertadamente la franja del Apruebo, si bien no con muy buenas palabras, que cualquiera se aburre con tanto falso chileno que anda suelto por ahí.

Quizás como pueblo ha llegado la hora de separarnos y los proscritos fundar un nuevo Chile que, marginado, y excluido haga carne la consigna de Groucho Marxnunca voy a sitios donde admitan a tipos como yo.

Es cierto que he mantenido porfiadamente mis convicciones republicanas (que ahora gracias a Usted tomo conciencia que son anti chilenas) aun observando que algunos amigos míos se han convertido al credo de la chilenidad auténtica, pero es tanta mi mala fe que llego a desconfiar que por su edad distingan adecuadamente entre la izquierda y la derecha y de uno de ellos, además, sospecho que es disléxico

Hágame caso Sra. Hevia, y verá que, al día siguiente de mi proscripción, Chile amanecerá más puro en su cielo azulado. Como las brisas que lo cruzan. 

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5 comments

Marcelo diciembre 7, 2023 - 11:20 am

Una visión sarcásticamente lucida de los chilenos verdaderos, que cada día están más cerca de la perfección y de la ansiada segregación total, de un país invadido por chilenos no auténticos, que hacen de este oasis de flores bordadas una infeliz copia del Edén.

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Cecil diciembre 9, 2023 - 2:49 am

En Contra

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Lety O'Shee diciembre 9, 2023 - 7:11 pm

Excelente ironía! Como siempre un trabajo bien hecho. Me sumo a la masa que indicas ????????

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Lety O'Shee diciembre 9, 2023 - 7:12 pm

Excelente ironía! Como siempre un trabajo bien hecho. Me sumo a la masa que indicas ????????

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Rigo diciembre 10, 2023 - 5:31 am

Obviamente las ideas, la visiones son casi todas validas( el casi es porque hay un discurso ultra, que existe y pasa la frontera de los.ddhh) hay que conocer ese chile qie va mas alla de pinochet. Porque el mundo se unió hace rato y agarran fuerzas, porparte de haters, todos los pensamientos neonazis. Es bueno saber quien es quien y por sobretodo participar. Ellos lo estan haciendo, busquemos lideres convocantes, ahi hay un tema. Pero conocer los pensares de un «patriotismo com.ganas.de.aplastar.. no se puede creer que gente pobre, sea convencida que con un emblema del ultraderecha, hasta el fisicamente,.sin saber lo que dice, habla su estampa. Qie habla,.colegio catolico, especulo, super bien acomodado, que en su.semblante se ve que no conoce chile. Pero aun asi los mas pobres botan por el,porque tiene.un ejercito de puerta.en puerta que le hace la pega. Y el.miedo..su caballo.de batalla. .escuchemoslos,.son.impresionantes en sus discursos.cesgados. hay que conocer las caras y sus pemsamientos, para entender porque..porque odian a la.gente humilde, les van.a vender la.pescada, pero.saben qie.de la torta no recibiran nada. Cuidan solamente sus cosas..casas, herencias. Ellos obvio tienen miedo.de otro 18O, cabros.jovenes uds haran la.diferencia, al.ritmo.de.bud bunny. Pero chile los necesita, a botar esta chachara qur no representa a nadie

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