La Bandera de Chile es usada de mordaza
y por eso, seguramente, por eso
nadie dice nada.
Elvira Hernández
Una propuesta estética.
Revisando la prensa de las últimas semanas, nos enteramos de que comenzó la carrera para el gran premio de la hípica literaria chilena: el Premio Nacional de Literatura. El galardón, que por razones que nos recuerdan una época bautizada como “apagón cultural”, se da cada dos años y se turna entre poesía y narrativa, es decir, un género es premiado cada 4 años. (La misma distancia de tiempo que hay entre dos mundiales de fútbol). Este año corresponde poesía, puesto que el último campeón – el 2022- fue el narrador Hernán Rivera Letelier.
Entre las candidatas de este año está Elvira Hernández (1951), una voz femenina que comenzó a escribir poesía desde temprana edad, mientras estudiaba la enseñanza básica en Chillán y la secundaria en el Instituto Santa María, un colegio de monjas En 1969 entra a estudiar Filosofía en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, donde permaneció hasta 1973. Después del el golpe de Estado, ingresa a Literatura en el Departamento de Estudios Humanísticos de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, dirigido entonces por Cristián Huneeus y donde enseñan, entre otros, Jorge Guzmán, Ronald Kay, Felipe Alliende, Enrique Lihn y Nicanor Parra.
Respecto de la propuesta estética, su obra ha sido clasificada dentro de la llamada neo – vanguardia, grupo en el que se incluye Raúl Zurita, Soledad Fariña, Verónica Zondek y Juan Luis Martínez.Esto ha sido desmentido por la propia autora:
“Yo nunca me he sentido neo -vanguardista. Estaba en ese momento viviendo un período de formación en el que sentía que todo lo que había avanzado como autora secreta no valía nada. Entonces, difícilmente podría haber tenido una actitud vanguardista o neo – vanguardista, porque estaba en pleno proceso de conocimiento de la poesía chilena, que era lo que a mí me interesaba, para luego seguir con la de América Latina”
Al leer su obra advertimos que ella da cuenta de su entorno. Su mundo representado se plantea desde la cotidianeidad, es decir, aquel momento que, según el filósofo chileno Humberto Giannini (1927 – 2014) muestra lo que ocurre cuando no ocurre nada. Más que una escritura vanguardista o neo-vanguardista la poeta se autodefine como una escritora a pulso cuyo manuscrito está “hecho en el ocultamiento”.
Carta de viaje.
Vengo del País de los Vertederos eternos, del aerosol Templado, de los Montes de Piedad haciendo nata. Flora y Fauna Travesti largándose por el larguero de tierra sableada.
Primavera
Florecen una vez más nieves de antaño
para decir en nuestras caras
nada nos hacemos.
Su espacio literario
En los años 70/80 Elvira Hernández –cuyo nombre civil es María Teresa Adriazola – camina por las calles de un país que convive con falsos enfrentamientos, profesionales degollados y jóvenes quemados.
Restos:
Encontraremos los pelos de la vergüenza/ las escamas óseas de una verdad agrietada.
Ella es detenida en la calle por agentes de la CNI y permanece 5 días en el cuartel Borgoño (la habían confundido con otra persona a la que llamaban la mujer metralleta) Aún no sabemos si los funcionarios del régimen se equivocaron de mujer o de metralleta. Elvira/María Teresa continúa asistiendo a clases en la calle República y comienza a escribir “La bandera de Chile” que sería publicada 10 años después. Este texto, propone una lectura de la realidad nacional a través de uno de sus íconos más valorados.
La Bandera de Chile (1991)
iCon qué dignidad se cuece la descomposición
jsí señor! de la Bandera de Chile!
Blancos rojos y los azules revueltos
Puro azul de la India en degradé
Blanco exilio pendón negro. (Pág. 30)
Al leer este poema no podemos olvidar haber crecido con aquel mito que asegura que, en un concurso de banderas, la chilena habría salido elegida como la más bella del mundo. Esta bandera – igual que la patria que representa – está en descomposición, todo está revuelto y, como dice el epígrafe, ha sido usada como mordaza.
Elvira Hernández se involucra en la historia, la propia y la social. Respecto de su vida propia, en el poema “Yo soy la vida” dice: “Yo soy la vida/Hijo de mi padre y de mi hermana/ Hijo del bajo fondo de la vida, ribereño/remoto allá. La historia social aparece en toda su obra. El poemario “Estado de sitio” publicado el año 2020 por la Universidad Diego Portales, es definido por Pedro Gandolfo como “una voz poética dura y perspicaz, crítica y celebradora, desplegando un amplio espectro de sentido del humor, política e íntima, chilena y universal, a la vez”.
Las investigadoras de la Universidad de Chile Karem Pino y Ana María Baeza, en la revista ”Nomadías”, de noviembre del 2016, dicen respecto de la poesía de Hernández:
“Se trata de un proyecto coherente que interroga hasta la incomodidad nuestro pasado histórico, así como también la conflictividad de las identidades políticas, indígenas y genérico sexuales, creando un lenguaje singular a través de la experimentación que incorpora expresiones populares y topos contextualizados en la realidad nacional, pero que también son reconocibles más allá de nuestras fronteras, gracias a la pluralidad de sentidos que la poeta pone en juego” (249 – 250)
Instantáneas:
Desde siempre la literatura, y específicamente la poesía, ha sido una forma de fotografiar la realidad y, como tal, es irrepetible. El semiólogo francés Roland Barthes (1915 – 1980) dirá que no se puede tomar la misma foto dos veces. Esa singularidad es la que encontramos en los textos de Elvira Hernández, pues dan cuenta de un momento irrepetible en nuestra vida diaria. Un ejemplo de lo anterior es lo que ocurre con el artículo “¡Arre! Halley ¡Arre!” (1986) donde, a través de la ironía, critica la pretensión dictatorial de manipular a la población con los avistamientos astronómicos del cometa Halley.
Al leer la poesía de Elvira Hernández, intentamos recurrir a la manida frase de Bertold Brecht (1898 – 1956) que culmina “Pero hay los que luchan toda la vida/ esos son los imprescindibles”, dejando claro que el poeta alemán olvidó a las imprescindibles, entre las cuales la niña de Lebu tiene un espacio más que ganado. Eso más allá de los resultados del próximo champion literario de nuestro país.