En busca del tiempo perdido.

por Segio Campos Ulloa

Desde 1810 hasta hoy recordamos el grito de la Independencia como un hito en nuestra historia republicana entendida como los primeros pasos para la construcción de un gobierno opuesto a la monarquía y la aristocracia.

Esa fue la idea de los fundandores de un Chile que hoy, en pleno siglo XXI, exhibe una tensión política –social de gran envergadura.

Han pasado doscientos once años, con varias generaciones que han tratado de encontrar el punto de convergencia, que se traduzca en calidad de vida óptima para sus habitantes.

Luego del triunfo en la Batalla de Chacabuco, Bernardo O`Higgins firma el Acta de la Independiencia. Era el 12 de febrero de 1818. Ahí se decreta la separación definitiva de Chile de la tulela de la monarquí española.

La población del país era menos que un millón de habitantes. Recién en 1935 se realizó el primer censo oficial que arrojó 1.103.036 habitantes.

Ya en ese entonces el Padre de la Patria, hacía hincapié mediante decreto del 4 de marzo de 1819, en la desigualdad existente provocada por la monarquía en contra de los indígenas americanos:El Gobierno español, siguiendo las máximas de su inhumana política, conservó a los antiguos habitantes de la América bajo la denominación degradante de naturales… En una palabra, nacían esclavos, vivían sin participar de los beneficios de la sociedad, i morían cubiertos de oprobio y miseria”

¿Cuánto hemos avanzado en romper la desgualdad? Mucho. Dirán algunos. Hoy la población de menores ingresos tiene acceso a teléfonos celulares, incluso a un automóvil. Pero eso es lo que vemos en la superficie y muchas veces ignoramos el trasfondo de la realidad en un complejo tejido social.

Basados en la CASEN dos economistas, Gonzalo Durán y Marco Kremerman, dan cuenta de la pobreza del “modelo” chileno: la insuficiencia de los ingresos,  del trabajo y las pensiones. De acuerdo al análisis de los expertos de la Fundación Sol, en el país al considerar los ingresos del mundo del trabajo, se observa que la pobreza “supera con creces” al indicador oificialmente divulgado. En total la pobreza pasa de un 10,8% a un 39,9%. Entre los adultos mayores sube de 5,6% a 45,9% y en los hogares monoparentales (la familia en la que la madre o el padre, por sí solos, toman las riendas del hogar y de la crianza de los hijos) de 16,1% a 55,8%.

El documento de 18 páginas expresa a modo de resumen: El presente informe da cuenta de la enorme sensibilidad que tienen los resultados de la pobreza en nuestro país. Así, según sea el tipo de ingreso que se utilice (o que se contabilice en los distintos hogares), las personas en situación de pobreza pueden fluctuar entre 2.112.185 (considerando ingresos totales) y 7.799.327 (considerando ingresos del trabajo y pensiones contributivas). Esto es, entre un 10,8 % y un preocupante 39,9 %. Ahora bien, si se trabaja con líneas de pobreza mas exigentes, las personas en situación de pobreza pueden llegar a 10,2 millones (esto equivale a un 52,3 % de pobreza – considerando el caso de la canasta de alimentos de calidad e ingresos del trabajo y pensiones contributivas).

Y agrega: Los cálculos muestran que para llegar al 39,9 % basta con el simple hecho de retirar los subsidios, los ingresos del capital y la imputación de ingresos que se les hace a los hogares que son dueños de sus viviendas (o que se les han cedido) o que están pagando por esta. Este debate que es técnico y por sobre todo político es prácticamente inexistente y termina por afectar a millones de personas que percibiendo salarios al límite son considerados fuera de la pobreza. Una situación similar se puede ver con la población adulto mayor, ya que, al utilizar este indicador, su pobreza supera el 45 %.

A partir de este análisis, llega el momento de cotejar la realidad con las propuestas de quienes ya están en carrera por el “sillón de la Moneda”.

Los programas de los candidatos deberían enfrentar con realismo la situación de la mayoría de los ciudadanos de este país, que se mantienen en el limbo de la precariedad.

Desde la alimentación hasta la educación, pasando por la salud, la vivienda y los ingresos familiares y de las jubilaciones, tendría que formar parte de medidas concretas con plazos definidos dentro de los cuatro años del futuro gobierno.

Como la memoria es fragil, se hace necesario recordar el dato publicado por la revista Forbes (especializada en el mundo de los negocios y las finanzas, publicada en Estados Unidos. Fundada en 1917 por B. C. Forbes. Su sede central se encuentra en la Quinta Avenida de Nueva York) en abril de este año: los millonarios chilenos aumentaron su fortuna en 73%, pese a la pandemia. El listado, de acuerdo a la publicación, lo encabezan Iris Fontbona y familia, Julio Ponce Lerou, Horst Paulmann y el presidente Sebastián Piñera.

Para mayor abundamiento en información reciente de Economía y Negocios dice que Empresas chilenas consiguen utilidades históricas en el primer semestre de 2021, absorviendo con creces las pérdidas de 2020 (Fecus para la Comisión de Mercado Financiero). Si en 2020 hubo pérdidas de 1,12 billones de pesos, entre enero y junio de este año las utilidades llegaron a 10,97 billones de la moneda nacional. La minería, los bancos, las eléctricas, los holdings, el retail, el área industrial, la construcción y las inmobiliarias son los que mas vendieron. Pesca y transporte fueron los únicos que vieron descender sus entradas.

Esa es parte de la situación que enfrentará quien sea elegido (a) por los ciudadanos para instalarse en la Casa de Gobierno desde el 11 de marzo del año venidero.

De los siete candidatos presidenciales, a menos que ocurra un milagro, tres son las postulaciones que podrían obtener mayor votación el domingo 21 de noviembre: Gabriel Boric, Yasna Provoste y Sebastián Sichell.

Boric del Frente Amplio y los comunistas, Provoste de la democracia cristiana, los socialistas, el PPD y los radicales. Sichell de RN, UDI y Evópoli. Por supuesto que todos buscarán los votos independientes, no afiliados políticamente, pero que son mayoritarios según el padrón electoral.

Hasta ahí el panorama está claro, pero cuando se trata de gobernalidad a una eventual administración del país, se requiere un parlamento que se conjugue con los programas presidenciales, de tal manera de viabilizar la gobernalidad y gobernanza. Según diversos autores, “la gobernabilidad es la capacidad de un sistema sociopolítico para auto reforzarse, mientras la Gobernanza, es el proceso de interacción entre actores estratégicos.” Un sistema sociopolítico tendrá mayor gobernabilidad en la medida en que la gobernanza funcione mejor.

Sin duda que la derecha, por su carácter conservador, tiende a mantener el status quo, con algunos cambios superficiales. La centroizquierda, pretende compatibilizar los intereses de la población más pobre, con los sectores medios de empleados, profesionales y Pymes. La izquierda impulsa cambios radicales y que afectarían a la propiedad privada en forma sustantiva. De por medio están los problemas ambientales causados por el calentamiento global, con una economía extractivista y la situación de los derechos humanos, que se grafica en la Declaración Universal de Naciones Unidas, suscrita en 1948 por Chile y que no solo tiene que ver con detenciones, torturas, discriminación.

La cuestión de fondo es la disputa por el poder, cuya complejidad aborda entre otros el filósofo francés Michel Foucault. Son conocidos sus estudios sobre el poder y las relaciones entre poder, conocimiento y discurso, debatidos no solo en la academia. En varios cursos abordó el biopoder y la biopolítica.

Más recientemente Byung Chul Han, profesor de filosofía y estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlíny que, en 1994, se doctoró con una tesis sobre Martín Heidegger, también se refiere al poder. Dice que: “…para algunos el poder significa opresión; para otros es un elemento constructivo de comunicación. El poder se asocia tanto a la libertad como a la coerción. También se asocia con el derecho y con la arbitrariedad”.

Lo que queda claro es que quienes ejerzan el poder, siempre van a encontrar resistencia.

Quién resulte elegido en cualquiera de las responsabilidades institucionales, presidencial, parlamentaria o de consejería regional, deben tener claro el propósito de su conquista del poder, la forma como ejercerlo y la manera de responder a la ciudadanía que deposita su confianza para ejercer el “poder”.

Por supuesto todos los actores políticos tienen que observar los pasos que están dando aquellos que fueron dotados de “poderes” especiales para redactar una Carta Fundamental para Chile, que se pretende sea “La Casa de Todos”.

Las deliberaciones deberían tener la riqueza de la diversidad existente entre los casi 20 millones de habitantes, cuya representación está en manos de 155 convencionales.

Para nadie es un misterio que el país vive una complejidad extrema, marcado por el “estallido social”, que encontró un cauce institucional, pero la meta para alcanzar los acuerdos necesarios está plagada de dificultades superficiales y profundas.

Por una parte, los escándalos ocasionados por un constituyente que mintió a sus electores, a sus pares y al país y por otra parte un candidato presidencial del mismo sector que surgió como aspirante con firmas fraudulentas, ante un notario fallecido, que sirvió de argumento además para distorsionar el concepto de “pueblo”.

Por lo demás son los hechos que más difusión mediática han tenido y donde los opinólogos han hecho pasto para sus elucubraciones.

La esperanza es que los problemas de fondo tengan un debate racional, que den cuenta de las aspiraciones y los sueños de los habitantes de este país.

Ahí estarán en discusión los intereses económicos con la equidad distributiva, los valores morales, la sustentabilidad medioambiental y ecológica, la accesibilidad equitativa al bienestar, donde los derechos civiles y políticos estén garantizados.

La crisis sanitaria hizo sonar la alarma que llama a construir una plataforma sólida para la tecnología, la ciencia y la innovación radicada especialmente en las universidades que el país tiene con orgullo. Por supuesto que la cultura requiere un fuerte impulso del Estado. Está demás decir que las distintas expresiones culturales como el cine, el teatro, la literatura, la música, etc…requieren un fuerte estímulo. Talentos creativos existen.  El deporte es otro ámbito que se ha descuidadado, abriendo paso a expresiones exclusivamente con fines de lucro.

Si el país con sus instituciones logra este propósito, habremos recuperado el tiempo perdido. Asi estaremos en condiciones de sentirnos con la capacidad sifuiciente para construir un futuro con “la calidad de vida” necesaria para nuestros descendientes.


Por Sergio Campos Ulloa
Premio Nacional de Periodismo

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