Las encuestas se hicieron eco de aquello de que toda escoba nueva barre bien, y le dieron un inmediato aliento al flamante líder de los populares, el gallego, Alberto Núñez Feijoo, pero las cosas se complicaron al poco tiempo. Los barones no le dejaron espacio para mostrar una impronta diferente. Especialmente luego de que en Andalucía la derecha lograra un rutilante triunfo de la mano del liderazgo de Juanma Moreno Bonilla, el líder de los populares andaluces que siguiendo el ejemplo de la baronesa madrileña adelantó las elecciones para el 19 de junio del 2022, obteniendo la mayoría absoluta. Recordemos que Moreno Bonilla era el presidente de la comunidad de Andalucía con los votos de vox y ciudadanos. Ahora no debía votos a nadie y reina solo. Pero estas elecciones fueron presagio de otras cosas: ciudadanos desaparece de la comunidad de Andalucía y Vox, por primera vez, empieza a declinar su tendencia a incrementar su votación. Además, en ese contexto, se generó su primera escisión, liderada por su resentida candidata, Elena Olea. También mostraba las fracturas de los grupos y partidos políticos a la izquierda del PSOE que ni siquiera fueron capaces de ponerse de acuerdo en una lista de parlamentarios juntos en la papeleta. Tampoco los socialistas de reducir los apoyos de los socialistas andalucistas a María Teresa Rodríguez.
En esta deriva de envalentonamiento y soberbia y sin mayores justificaciones el líder popular perdió la oportunidad de mostrarse magnánimo apoyando la Ley de Memoria Histórica -como se le conoce-, cuando el gobierno de Sánchez ordenó sacar de la iglesia de la virgen de la Macarena los restos del general genocida Queipo de Llano.
No lo hizo y agregando un clavo más a la cruz de las decenas de miles de andaluces que buscan a sus abuelos bajo las cunetas, soltó un cruel: “a mí me gusta más hablar de los vivos que de los muertos”.
Pero en esta deriva de oposición cerrada al gobierno, sin duda el último capítulo es el más vergonzoso. Como se sabe el Consejo del Poder Judicial español lleva 4 años sin renovarse, porque requiriendo del concurso del Partido Popular este se niega a hacerlo. Y aunque todo el mundo esperaba que con la llegada de un nuevo líder del partido popular se desbloquearía la situación, y no obstante que ya habían llegado incluso a un acuerdo completo sobre los candidatos y sus suplentes, Núñez Feijoo, dio el portazo en el último momento. La razón esgrimida por los populares fue que el presidente estaba culminando una iniciativa legal para modificar el código penal en lo relacionado al delito de sedición. Y aunque esto último era cierto, después de tantas y recurrentes negativas con diferentes motivos, la razón se escuchaba como una excusa fácil y a la mano.
Mirando el fondo de esta tozuda política obstruccionista nos lleva a lo siguiente: El PP se mueve desde la interpretación que este gobierno es débil, y caerá en tanto se agudice la crisis económica y las consecuencias de esta repercuta en las economías domésticas de tal modo que se culpe al gobierno de un mal manejo de las políticas públicas comprometidas y la gente vea al PP como su salvador.
El problema -y vaya si es que es problema-, es que los números no apoyan: la inflación de España como producto de la guerra, sumada a la subyacente, se empina a un 9% constituyendo una de las más bajas de Europa (solo superada por Francia, Irlanda y Malta). Pero es que además fue el país europeo que entre agosto y septiembre tuvo una disminución mayor que cualquier otro: -1,5% de disminución de la inflación.
Los datos sobre el PIB tampoco son mezquinos con España especialmente si consideramos que se espera que la eurozona crezca un 3,1% el 2022; 0,9% el 2023 y un 1,9% el 2024 en tanto que las proyecciones para España son de un 4,5% para este año, y 1,4 % para el próximo año. El 2024 el Banco de España percibe un crecimiento de un 2,9% para el PIB español. O sea, todos mejores que el promedio de la eurozona.
Los datos de desempleo son sin duda, mejores aún porque España venía antes de pandemias y guerras en un proceso continuo de pérdida de empleo. Ahora el gobierno de Sánchez puede mostrar una caída en el paro desde el 14,8 del 2021 al 12,4 esperado para el 2024. En porcentaje de caída del paro es único en Europa y pocos en el mundo. Y, la deuda pública también baja de 120 en porcentaje de PIB, a 118, en el último año.
Por consiguiente, la estrategia de mientras peor mejor, que parece inspirar a la oposición no parece tener en España un buen pronóstico.
Quizás por eso tocaba apostar por las contradicciones en el seno del gobierno como diríamos ayer en clave marxista.
Sin duda, la coalición ha tenido, fricciones, conflictos, algunos larvados como el referente a las políticas públicas de vivienda y otros abiertos sobre las iniciativas legales en materias de LGBTI, pero aún la sangre no llega al río.
Y aquí hay un hecho curioso: la experiencia está mostrando en España que los gobiernos de coalición tienen, contra todo lo que pueda pensarse, mayor consistencia y unidad práctica que los gobiernos monocolores. ¿La razón? Un tanto desconocida. Los gobiernos monocolores están compuestos por partes que deben mostrar una gran cohesión interna en tanto no pueden mostrar debilidades ante sus socios y claro, los pactos entre socios se resuelven mediante pactos concretos, definidos y explícitos.
Además, la izquierda de Juntas Podemos gracias al liderazgo de Yolanda Díaz empieza a recuperarse de la pérdida de apoyo como consecuencia de la errática actitud de Juntas Podemos, -y del cual ella se supo desmarcar-, frente a la invasión de Ucrania y parece al menos retener gran parte de su electorado.
Pero lo más importante es que la coalición progresista ha logrado llegar a buenos niveles de coordinación con los díscolos y veleidosos nacionalistas catalanes, y los políticos vascos mientras que el PP se ha enajenado su apoyo tratando a unos de golpistas y a otros de terroristas.
Pero si bien la cosecha de Sánchez es buena, no todo ha sido color de rosas. Hay una herida que pesa cada día más: La tragedia de Melilla. En esta perecieron aplastados 23 inmigrantes y se produjeron un número indefinido de heridos, como resultado de la invasión y la avalancha de personas en el paso fronterizo del barrio chino, en los límites con Marruecos, y cuyas identidades aún se desconoce. Aunque, en principio, el ministro del interior declaró y sigue afirmando que las muertes se habían producido del lado marroquí, las contradicciones no tardaron en aparecer: hay demasiados antecedentes que apuntan que a los infelices inmigrantes no se les prestó atención sanitaria ni antes ni después en la zona del puesto fronterizo controlada por las autoridades españolas y tampoco al más de un centenar que se encontraban retenidos por la Guardia Civil en Melilla, al otro lado de la valla. Demasiada sangre, demasiadas explicaciones, demasiadas incoherencias. Además, probablemente, una investigación demostraría violaciones a los derechos humanos por parte de España. Algo por el que los socios de izquierda no harán la vista gorda.
En estos tiempos extraviados en ambas coaliciones la forma en que resuelvan sus conflictos va a marcar la solidez de sus posiciones para las próximas elecciones, las inminentes municipales y las próximas elecciones generales. A la izquierda del PSOE se ha abierto una brecha entre Yolanda Díaz que levanta un movimiento SUMAR y Juntas Podemos que teme que esa popularidad eclipse su hegemonía. Y en la derecha, el gallego lucha como puede para no aparecer como líder lábil y dependiente de los ansiosos barones y baronesas agresivos. Pero como en todas partes se cuecen habas, la baronesa enfrenta un movimiento de protesta en Madrid por su política sanitaria. La crisis tiene esta vez como protagonistas a los médicos de los servicios de urgencia que se niegan a seguir trabajando en condiciones de presión y malas condiciones laborales que impiden una atención digna de los enfermos, y que acaban de movilizar a más de trescientas mil personas en Madrid. La reacción de la baronesa ha sido intentar parchar la situación con modernidades chapuceras, como el reemplazo de la atención presencial por la pantalla -algo que los médicos no aceptan-, y reforzar su retórica anticomunista y antisindical. Pero como ninguna de las dos cosas sirven para curar el conflicto se le pone cuesta arriba. ¿Aprovechará esta circunstancia Núñez Feijoo para conseguir imponer su autoridad en la fronda de su partido? Eso es algo que Dios no ha revelado a los hombres todavía.
Entre tanto Sánchez se refuerza en Europa. Su cosecha aumenta: El presidente Macron, Acosta, y el propio presidente español acuerdan crear el corredor de energía verde que unirá la Península Ibérica con Europa, recogiendo así el compromiso de concluir las interconexiones para proveer de gas a la Europa central. Además, Pedro Sánchez está a punto de convertirse en el primer español en presidir la Internacional Socialista, en la reunión que se celebrará en noviembre en Madrid, un reconocimiento a su liderazgo europeo.
Las encuestas empiezan a reflejar en parte ese derrotero: según la última encuesta del CIS, si las elecciones se celebraran hoy (octubre) el PSOE ganaría las elecciones aventajando en 4 puntos a los populares. VOX continúa descendiendo, mientras Juntas Podemos se mantiene sin grandes cambios. Ciudadanos prácticamente desaparece en un continuo trasvase de votos hacia los populares.
Lo cierto es que no hay nada asegurado. Pero la reciente elección norteamericana enseña algo: si la gente ve que las posiciones extremistas ponen en peligro los derechos conseguidos, como el de las mujeres sobre el de abortar con seguridad y en determinadas condiciones, reacciona en defensa de sus derechos. Esto podría ocurrir perfectamente en España, ya que Núñez Feijoo ha repetido como un mantra que derogará las leyes del gobierno de coalición.
Todo indica que por el centro se decidirán unos probablemente estrechos resultados electorales, como también que el miedo será un factor determinante para mover la aguja en una u otra dirección.
La contienda de los próximos tiempos seguirá siendo la de estilos mesurados y tranquilos contra la crispación o reacciones violentas a los vientos de cambios. Aventuras populistas que intentan retrotraer la historia o implementar políticas públicas para reforzar los servicios del Estado de Bienestar.
Nada demasiado novedoso, excepto el valor que agrega a la conversación pública privilegiar el estilo político de persuadir con la palabra y convencer con la gestión en vez de enredarse en luchas ideológicas sectarias y maniqueas: una apuesta por ganar con la Resistencia Democrática.