Desde la Cripta del Capitán Nemo

por Juan. G. Solís de Ovando

Cansado de consultar inútilmente al oráculo a la orilla del mar, esta vez, decidí sumergirme en sus profundidades para buscar y rebuscar en los secretos de la cripta del capitán Nemo, sospechando queentre los restos del Nautilos se podrían encontrar las respuestas a mis molestas preguntas sobre las posibilidades de salir con vida este año, tan acosado de presagios negros sobre las negras noches que se nos avecinan. El miedo a un futuro tan cargado de guerras crueles e insensatas, de charlatanes disfrazados de estadistas, y de sistemas financieros que se hacen objeto de sí mismos, compensaba, sobradamente, el miedo a lo que podía depararme, la aventura de abrir los secretos del célebre marino que yacían escondidos en las profundidades del océano.

Navegué hasta la cripta del capitán Nemo con la esperanza de encontrar allí nuevas interpretaciones que iluminaran el camino hacia la construcción de un futuro diferente, alejándome de la coyuntura y el pragmatismo morboso que nos agobia, y consciente que solo en la profundidad de los senderos profundos y armado de preguntas para escarbar en el subsuelo de los pensamientos dormidos podría iluminar mi confuso paisaje eidético.

Así fue como me topé con un primer tesoro: La caja de las ideas mágicas. Estaba envuelta, en una palabra, escrita con letras de oro: Utopía. El texto estaba originalmente escrito en griego, pero traducido a todos los idiomas del mundo. Era breve, y su idea central podría resumirse del siguiente modo: Es imposible cambiar la realidad del mundo en que vivimos porque la única realidad es que esta es siempre una interpretación de sí misma. Si la realidad nos atormenta, no tenemos más alternativa que cambiar las interpretaciones de esa realidad en todo aquello que nos atormenta y oprimePorque no solo vivimos dentro de la realidad, sino que lo hacemos dentro de interpretaciones de esta. Recuerdo que al final del texto decía: Cuando K. Marx en 1845, criticando al filósofo hegeliano Ludwig Feuerbach, impugnaba la visión de este en once breves sentencias, la célebre décimo primera decía: Hasta ahora los filósofos no han hecho mas que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo, olvidaba que, el verdadero desafío de la humanidad no se reduce a la dicotomía entre interpretar o transformar la realidad, sino en descubrir la realidad existente en las interpretaciones de la misma.

Esa caja de ideas mágicas me llevó a otra que se encontraba al fondo de esta. En ella había escrito en un viejo papiro lo siguiente: Para salir de la prisión hermenéutica hay que arriesgarse a buscar las ideas prohibidas, ocultadas y proscritas. Esas que provocan mofa y persecución a los que las promueven y, casi siempre brotan tiempo después que los sembradores hayan partido. Casi nunca hay utilidad directa en aquellos que las engendran y pocas veces llegan a contemplar sus frutos.

Debo confesar que todo ello lo viví con una gran perplejidad, pero ya estaba demasiado involucrado en la aventura como para echarme atrás.

Fue entonces cuando hurgando en un viejo baúl encontré la caja del camino de las utopías encima de otras y ocupando muy poco espacio. Estaba semivacía. Solo tenía una frase un poco irónica y desconcertante: Las utopías no se inventan. Están allí cuando se tiene la valentía de mirar la realidad con libertad.

Cuando regresé de ese largo viaje hacia la cripta del capitán Nemo mis manos escribieron solas tres utopías:

PRIMERA UTOPÍA: la creación de la CONFEDERACIÓN DE LOS ESTADOS ANDINOS.

Esta es la utopía más cercana. Se trata de unir en una FEDERACIÓN DE ESTADOS ANDINOS a BOLIVIA, CHILE, ECUADOR, Y PERÚ. La distancia me da la perspectiva suficiente para constatar lo siguiente: somos casi exactamente lo mismo. Nos ven y nos vemos iguales. Y somos, desde luego, mucho más parecidos histórica, étnica y culturalmente que los veintisiete estados que hoy conforman la Unión Europea. Todos hablamos el mismo idioma, aunque nuestros pueblos tengan además sus propias y ricas lenguas ancestrales prehispánicas. Pero todos hablamos castellano y ello nos da evidentemente la ventaja de comunicarnos perfectamente. Las diferencias entre estas cuatro naciones son mucho menores que las que tienen los europeos, la Federación Rusa y para qué decir la otrora Unión Soviética. Hay países que, en su antigüedad y extensión, como la India, presentan muchísimas diferencias que estos cuatro países no tienen. Y todos tenemos una base prehispánica común y una articulación geográfica que nos une naturalmente.

Y no es que intente desde una mirada indigenista y nostálgica reeditar el Tahuantinsuyo, pero es un hecho que si somos países y naciones diferentes no fue por otra cosa que por las circunstancias en que se produjo la independencia de los países de América del Sur de la corona de España y la forma en que durante la colonización española se creó su ordenamiento administrativo. La mejor prueba de ello es que en las disputas limítrofes posteriores a la independencia estos mismos países aceptan el uti possidetiscomo fuente del derecho internacional que no es otra cosa que tener por base los territorios que esos países ocupaban cuando no existían todavía porque formaban parte de la división política administrativa del imperio español.

Somos demasiado iguales para incidir independientemente en el mundo actual y demasiado diferentes para gravitar en él. Y en verdad, mirando en perspectiva, es muchísimo más difícil encontrar verdaderas diferencias que los rasgos que nos unen.

Entre las cuatro naciones tenemos una población de 82.594.576 habitantes. Una población que casi duplica a la de Argentina que cuenta con 46.044.703 habitantes. Su potencial económico estructural no se reduce a ello, pero es un buen punto de partida. Mucho más importante es desde luego la potencialidad económica que supondría la sinergia como países ricos en materias primas fundamentales para el desarrollo industrial como el Gas Natural, Zinc, Oro, Estaño, Plata, Plomo de Bolivia; Cobre, Litio y Yodo de Chile; Petróleo de Ecuador; Cobre, Oro, Plata, Zinc, Plomo, Estaño, Molibdeno, Hierro, Petróleo y sus derivados, Gas natural, de Perú, además de las grandes capacidades agrícolas derivadas  de las exportaciones de Quinua, y Soya de los bolivianos; uvas frescas, arándanos, ciruelas y manzanas deshidratadas de los chilenos; de la Quinua, y Soya de los bolivianos; del banano, cacao, café, camarón, y pescado de Ecuador y de las Hortalizas, Pescado y Harina de pescado, y Café de los peruanos.

Nos ordenamos de acuerdo con sistemas jurídicos prácticamente iguales que nos permitirían, en poco tiempo arbitrar leyes y tribunales comunes de la Federación Andina.

Por supuesto es necesario tener una visión grande y de futuro, pero también pragmática y gradualista. Empezar por arbitrar Tratados Aduaneros, de Seguridad Regional comunes a nuestros cuatro países andinos, como lo hizo en su origen la Unión Europea con tratados dirigidos a lograr una integración económica hasta que recién en el año 1993, cuando el tratado de Maastrich, reconoció su carácter político, pasó a llamarse Unión Europea.

Con el tiempo, los europeos unificados pueden exhibir además de una bandera, una Moneda, Parlamento, Corte de Justicia, Banco Central, Consejo de ministros, y Ejecutivo (Comisión Europea) comunes, a pesar no solo de las grandes diferencias de sus pueblos. Es el resultado de su capacidad de exorcizar sus demonios, esos que se derivaban, especialmente, de las dos guerras mundiales que tuvieron como escenario Europa y que la ensangrentaron, empobrecieron y envilecieron.

Pero lo hicieron. También nosotros lo podemos hacer. Pero debemos enfrentar también nuestros propios demonios. Hemos tenido guerras, no tan recientes como las que vivieron los europeos, pero que han servido para cultivar el rencor, el odio, y el militarismo de nuestros pueblos. Gracias a ese venenoso cultivo a los chilenos, por ejemplo, nos enseñan desde niños que somos superiores a los peruanos y bolivianos. Nos envenenan con el cuento de que somos occidentales y no indios y por eso, finalmente, hemos vencido en el pasado a esas naciones atrasadas e indígenas.

Las migraciones han aportado su granito de arena para exacerbar la xenofobia, el racismo y los chauvinismos trasnochados.

Sin embargo, de esas pequeñeces, y de esas formas culturales pequeñas, tenemos otros enemigos peores y más escondidos. En primer lugar, el idealismo romántico izquierdista que escondido detrás del latino americanismo impide cualquier forma de avances concretos. Cuando se habla de toda la América Latina se invoca a un imposible y a un mito. No hay historia entre todos los países de América Latina. Nunca la hubo. Tantos pueblos ni siquiera se conocían. Tampoco podemos unirnos todos, al menos a corto y medio plazo, y todos los intentos por hacerlo desde la ideología antiimperialista (impregnada de internacionalismo proletario) han fracasado, entre otras razones porque movilizar la ideología sirve para agrupar la adhesión al credo de unos pocos y para nada más.

Si, en cambio, seguimos el camino de un razonable pragmatismo y una ambición legítima para enfrentar unidos los desafíos del mundo actual, podemos conseguir gravitar con fuerza en los escenarios complejos de la actualidad.

Para ello, debemos empezar por dejar tanta retórica latinoamericanista y proponernos conseguir objetivos que sirvan para resolver las preocupaciones de nuestros pueblos. De allí la necesidad de empezar por llegar a acuerdos sobre Seguridad Social, Salud, Derechos Laborales, y Educación de la Federación. Basta con preguntarse si no nos parece absurdo que peruanos, chilenos, bolivianos y ecuatorianos estemos impedidos de trabajar, estudiar, curarnos y educarnos en estados contiguos y semejantes y nos tratemos absurdamente de extranjeros, para concluir que con un mínimo de visión holística tal situación es extemporánea, y sobre todo un pésimo negocio para todos.

No es necesario para ello, que formemos parte de un proyecto ideológico común. No es preciso que pensemos igual. En la Unión Europea no todos piensan igual ni mucho menos. De hecho, hay liberales, socialdemócratas, conservadores y verdes integrados en el parlamento y gobierno europeos. Y no se cae el mundo por ello.  Porque para unir naciones es preciso dos cosas más simples pero fundamentales: reconocerse como partes de algo común, y compartir un proyecto político que se encarne en instituciones políticas comunes que sirvan para sostener políticas públicas igualmente comunes.

Si tenemos la capacidad de ver y vernos con menos prejuicios y un poco más de imaginación nos podemos asumir como parte inseparable de un entorno histórico y cultural común y con grandes posibilidades de ensanchar la prosperidad y el desarrollo si trabajamos juntos para conseguir el desarrollo: Juntos para conseguir niveles educacionales tan exigentes como los de hoy; juntos para industrializarnos en los complejos escenarios de la robótica y la inteligencia artificial; juntos para capacitar a nuestros profesionales y trabajadores en el mundo creador de nuevas fuentes de trabajo; juntos para defender nuestros ricos y vastos recursos naturales; juntos para defendernos del tráfico de drogas, personas y armas; juntos para impulsar la competitividad de nuestras empresas; juntos para permitirnos asegurar una salud digna para nuestros pueblos; juntos para tener universidades federadas de nivel mundial; juntos para desarrollar la industria turística de nuestros pueblos; juntos para proteger la diversidad cultural de nuestras comunidades; juntos para promover el desarrollo de las ideas y el pensamiento andino en particular y latinoamericano en general; juntos para proteger todas las formas de espiritualidad de las comunidades federadas; juntos para competir en todos los deportes; juntos para promover el desarrollo de la literatura, las artes, y la cultura; juntos para constituir un espacio en el mundo de paz, progreso y amistad.

Se que se dirá y ¿por qué dejar afuera a Colombia? Y otros. Y tienen razón. Pero por algo hay que comenzar. Tampoco los europeos fueron siempre 27 estados. De hecho, el Tratado de Roma de 1957 y que dieron origen a la Comunidad Económica Europea, antecedente de la Unión Europea, solo lo firmaron seis estados: Alemania Federal; Bélgica; Francia; Italia; Luxemburgo Países Bajos. Después se fueron sumando otros, hasta constituir los 27 de la actualidad; pero no hay que olvidar que hay en la lista de espera varios países más como Albania; Bosnia y Herzegovina; Moldavia; Montenegro; Macedonia del Norte; Servia; Turquía y Ucrania.

El tiempo dirá si se suman otros estados. Probablemente así sucederá, pero el peor error y acaso una trampa fatal y siniestra sería la de no empezar a federarnos porque hay interesados que eventualmente podrían integrarse en el proyecto.

¡FEDERACIÓN ANDINA ahora!

¿Y las demás utopías? dirá el curioso lector. 

Continuará quizás, porque la Redacción de este medio impone legítimas limitaciones que ni el Capitán Nemo es capaz de doblegar. 

Pero de haberlas, haylas.

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2 comments

Victoria Arias enero 11, 2024 - 2:06 pm

Muy bueno ,unidos seremos más fuertes.

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Victoria Arias enero 11, 2024 - 2:07 pm

Muy buena idea.

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